Hace no muchos días poníamos una foto en nuestra cabecera parecida a ésta, aunque con otro colorido del cielo. Y también aparecía una antena, como muestra de la evolución de la razón, como muestra de nuestra huella humana.
Estamos pensando, a pesar del amor incondicional que tenemos a esta costa onubense, mudarnos en verano, huyendo del número tres, sí del tres. Cástor y Pólux somos dos y a veces creemos que ya somos muchos. ¡Qué sería de nosotros con nuestra atalaya rodeada de gente yendo y viniendo de la playa, de los chiringuitos! No queremos ni pensarlo, ¡más de tres personas juntas! Aún no tenemos decidido dónde iremos, pero debe cumplir tres condiciones: que tenga costa con acantilados y playa, que luzca el sol y que no tenga más de tres personas por cada kilómetros cuadrado, más o menos. La atalaya ya la construiremos nosotros. Y creo que no tendremos que irnos demasiado lejos.
Hoy, tras esta
introducción, tenemos la cuarta y penúltima entrega del cuento de Pólux
titulado “Las olas del mar”. También están todas las entregas publicadas en la
página de este blog “Las olas del mar, por Pólux”. Nuestra querida Lucía, a
quien va dedicado el cuento, tuvo el otro día un gesto muy bonito con nosotros,
enviándonos un mensaje que no olvidaremos. Desde aquí, públicamente, te damos
las gracias Lucía y te enviamos un beso muy grande.
¡Cómo pasan
los días! Lo hacen de forma sigilosa, para que no nos enteremos, y un día nos
percatamos, miramos atrás… y se nos colapsa el entendimiento. ¿Serán los días,
que pasan así, o seremos nosotros que no sabemos ni podemos hacerlos pasar de
otra forma? El resultado es el mismo. En el fondo ignoramos tantas cosas… ¡Ah,
el principio de la felicidad! Para ser feliz lo único que hay que ignorar es
que se ignora.
Por Cástor y Pólux.
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