RECORDANDO "SUMMERHILL", por Pólux.
Un día, revisando una estantería con libros en segunda y tercera fila, encontré el libro de A.S. Neill titulado “Summerhill”, editado en 1960 por una editorial norteamericana. El que yo tenía era un ejemplar de la vigésima reimpresión (1982) de la primera edición en español (1963). El nombre completo del libro es “Summerhill, un punto de vista radical sobre la educación de los niños”. Fue un regalo que le hice a quien hoy es mi mujer, pero también me lo hice a mí.
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La escuela de Summerhill. |
Alexander Sutherland Neill (17 de octubre de 1883 – 23 de septiembre de 1973 -90 años-) fue un educador progresista escocés, artífice y fundador de la escuela denominada Summerhill, siendo sobre todo conocido como entusiasta defensor de la educación en libertad.
Que el prólogo del libro fuese elaborado por Erich Fromm ya nos da una idea de su importante dimensión psicológica y pedagógica. “Summerhill” no era sólo el nombre de un libro, que tuvo relevancia en su momento y propició muchos debates, era sobre todo el proyecto educativo personal de A.S. Neill, una escuela privada con ese mismo nombre afincada en las cercanías de Londres, no integrada en el sistema educativo inglés dadas sus particularidades pedagógicas. La escuela Summerhill era un internado en el que convivían chicos y chicas de los cinco a los dieciséis años.
La primera vez que lo leí me llamó la atención sus novedosos y poco ortodoxos métodos, por otro lado llenos de fuerza y motivación. Básicamente se trataba de un método educativo basado en la libertad y el respeto, teniendo como premisa una fe sólida en la bondad del niño. Como dice Erich Fromm en el prólogo “El sistema de A.S. Neill es un punto de vista radical sobre la crianza de los niños […] En la escuela de Summerhill la autoridad no disfraza un sistema de manipulaciones.”
Hablar y recordar a estas alturas “Summerhill” me parece un anacronismo, tal vez por el tiempo que ha pasado en el olvido de mi memoria. En su día produjo muchas reacciones a favor y en contra. En teoría parecía un sistema coherente y basado en el desarrollo de cuestiones fundamentales, como la libertad, el respeto, la felicidad. Pero la práctica llevada a cabo fue muy criticada por determinados sectores, especialmente los más conservadores. Para que os hagáis una idea, entre las palabras que Neill dirige en 1959 a su editor Harold H. Hart, podemos leer lo siguiente: “En sus visitas a la escuela, dejó usted ver que su interés principal era hablarles a los norteamericanos de algo que había visto y amado, algo en lo que creía. Con lo cual ya formaba parte de la escuela. Vio todo lo fundamental y pasó por alto, con razón, todo lo que carece de importancia, por ejemplo, el desaseo de los niños felices.” No todos los padres pueden asumir con tranquilidad que sus hijos sean felices pero unos “guarretes”. Hay ejemplos en su libro aún más radicales, como la toma de decisiones y la elaboración de normas por los propios alumnos, o la libertad de asistir o no a clase. Neill era así, le importaba lo esencial, la felicidad, y en eso trabajaba, lo demás vendría por sí mismo.
Veamos un poco mejor el eje fundamental del sistema educativo, psicológico y pedagógico de Neill en sus propias palabras introductorias del libro, sinceras y elocuentes:
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A.S. Neill educando a sus alumnos. |
“Desde que dejé la educación y me dediqué a la psicología infantil, tuvo que tratar con toda clase de niños: incendiarios, ladrones, embusteros, niños que se orinan en la cama, niños de mal carácter. Años de intenso trabajo en la enseñanza de niños me han convencido de que sé muy poco relativamente de las fuerzas que motivan la vida. Pero estoy convencido de que los padres que sólo han tenido que tratar con sus propios hijos saben mucho menos que yo.”
“Precisamente porque creo que un niño difícil es casi siempre difícil por el tratamiento equivocado que se le dio en el hogar, me atrevo a dirigirme a los padres.”
“¿Qué es el campo de la psicología? Sugiero la palabra curación. ¿Pero qué clase de curación? No quiero que se me cure de mi costumbre de preferir los colores naranja y negro; ni quiero que se me cure de la costumbre de fumar, ni de mi gusto por una botella de cerveza. Ningún maestro tiene derecho a curar a un niño de hacer ruido con un tambor. La única cura que debe practicarse es la de curar la infelicidad.”
“El niño difícil es el niño infeliz. Está en guerra consigo mismo y, en consecuencia, está en guerra con el mundo”.
Ahora comprenderemos mejor qué quería decir Erich Fromm al usar la palabra radical al referirse al sistema de Neill, o qué quería decir éste al usarla en el nombre (subtítulo) del libro.
Neill relata en su libro multitud de casos prácticos sucedidos en su escuela. Habla mucho sobre el castigo y como ésta hace más mal que bien. Un señor que viene a decirle a los padres cómo tienen que educar a sus hijos, y que además les reprocha el uso indiscriminado del castigo, que sólo refuerza los malos hábitos de los niños, de los que además les hace responsables, no es un señor que a priori vaya a cosechar muchas simpatías, al menos las de los padres. Pero nunca pareció que eso importara a Neill, siempre fiel a su sistema y convencido totalmente de sus ideas.
La verdad es que durante muchos años le perdí la pista al proyecto de Neill, hasta que volví a ver su libro escondido en la estantería, y entonces averigüé que aún funciona Summerhill, y que actualmente la directora es su hija Zoë Neill Readhead.
Cuánto creo que se equivocó Erich Fromm al asegurar en el prólogo, denotando un verdadero optimismo antropológico y refiriéndose al sistema educativo de Neill, que “Con el tiempo, sus ideas serán generalmente admitidas en una sociedad nueva en la que el hombre mismo y su desarrollo sean el fin supremo de todo esfuerzo social”. Tal vez tenga razón y es que haya que esperar aún mucho hasta que la sociedad madure lo suficiente como para admitir y fundamentar su razón de ser en esas premisas, pero yo personalmente creo que no, que los fundamentos de la sociedad y del proyecto de Neill son inicialmente incompatibles. Pero esto es sólo una idea que por supuesto no compartiría Neill y que intentaría rebatir seguramente, si pudiera, invitándome a visitar Summerhill.
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Sistema asambleario propio de las llamadas escuelas democráticas, como la de Summerhill. |
Sin entrar a valorar su metodología, lo cierto es que suscribo totalmente la idea básica de A.S. Neill de que la educación tiene que ser una educación para la vida, para obtener la felicidad, en definitiva, para aprender a vivir. Frente a este tipo de educación tan esencial e importante, tan útil para la vida, pierde relevancia la educación institucional basada en conocimientos que rara vez tienen algo que ver con saber desenvolverse en la vida. Cierto que son dos tipos de educación diferentes, y que ambas pueden ser necesarias, pero nuestro sistema educativo obligatorio ignora totalmente la educación para la vida.
Con los padres y los hijos sucede otro tanto de lo mismo. Muchos padres creen que ya les dan bastante a sus hijos procurándoles los bienes básicos (comida, ropa, dinero para el fin de semana, etc.), comodidades, una educación en la que invierten mucho dinero, en fin procurándoles todo aquello cuanto podrían necesitar, es decir todo aquello que puede pagarse con dinero y por tanto no requiere más esfuerzo que el que les requiere el trabajo para ganarlo. Pero pocos son los padres que se interesan verdaderamente por enseñar a sus hijos a vivir, a superar los problemas que se encontrarán en la vida, a suplir con una educación personal las deficiencias del carácter que crearán dificultades a sus hijos para afrontar la vida y ser felices. A cada hijo hay que darle lo que necesita, sin falsas ideas de igualitarismo. A quien más necesita más hay que darle. Los padres tienen que ser educadores, psicólogos y pedagogos, por eso es tan difícil ser padres. Cuando se piensa en tener un hijo se suele imaginar lo bonito y gracioso que es un hijo pequeño, y se cree que es un acto de responsabilidad asumir los gastos extra que ese hijo supondrá y los sacrificios que se harán para poder mantenerlo. Pero pocas veces se piensa en cómo educarles en libertad, cómo respetar su personalidad, cómo ser capaces de prepararles para una vida positiva y feliz. Y creo firmemente que muchas veces la tragedia de los hijos son sus padres, incapaces muchos de ellos de entender todo esto. Los niños chicos son como los perros, nos siguen a todas partes, dependen de nosotros, y hay padres tan inconscientes y crueles que creen que eso es gracioso. Y me podrán decir ¿qué culpa tienen los padres?, ¿por qué han de ser psicólogos? Y yo diré, ¿y cuál es entonces la culpa de los hijos? Ni siquiera tienen culpa de haber nacido, aunque para algunos padres tampoco es su culpa, aunque eso no es más que la negación de lo evidente, no querer asumir una responsabilidad de la que ni siquiera fueron conscientes cuando la adquirieron.
Mi recuerdo para A.S. Neill, quien introdujo a más de una generación en esa manera tan positiva de entender la educación, e hizo a muchos de sus lectores que deseáramos en algún momento el haber podido pertenecer en nuestra infancia a esa escuela tan especial llamada Summerhill, tal vez una fantasía, pero siempre un agradable sueño.