Ayer no podíamos menos que indignarnos ante las noticias que escuchábamos sobre los Bancos. Y así lo decíamos. El cobro abusivo con motivo de la cláusula "suelo" en las hipotecas (ver "EL OTRO NOMBRE DEL PODER QUE NOS SOMETE: LA DESVERGÜENZA"). La poderosa banca se permitió seguir aplicando dicha cláusula. Lo mejor de todo es que ciertos Bancos ha salido indemne de la obligación que se le impuso de devolver parte del dinero con el que se benefició. Y es que el poder no sólo lo ostentan los Bancos, también los Jueces, quienes algún día deberían dar razón de su actuación (las razones reales) y de en qué momento dejaron atrás su independencia.
Pero ayer nos encontrábamos con otra noticia que ya casi no lo es, por lo acostumbrados que estamos. Se trataba de que el señor Rodrigo Rato, vicepresidente que fue del Gobierno de España, era acusado de fraude fiscal, apropiación indebida y alzamiento de bienes.
Lo primero que nos suele pasar por la cabeza es que ahí tenemos a otro chorizo político mangante que se queda con nuestro dinero. Y los del partido contrario, además, se frotan las manos ante el nuevo argumento para llamar corruptos a sus adversarios políticos. Es fácil hablar de esa manera, pero lo que nos interesa no es quedarnos en la superficie, en lo aparente y fácilmente criticable, sino el preguntar por qué sucede esto una y otra vez.
Y es que hay un problema de fondo del que parece no interesa hablar, sobre todos a los políticos, y menos a los corruptos, y es la razón por la que no se toman verdaderas medidas efectivas contra la corrupción. El problema no son las personas, o al menos no sólo ellas, pues siempre habrá quien se sienta tentado en una situación en la que ejerza el poder. ¿Por qué los políticos cuando están en la oposición quieren acabar con la corrupción pero cuando gobiernan nunca lo hacer de forma contundente y efectiva? Si hubiera un verdadero sistema de control muchas de las cosas que pasan podrían evitarse.
La responsabilidad por la existencia de corrupción en la política (a cualquier nivel) la tienen tanto las personas corruptas como el conjunto de legisladores que no impide tal corrupción.
Y es que el poder cambia voluntades dada su fuerte tendencia a perpetuarse. Si difícil es luchar contra él más lo es no dejarse llevar por sus "encantos".
Lo primero que nos suele pasar por la cabeza es que ahí tenemos a otro chorizo político mangante que se queda con nuestro dinero. Y los del partido contrario, además, se frotan las manos ante el nuevo argumento para llamar corruptos a sus adversarios políticos. Es fácil hablar de esa manera, pero lo que nos interesa no es quedarnos en la superficie, en lo aparente y fácilmente criticable, sino el preguntar por qué sucede esto una y otra vez.
Y es que hay un problema de fondo del que parece no interesa hablar, sobre todos a los políticos, y menos a los corruptos, y es la razón por la que no se toman verdaderas medidas efectivas contra la corrupción. El problema no son las personas, o al menos no sólo ellas, pues siempre habrá quien se sienta tentado en una situación en la que ejerza el poder. ¿Por qué los políticos cuando están en la oposición quieren acabar con la corrupción pero cuando gobiernan nunca lo hacer de forma contundente y efectiva? Si hubiera un verdadero sistema de control muchas de las cosas que pasan podrían evitarse.
La responsabilidad por la existencia de corrupción en la política (a cualquier nivel) la tienen tanto las personas corruptas como el conjunto de legisladores que no impide tal corrupción.
Y es que el poder cambia voluntades dada su fuerte tendencia a perpetuarse. Si difícil es luchar contra él más lo es no dejarse llevar por sus "encantos".
Por Pólux.