Bienvenidos este tercer sábado de febrero en Obtentalia.
Los últimos fines de semana estamos poniendo en la cabecera fotos de nuestros colaboradores fotográficos. Varias semanas fueron fotos de Carlos García, con quien volveremos pronto, después José Manuel Peña, María Ruda y este fin de semana Hermes, quien también colabora en este blog con artículos. En el lateral izquierdo encontraréis una página dedicada a sus artículos, "Las crónicas de Hermes". Estamos convencidos de que os gustarán sus fotografías, siempre del estilo que identifica a Obtentalia.
Para mañana estamos preparando la publicación de una nueva canción de nuestro colaborador musical Orfeo (que se identifica en el vídeo que da soporte a la música). Esperamos poder tenerlo a punto para mañana, pero como aún no tenemos la seguridad no queremos adelantar más.
Y cambiando de tercio, en el Capítulo V (División de los gobiernos), del libro clásico "La política", de Aristóteles, podemos leer lo siguiente: "Las desviaciones de estos gobiernos son tres: la tiranía, que lo es del reinado; la oligarquía, que lo es de la aristocracia; la demagogia, que lo es de la república. La tiranía es una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca; la oligarquía tiene en cuenta tan sólo el interés particular de los ricos; la demagogia, el de los pobres. Ninguno de estos gobiernos piensa en el interés general."
¡Cuánta vigencia adquieren esas palabras tanto tiempo después! Y es que seguimos siendo los mismos. Tal vez hoy pueda haber mayor sofisticación, pero sólo porque los medios a nuestro alcance así lo permiten.
Nuestro gobierno actual, aquí en España, tras una dictadura que se asemejaría, en la clasificación elemental de Aristóteles, a una oligarquía, entendiendo por ricos las clases poderosas (aristocracia e Iglesia), sería una república efectiva, dado el papel puramente simbólico del monarca, sin poder efectivo, con el gobierno no de los pobres, sino de la mayoría (democracia).
Pero las desviaciones se suceden hoy día como antaño, y el gobierno se pone al servicio de intereses particulares, en alguno casos identificable, y otros muchos no, lo que hace más difícil su erradicación. A veces dudamos sobre quién nos gobierna realmente, si el gobierno propio, los Bancos, el interés particular de personas muy influyentes, los intereses europeos, los inversores extranjeros o los intereses de todos ellos, es decir, con exclusión del verdadero interés, el del pueblo gobernado.
Una vergüenza más que arrastrar, la de nuestra incapacidad para gobernarnos sin robar a los que menos tienen y anteponiendo el interés general.
Y cambiando de tercio, en el Capítulo V (División de los gobiernos), del libro clásico "La política", de Aristóteles, podemos leer lo siguiente: "Las desviaciones de estos gobiernos son tres: la tiranía, que lo es del reinado; la oligarquía, que lo es de la aristocracia; la demagogia, que lo es de la república. La tiranía es una monarquía que sólo tiene por fin el interés personal del monarca; la oligarquía tiene en cuenta tan sólo el interés particular de los ricos; la demagogia, el de los pobres. Ninguno de estos gobiernos piensa en el interés general."
¡Cuánta vigencia adquieren esas palabras tanto tiempo después! Y es que seguimos siendo los mismos. Tal vez hoy pueda haber mayor sofisticación, pero sólo porque los medios a nuestro alcance así lo permiten.
Nuestro gobierno actual, aquí en España, tras una dictadura que se asemejaría, en la clasificación elemental de Aristóteles, a una oligarquía, entendiendo por ricos las clases poderosas (aristocracia e Iglesia), sería una república efectiva, dado el papel puramente simbólico del monarca, sin poder efectivo, con el gobierno no de los pobres, sino de la mayoría (democracia).
Pero las desviaciones se suceden hoy día como antaño, y el gobierno se pone al servicio de intereses particulares, en alguno casos identificable, y otros muchos no, lo que hace más difícil su erradicación. A veces dudamos sobre quién nos gobierna realmente, si el gobierno propio, los Bancos, el interés particular de personas muy influyentes, los intereses europeos, los inversores extranjeros o los intereses de todos ellos, es decir, con exclusión del verdadero interés, el del pueblo gobernado.
Una vergüenza más que arrastrar, la de nuestra incapacidad para gobernarnos sin robar a los que menos tienen y anteponiendo el interés general.
Por Pólux.