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No sé si mirar arriba, adentro o abajo, porque lo que encuentro frente a mí es más de lo mismo, de lo mismo que yo soy quiero decir. ...

sábado, 11 de abril de 2015

viernes, 10 de abril de 2015

EL VALOR DE PEDIR DISCULPAS.


Estamos acostumbrados a juzgar y valorar a los demás en función de actos que calificamos como buenos o malos. Pero la verdadera medida del valor y la calidad de una persona nos la da su capacidad para reconocer errores y afrontarlos (dar la cara si es el caso).

Y es que actos buenos o malos los vamos a cometer todos y siempre, pero rectificar y reconocer un error frente a uno mismo y, sobre todo, frente a los demás, es un acto que no todos somos capaces de realizar, y esa dificultad para hacerlo es lo que le da su gran valor.

La humildad, la flexibilidad mental y la empatía necesarias para pedir disculpas superan en mucho la actitud negativa que llevó al acto por el que se piden ahora esas disculpas.

Ayer alguien anónimo me lo demostró y me hizo ver su grandeza, porque dio un paso para dar la cara y reconocer su error cuando ni siquiera era necesario.

Ese alguien no sabrá nunca que le refiero en estas palabras, que son mi agradecimiento personal por todo lo que me ha hecho ver con su reconocimiento.

Por Pólux.

jueves, 9 de abril de 2015

POESÍA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.


POESÍA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ.


"COMO ME MIRAS... POR SI YO PUDIESE"

Pajarillo cojido, de tu pecho dulce 

por el águila negra de la muerte, 

¡cómo me miras con tu ojito triste! 

(negro plenor sangriento de luz débil). 

Desde debajo de la garra inmensa, 

que para siempre ya le tiene 

y afirmado, mientras la desafía 

la vasta sombra que su vista emprende. 

¡Cómo me mira sin pedirme nada, 

cómo me mira... por si yo pudiese, 

que ya te está teniendo para siempre!



miércoles, 8 de abril de 2015

VOY Y NO LLEGO.


Corro creyendo que llegaré antes, pero tropiezo más fácilmente.

Abro bien los ojos queriendo ver más lejos, pero la luz me deslumbra.

Abro con fuerza mi corazón a quien se me acerca para querer y ser querido, pero junto con el amor penetra en mÍ la decepción y la mentira.

Grito alto, muy alto, para ser escuchado, y el silencio me abarca ajeno a mi petición.

Ser, quiero ser, pero no se me muestra el camino para alcanzarlo.

Es tal mi deseo de ver... ¡y no encuentro qué mirar!


Por Pólux.

martes, 7 de abril de 2015

HABLAR ES MUY FÁCIL.


De nada valen las intenciones sin los hechos que las demuestren. Es otro principio básico y evidente de la vida.

Hasta el refranero lo recoge cuando dice "hechos son amores y no buenas razones", o "del dicho al hecho va un gran trecho". Sin embargo no sólo hablamos y hablamos sin parar, como si ello fuese importante, sino que valoramos lo que unos nos dicen de otros. ¿Y los hechos?, ¿dónde dejamos lo verdaderamente importante?, ¿cómo nos atrevemos a juzgar sin conocer de primera mano los hechos?

Y es que hablar es tan fácil que cualquiera lo hace. Lo difícil es callar, y más cuando el silencio se suele valorar negativamente, como si de una falta de criterio se tratara.

Por Pólux.

lunes, 6 de abril de 2015

EL CARÁCTER NO ES UNA OPCIÓN.


El ser positivo no es una opción, al menos en la mayoría de los casos. Es lo que creo. La actual corriente de psicología positiva y autoayuda nos dice que siempre podemos mejorar nuestra aptitud positiva. Y seguramente es cierto, pero ¿hasta qué punto se puede cambiar el carácter?

El carácter es lo que nos define psicológicamente como personas: actitudes, deseos, anhelos, temores ...

Cambiar el carácter es dejar de ser lo que somos para ser otra persona. Así no funcionamos. Lo que podemos es pulir el carácter o aspectos de éste, y en ese trabajo tiene su lugar y su importancia la psicología positiva y la autoayuda.

Pero un carácter vivencialmente gris y negativo nunca se convierte en un arcoiris positivo.

Otra cosa es que dentro de la complejidad psicológica de la personalidad, el carácter negativo derivado de carencias y desórdenes psicológicos pueda mejorarse al hacerlo tales carencia y desórdenes.

Un carácter tendente a la tristeza, la melancolía y las crisis existenciales nunca podrá cambiar esta tendencia, aunque podrá aprender a superar mejor las crisis derivadas de ese carácter.

Por Pólux.

domingo, 5 de abril de 2015

"RECUERDOS DE LA SEMANA SANTA DE MI NIÑEZ", POR HELENA DE TROYA.


"RECUERDOS DE LA SEMANA SANTA DE MI NIÑEZ"
Por Helena de Troya (5 de abril de 2015)



Me pongo a pensar en la Semana Santa y me trae tantos recuerdos...

Cuando era pequeña, una niña, recuerdo que en Semana Santa retransmitían los Santos Oficios por la televisión, la primera de Televisión Española, pues sólo existía la primera y la segunda de dicha cadena, y en blanco y negro, por supuesto. Ponían películas con motivos de la Semana Santa (la pasión de Cristo) y de la Biblia y también conciertos de música clásica. Ahora también, pero sólo en algunas cadenas, cosa por otro lado normal dada la mayor oferta televisiva de hoy día.

Ver los oficios se había convertido por entonces en una tradición. Aunque todavía antes, siendo aún más niña, no sabía bien que era eso de los Oficios, o más bien creía que era otra cosa. Para mí los Oficios consistían en limpiar la Iglesia. Y os preguntaréis cómo llegué a pensar eso. Bueno, en el colegio de monjas donde estudiaba la entonces E.G.B. le llamaban oficios a la limpieza que las propias alumnas hacíamos, según turnos establecidos, de las distintas dependencias del colegio. Por eso, siendo aún una niña al escuchar hablar en Semana Santa de los Oficios lo asocié a lo que conocía.

Siendo bien pequeña, aún recuerdo el miedo que me producían los nazarenos. Veía pasar la procesión tras los pantalones de mi padre o la falda de mi madre, escondida y a salvo de aquellos fantasmas que andaban descalzos y con fuego.

La procesión que más miedo me daba era la del "Silencio", porque todo el mundo guardaba silencio a su paso y se creaba un ambiente aún más misterioso. Además los nazarenos iban de negro y llevaban una faja de esparto que les daba más dramatismo. A pesar de ello tenía un aliciente, y era el de descubrir cuál de aquellos misteriosos nazarenos era mi tío Antonio. Me fijaba en los más corpulentos, como era él, y esperaba que me hiciera una señal, como un guiño, que me lo confirmara.

Otra de las primera cosas que recuerdo que no me gustaban era cuando que un tambor o un bombo de la banda de música se paraba a mi lado, pues me brincaba la barriga y me daban ganas de hacer caca.

También recuerdo cuando mis hermanos mayores y yo nos quedábamos a dormir en casa de mis abuelos, pues vivían cerca del Ayuntamiento por donde pasaban todas las cofradías, con intención de verlas todas pasar, incluidas las de la madrugada. Mi abuela no usaba despertador, y yo le preguntaba que cómo nos despertaríamos para ver pasar de madrugada a los Gitanos y Jesús el Nazareno. Ella me decía que no había más que rezar a la ánimas benditas para que nos despertaran, lo que me producía aún más miedo y pavor, pues me imaginaba a tres mujeres sin piernas que se acercaban a mi abuela y la despertaban. Pero año tras año yo me despertaba de día y preguntaba por qué no me habían despertado de madrugada, y la respuesta, en connivencia de mis abuelos con mis hermanos era siempre la misma: "que pena, ha llovido y no ha podido salir", lo que me extrañaba sobre todo cuando hacía un tiempo estupendo con un sol de castigo. Y es que, siendo tan pequeña, fácil era engañarme. Nunca llegué a ver las procesiones de la madrugada.