La verdad, entendida como lo realmente sucedido (datos objetivos que definen lo sucedido), es un concepto atractivo y razonable, pero también engañoso.
Resulta atractivo pensar que verdad no hay más que una, independientemente de la posibilidad de conocerla o no, lo que puede resultar engañoso, pues no conocer la verdad equivale a su inexistencia. Podemos discutir cien años sobre la diferencia entre lo real desconocido y lo inexistente, pero nosotros sostenemos que a efectos prácticos la posible diferencia se torna también equivalencia.
Si desconozco la verdad sobre algo nunca podré decidir sobre ella. Y tratándose de decisiones o sentimientos humanos la cuestión es más compleja, pues al posible conocimiento de la verdad se le añade la opinión personal que nos merece esa decisión o sentimiento, lo que subjetiviza la verdad pudiendo convertirse en nuestra verdad.
Lo que queremos decir es que, al menos para nosotros, el concepto de verdad no es siempre algo claro, medible y universal, aunque pensemos en ello como algo objetivo (lo realmente sucedido). Y es que si no podemos acceder al conocimiento de esa objetividad es como si no existiera.
Por Cástor y Pólux.