SOBRE LA VERDAD, por Pólux.
La verdad es un concepto conflictivo, principalmente por su posible carácter absoluto o relativo, o tal vez por ser ambos a la vez, según se aplique. No voy a discutir eso aquí. Quiero tratar dos juicios sobre la realidad que creo suelen operar subliminalmente a la hora de aceptar el carácter absoluto de la verdad. Serían pues, más bien, dos prejuicios. Hay otros que operan de igual forma para aceptar la idea relativa de la verdad, pero ahora sólo me centraré en aquellos dos. En general, y a pesar de la concesión a lo relativo que hacemos al entender que cada uno “ve” su verdad de lo sucedido, creo que estamos acostumbrados a entender tal verdad principalmente de forma absoluta. Veamos dichos dos juicios (o prejuicios).
Por una parte vemos que los hechos elementales que suceden a nuestro alrededor son incontrovertibles, entendiendo por hechos elementales sucesos empíricos definidos por pocas y objetivas reglas conocidas que no necesitan una previa elaboración mental para su aprehensión. Abro la mano con la que sostengo un vaso y éste cae y se rompe. Hecho sujeto a una conocida regla elemental de la naturaleza, la gravedad, que no necesita ser conocida expresamente ni interpretada en forma alguna para entender lo sucedido. Sólo es necesario captar el hecho para que sea aprehendido, de ahí su objetividad. ¿Alguien pondría en duda lo que ha pasado? ¿Cabe más interpretación que la de constatar lo que ha sucedido? Parece que hay algún tipo de experiencia, como la del vaso, que acontece en términos absolutos por lo que de objetivo tiene. Y es en esta aseveración donde radica el prejuicio y el error en el que se fundamenta. Más adelante volveremos a la diferencia entre lo objetivo y lo absoluto. Podíamos caracterizar este primer prejuicio enunciándolo de la siguiente forma: hay hechos objetivos que, por su independencia del sujeto, parecen existir por sí solos, y parecen ser, por tanto, absolutos. La existencia del hecho objetivo nos puede hacer pensar que existen realidades independientes de nosotros, no sujetas a nuestra observación. Y pensamos que por tener realidad independiente son absolutos. La existencia independiente del sujeto no significa que no dependa de otras leyes o entidades principales (como la naturaleza física), ni que por ello sea ilimitada o completa por si misma.
Por otra parte la tradición de nuestro pensamiento colectivo, marcadamente influido y consolidado en los principios de la religión cristiana, ha conformado en nuestro acervo cultural la idea de lo absoluto como premisa de nuestra forma de pensar. Nos hemos desarrollado con la idea de lo absoluto, como también con otras muchas, porque es en la relación social donde nos hemos hecho. Con esto sólo quiero decir que solemos aceptar la idea de lo absoluto de una forma natural. Y no está de más examinar las ideas que forman parte de nuestra cultura a fin de analizar prejuicios inconscientes imperantes en nuestro sustrato mental. No es que la idea de absoluto tenga que tener un origen inconsciente, pues puede aceptarse como consecuencia de la reflexión, pero debemos analizar si subyace o no de forma inconsciente. Y creo que no es difícil aceptar que en nuestra cultura, y por lo antes dicho, tenemos tendencia a aceptar de forma natural la idea de absoluto. Sólo quiero hacer notar que podemos analizar esa idea, sin presuponer, para ver a que conclusión llega cada uno. Si presuponemos seremos presa de posibles ideas erróneas y llegaremos a conclusiones infundadas. Podíamos caracterizar este segundo prejuicio enunciándolo de la siguiente forma: aceptamos de forma natural y sin reflexión previa la idea de lo absoluto porque previamente aceptamos de forma natural un concepto de lo absoluto, la idea de Dios, en mi opinión, también sin reflexión previa.
El término objetivo sólo hace referencia al objeto en si mismo, a lo que existe fuera del sujeto que lo conoce y de los juicios de éste, es decir, lo opuesto a lo subjetivo, y el término absoluto hace referencia a la naturaleza independiente, ilimitada y completa de lo que existe por si mismo, por tanto excluyente de relatividad. Son dos concepciones en niveles de realidad distintos que, sin embargo, creo que a veces confundimos.
De lo objetivo tenemos experiencia real, empírica, podemos, pues, caracterizarlo. De lo absoluto no podemos tener ese mismo tipo de experiencia, pues nada existe objetivamente que cumpla sus requisitos. Eso sí, podemos imaginarlo, pensarlo, causarlo y creerlo. Pero esto nos llevaría a otra discusión, la de la antigua lucha entre lo empírico y lo mental o espiritual.
En resumen, no se trata de poner en duda la idea de lo absoluto, sino de descubrir dos de los aspectos que suelen funcionar de forma inconsciente en la mentalidad colectiva de nuestra cultura actual, remanentes de otras épocas con otras mentalidades, a fin de cuestionarlos para validarlos o no como argumentos legítimos. Pero eso es ya decisión de cada uno.