Muchas eran las cosas que teníamos pensadas para poder hablar hoy. De la culpa, la responsabilidad, el tráfico, el deseo, la pérdida, las ideas del bien y del mal, la superación..., hasta de cine, pero de pronto nos sentimos vacíos y todo nos parece inane, fatuo, vano o inútil.
Esta sensación nos cala hasta los huesos. Y es que en el fondo estamos cansados, muy cansados, pues es un cansancio de larga trayectoria que dura ya demasiado. Pero las cosas no van a cambiar y el cansancio acabará por doblarnos la espalda.
¿Y qué nos produce tanto cansancio? Pues..., no, no vamos a hacer aquí y ahora una confesión. Que cada cual piense en su cansancio, si lo tiene, y reflexione sobre sus causas o su origen. Sólo diremos que nuestro cansancio es endémico.
Incluso nos cansamos de actividades cotidianas. A veces no soportamos conducir ni a los otros conductores, ni la rutina del día a día, ni siquiera a nosotros mismos. El consuelo nos parece un intento desesperado que denota nuestra debilidad. Estamos a merced del viento y en ocasiones deseamos que nos arrastrara lejos, o que nos abatiera.
"¡Vaya cómo se han levantado éstos!", podríais pensar. Sí, lo podríais pensar, pero no se trata de un arrebato ni de una emoción, es algo más profundo, algo que vertebra nuestra existencia y nuestro carácter. Nuestra batalla está perdida de antemano, pero no por ello vamos a dejar de luchar y vivir, pues es lo único que tenemos.
Por Cástor y Pólux.