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No sé si mirar arriba, adentro o abajo, porque lo que encuentro frente a mí es más de lo mismo, de lo mismo que yo soy quiero decir. ...

sábado, 16 de agosto de 2014

SENTIR COMO UN NIÑO Y LIBERTAD.

Volvemos de nuevo otro fin de semana con las fotografías de María Ruda, como siempre magníficas, como la puesta de sol de hoy.


No podemos volver a ser niños. Podemos saber qué es lo que puede sentir un niño y tener nuestros propios recuerdos de ello, pero no podemos volver a sentir como un niño. Simplemente no somos ya niños.

Pero el recuerdo y la añoranza perpetran en nuestra mente el deseo y la necesidad, y excepcional es la fortaleza necesaria para superar ese estadio.

Sujetos y sometidos a esta realidad ante la que nos creemos, o nos queremos sentir, libres, tenemos una vida, una sola, que compartimos en la niñez y en las sucesivas etapas que puedan caracterizarse en el desarrollo de una persona, cada cual sujeta a sus propias determinaciones.

Pongo en duda seriamente el concepto de libertad, salvo el aplicado de forma genérica a la capacidad de decidir. Obviamente el siguiente paso es definir más nítidamente el concepto de libertad, para entender en qué sentido estaría determinada, tal como sugiero ante mi duda. Pero ese paso no lo daré hoy...

Por Pólux.

viernes, 15 de agosto de 2014

PRIVACIDAD EN WHATSAPP.

Nos avisan constantemente del cuidado que hemos de tener con internet y las redes sociales a la hora de preservar nuestra intimidad, pues todo lo que se publica, absolutamente todo, acaba en manos de terceras personas que no conocemos, salvo que tengamos configurada con precisión la privacidad, cosa que sucede en pocos casos.

Pero hay cosas más inmediatas en las que volcamos nuestra privacidad sin prestarle mucha atención, como sucede con el WhatsApp. Y no me refiero ya a lo que enviamos por ese chat, sino como lo configuramos con datos personales.

Atendiendo a los cambios que hacen algunas personas en su perfil de WhatsApp, puede seguirse su estado anímico o los cambios que acontecen en su vida, a grandes rasgos, por supuesto. En algunos casos puede saberse cuando se van de vacaciones, donde han estado y con quien, lo que le preocupa en un momento determinado, etc.

Y es que parece que nos encanta poner un estado que nos defina, intentando, cuando se puede, ser originales. Y no digamos las fotos. Podemos tener la de cualquiera haciendo una simple captura de pantalla.

Decimos y mostramos más de lo que creemos. Por supuesto que cada uno es libre de hacerlo, nada tenemos que decir, pero sí advertir de los posibles peligros de que cualquiera acceda a información más o menos personal.

Por Pólux.

jueves, 14 de agosto de 2014

NO SÉ SER QUIEN SOY.

Me miro y no me reconozco, no sé bien si soy quien creo ser o simplemente otro.

No sé ser quien soy, porque nada hay que me dé una medida, una referencia de mi ser, y acabo creyendo lo que quiero, no lo que soy, porque nada puedo saber de esa esencia, idea perdida entre las ideas.

Nada encuentro seguro, estable o permanente, tan sólo hallo el vértigo de un viaje rápido y sin sentido, del que mi instinto me evita apearme.

No sé porqué no sé, ni si es lo que creo saber. Y en ese fango vivo cada día, cada segundo, a la espera del último que dé final a este sinsentido.

Por Pólux.


miércoles, 13 de agosto de 2014

¿QUÉ MEJOR MANERA?

¿Qué mejor manera de morir que vagando por el espacio, solo, en silencio y bajo el espectáculo del cosmos?

¿Qué mejor manera de vivir que transitando por esta vida en silencio y al son de las circunstancias, liberado de responsabilidad y ajeno a todo?

¿Qué mejor manera de mirarse en un espejo que romperlo para no verse?

¿Qué mejor manera de estar ausente que no siendo nadie ni nada?

¿Qué mejor manera de ser que no siendo?

Por Pólux.

martes, 12 de agosto de 2014

ETAPAS DE LA VIDA Y EXPERIENCIA.

Cuando uno tiene cuatro o cinco años empieza a repetir que ya es un hombrecito, lo que le dicen los mayores. Ya en la pubertad empieza a creer que ya es un hombre, pues comienza a pensar por sí mismo y cree entender el mundo. En la adolescencia cree uno haber alcanzado el conocimiento del mundo y saberlo todo, entre otras cosas que todos los demás, especialmente los mayores, están equivocados, y que uno no caerá en la trampa de vivir como ellos (ja, ja, perdón, pero es inevitable que me dé la risa).

Pero el tiempo pasa y a los treinta años se comprenden cosas que no estaban al alcance de la comprensión con veinte años, y empieza uno a entender cosas que antes parecían baladíes o propias de mentes rancias. Y así se llega a los cuarenta, y no sólo se comprenden más cosas, sino que empezamos a entender a nuestros padres, cosa que parecía imposible en los estadios anteriores. El trabajo y la familia convierten la responsabilidad en algo ineludible, algo que hay que asumir. Las cosas se ven muy diferentes. Luego llegan los cincuenta y ya la experiencia comienza a tener un grado de importancia. La perspectiva del tiempo hace entender muchas cosas. Los sesenta consolidan esa tendencia y cada vez se tienen menos ganas de tonterías. El deterioro físico empieza a tener cierta importancia. A los setenta la jubilación marca un estadio diferente. Las responsabilidades cambian. En muchos casos ya se afronta el cuidado de los nietos. La perspectiva del mundo se ha ampliado, y su comprensión también, pero el aspecto físico se ha deteriorado tanto que compensa negativamente nuestra visión más abierta del mundo. A los ochenta se toma plena conciencia de la muerte y de que se está en la cuenta atrás. Se asume la muerte, aunque cueste. La experiencia está en su máxima expresión, pero la falta de reflejos mentales hace que uno se sienta inútil, pues a nadie parece importarle sacar rédito a esa experiencia, como si la vida de un anciano fuera una vida vacía.

Cruel es la vejez, demasiado quisiérase decir.

Por Pólux.

lunes, 11 de agosto de 2014

LO OBVIO, LA CRÍTICA Y LA FORTALEZA.

Hay cosas de sentido común, obvias y básicas, y sin embargo no las tenemos en cuenta. Por ejemplo, salvo por interés propio, nada debiera importarnos la opinión que otras personas puedan tener sobre lo que hacemos o pensamos, pues es obvio que cada uno tiene que pensar por sí mismo y actuar en consecuencia. Los cotilleos y críticas basados en aspectos personales, como la forma de pensar o actuar, no tienen ni fundamento ni razón de ser. Nada debieran, pues, importarnos.

Pero en muchos casos nos importa y nos afecta. Y ese no es ya un problema del otro sino mío por tener en cuenta lo que no debiera. Si me llaman feo y me lo creo es porque en el fondo pienso que soy o puedo ser feo. Si yo me gusto y me considero normal, el que me llamen feo no pasa de ser una anécdota, una pataleta de alguien que quiere molestarme pero que no puede. Pues igual pasa con esas cosas obvias como las críticas personales. Si le damos importancia es porque en el fondo creemos que la tienen, lo cual es un problema nuestro, no de quien pretende molestarnos o insultarnos.

Por todo ello es muy importante conocernos y aceptarnos (siempre que podamos), pues ello nos dará la fortaleza y la seguridad suficientes para distinguir lo importante de lo que no lo es en las críticas personales o cuando intentan ofendernos. No ofende el que quiere, sino el que puede, y puede aquél a quien mostramos nuestra debilidad. Y es que la debilidad nos hace dependientes, la seguridad fuertes.

Por Pólux. 

domingo, 10 de agosto de 2014

SOY ADICTO, NECESITO MI DOSIS.

Como veréis hemos dado unos retoques a la cabecera del blog, y hemos incluido una pequeña imagen de nuestra atalaya, desde la que hacemos habitualmente Obtentalia.


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Por cierto, impresionante la fotografía de hoy de María Ruda, que a la derecha reproducimos.

Y vamos con la entrada de hoy, una confesión que me siento obligado a hacer, aunque no sé bien por qué.

Tengo que confesar algo. Desde hace pocos meses soy adicto a uno de esos productos manipulados cuyo consumo anula por completo la voluntad. Me cuesta reconocerlo, pero así es, y creo que hacerlo público podrá ayudarme a superarlo.

Al principio fue algo inocente, sólo la curiosidad de probar algo nuevo y distinto que ya conocía y había probado mucha gente, y experimentar si realmente aquello me producía sensaciones que no hubiera tenido antes. Y algo así sucedía, me producía una cierta sensación de alivio, muy placentera.

La primera vez que lo probé me cautivó sutilmente, y poco a poco, casi sin darme cuenta, adquirí la necesidad de consumirlo más habitualmente. No se lo conté a nadie porque ni quería reproches ni me sentía orgulloso de mi dependencia. Entonces intenté dejarlo, y fue cuando realmente adquirí conciencia de que estaba "enganchado".

A veces incluso me ha sentado mal, y hasta he vomitado alguna noche, generalmente porque me he excedido en la dosis. Pero al día siguiente vuelvo a sentir una irrefrenable necesidad de tomarlo.

Lo confieso sin más, soy adicto al gazpacho.

Por Cástor.