Nos negamos a pensar que nuestra vida esté regida por el azar, y creemos en el más allá, en Dios, en un orden superior, en algo que dé sentido al orden que creemos ver a nuestro alrededor, pero deseamos con todas nuestras fuerzas que el azar rija nuestra vida y se muestre favorable cada vez que compramos un boleto de lotería, apostamos en una máquina tragaperras o jugamos al euromillón.
Como casi siempre pensamos una cosa y hacemos otra. No pasa nada, es una conducta muy humana, tanto que si no la tuviéramos tal vez nos sentiríamos verdaderos extraños. Pero nos empeñamos en reconocer que así son las cosas y así caemos en una incoherencia que sí que habla poco a nuestro favor.
Somos como somos y ya está. No nos empeñemos en otra cosa, básicamente en ajustarle siempre las cuentas a los demás y nunca a nosotros mismos.
Por Pólux.
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