Buenos días (o buenas tardes) y buen sábado.
Lo primero deciros que hemos renovado las sugerencias para esta semana, así que ya tenéis más contenidos para ver o recordar.
Y por cierto, no habíamos dicho nada pero había un problema con el buscador del blog "Buscar en el blog" (en la parte superior del lateral derecho). Había dejado de funcionar pero parece que ya lo ha arreglado el alojador de nuestro sitio. Esperamos que no haya causado demasiadas molestias.
Mañana tendremos una historia escrita por nuestra colaboradora la querida Helena de Troya, una historia de Helenita, un personaje encantador al que le suceden unas cosas ... La de mañana se titula "El pelo de Helenita" y no podéis dejar de leerla. Escrita en primera persona y con un estilo ameno y directo, os hará sonreír en más de una ocasión. Mañana os esperamos con "Helenita" y su especial pelo.
El otro día, en una reunión salió de soslayo el tema de Dios y que nos veríamos en la otra vida, entonces alguien con una edad ya respetable, hacía muy seria la pregunta "¿qué cara tendrá Dios?".
La religión cristiana es rica en matices y fuentes, se nutre de muchos estudios y de una teología muy elaborada (teología de la que tenemos pendiente un artículo, por cierto), y goza de una evolución que ha contraído y expandido en más de una ocasión la mentalidad de quienes profesan esa religión. Diríamos que hoy gozan de una cierta liberalidad y expansión en cuanto a su mentalidad, dentro de los límites que impone su credo.
Se entiende que en épocas pretéritas, la falta de cultura del vulgo obligara en cierta manera a presentar los contenidos de esa religión de forma ejemplarizante y con una literalidad que rozara el contravenir su propia esencia espiritual. Así, por ejemplo, se podían entender pasajes de la Biblia en toda su literalidad, como los milagros de Lázaro, de la multiplicación de los panes y los peces o la del vino en la bodas de Caná de Galilea, sin trascender su sentido o interpretación mesiánica, profética o incluso litúrgica. Sería como leer poesía sin transcender el sentido particular de cada palabra. Quedaría vacía de verdadero contenido.
Así, al hablar del cielo o el infierno, se reconocían espacios determinados donde las almas, al igual que los cuerpos materiales, vagaban reconociéndose, disfrutando en un caso o sufriendo en el otro. Y a los mortales movíales más el miedo al sufrimiento y al dolor del infierno que el gozo por engrandecer su espíritu.
Pero hoy día esas concepciones tan literales no tienen tanto sentido, dado el acceso del pueblo a conocimientos más acordes con los principios espirituales y a la posibilidad de profundizar en ellos. La pregunta "¿qué cara tendrá Dios?" nos vuelve a ese pretérito anacrónico que nos hace perder la confianza en el conocimiento de las nuevas generaciones. La fe, la espiritualidad y el concepto de alma en los cristianos debiera llevarlos necesariamente a una concepción menos iconográfica, como sucede con la fe en las imágenes de nuestra Semana Santa. Nuestros niños, aún formando sus criterios y gustos, beben de ese sentir popular, que no es negativo salvo en el caso de que la religiosidad se ciña a él. También se puede aprender de esa Semana Santa, pero el conocimiento para los cristianos, y más el espiritual, debe evolucionar hacia la plenitud que esa religión ofrece.
Por Francisco García Navarro.