FOTOGRAFÍAS.


PULSA AQUÍ PARA VER LA GALERÍA DE FOTOS DE CABECERA.

ENTRADA SUGERIDA:

MIRAR ARRIBA, ADENTRO O ABAJO.

No sé si mirar arriba, adentro o abajo, porque lo que encuentro frente a mí es más de lo mismo, de lo mismo que yo soy quiero decir. ...

CUENTO INFANTIL: "LAS OLAS DEL MAR", POR PÓLUX


INTRODUCCIÓN.

                   Muchas son las sensaciones que pueden provocar en una persona reacciones intensas e inesperadas, emociones fuertes e incontroladas, de agrado o de temor, reacciones que tal vez antes no experimentó nunca. Pero de entre todas esas posibles sensaciones la más intensa, la que más puede dejar marcada a una persona, es el miedo. El miedo puede ser producido por algo real, que existe de verdad, o por algo imaginario, que nosotros mismos creamos, pero en ambos casos sus efectos pueden ser lo más terrorífico y maligno que exista.
                   Algunas personas creen que pueden evitar el miedo, que son valientes y no temen a nada, pero sólo les tiene que ocurrir alguna de las cosas que voy a relataros para darse cuenta de que una situación de terror puede llevarles hasta la locura, y en algunos casos, incluso más allá …

DEDICATORIA: esta historia se la dedico a Lucía, a quien envío un beso desde aquí, y también a los tres niños para quienes hace ya bastantes años fue escrita, Rai, Guillermo y María, a quienes tengo siempre presente.

"LAS OLAS DEL MAR". Parte 1.

                   Eladio tenía catorce años. Este año el curso no le había ido todo lo bien que le hubiera gustado a sus padres, pero él estaba contento porque las clases ya habían terminado. Y este verano iba a ser especial, él y su hermana Isabel, más pequeña, y sus padres por supuesto, iban a pasar quince días en la playa. Vivía en una gran ciudad, llena de coches y humos, de calles asfaltadas, y del ruido que produce toda gran ciudad. Sus padres habían decidido que ese verano cambiarían los coches por bicicletas, el humo por aire puro, las calles asfaltadas por caminos de tierra en medio del campo, y el ruido por la tranquilidad y el relajante rumor de las olas del mar. ¡ Cuánto se acordaría Eladio el resto de su vida del ruido de las olas !
                   Eladio tenía muchas ganas de hacer nuevos amigos, y si era posible amigas. El primer día de vacaciones estuvo en la playa bañándose, jugó al fútbol y anduvo en bicicleta, mucho para un mismo día, así que por la noche calló rendido en la cama. A pesar del cansancio no lograba conciliar el sueño, el rumor de las olas del mar, al que no estaba acostumbrado, resonaba en su cabeza. Cuando estaba a punto de dormirse le pareció escuchar, confundidas entre el rumor del mar, unas palabras que no llegó a entender. Fue como cuando alguien escucha la voz de un vecino entre las paredes, sabe que ha hablado algo, pero no se le acaba de entender por lo bajo y lejano que se escucha. A Eladio le pareció que había sido su imaginación, pero cuando estaba a punto de volverse a dormir le sucedió lo mismo otra vez, le pareció escuchar palabras mezcladas en el rumor del mar. Isabel, su hermana, Isa, como le solían llamar, dormía en la cama que estaba a su lado, así que pensó que le estaba gastando una broma.
- Isa - le llamó bajito Eladio.
Pero su hermana no contestaba.
- Isa, no te hagas la dormida, quieres asustarme, pero yo no soy tonto.
Isa seguía sin contestar, ¿se estaría haciendo de verdad la dormida?. Para averiguarlo se destapó y se acercó a ella. Su respiración parecía la de una persona dormida. Le tocó suavemente la oreja en la forma en que sabía que le producía unas cosquillas irresistibles, pero no se inmutó. Eso era una prueba de que estaba dormida. Con un movimiento rápido se acercó a la ventada, la cerró y echó del todo la persiana, y más rápido todavía se metió en la cama y se tapó hasta las orejas a pesar del calor que hacía. De esta manera apenas se escuchaba el rumor del mar, y así, sin querer pensar en lo que le había parecido escuchar, se durmió.
                   En los días siguientes aquello volvió a suceder cada noche. Sus padres no le hicieron mucho caso cuando él les dijo que por las noches escuchaba palabras entre el rumor del mar. "¿Qué dicen?", le preguntaban, "No sé, no las entiendo", respondía Eladio, "Pero entonces ¿cómo sabes que son palabras?", le seguían preguntando sus padres cada vez más incrédulos. Pensaron que su hijo no estaba acostumbrado al ruido de las olas, y que por eso le parecían a veces palabras.
                   Durante esos días Eladio conoció a unos muchachos en la playa de los que se hizo amigo, y comenzaron a salir por las noches. Solían ir a una plaza grande, donde había muchos bares, o al paseo marítimo, que, junto al mar, llegaba hasta el puerto, donde había menos gente y solían hacer de las suyas.
                   Una noche, cuando su hermana ya se había dormido y mientras escuchaba el ruido de las olas, le pareció oír una palabra más clara que las demás en el vaivén de las olas. Sus vellos se pusieron de punta. No ..., no ... Pensó que lo había imaginado, pero al instante lo volvió a escuchar, aún más nítidamente, y esta vez fue, lo recuerda aún, el primer momento en el que sintió verdadero miedo. Había escuchado ..., su nombre. Una voz, dulce y tenebrosa a la vez, había pronunciado su nombre. Pero no sólo eso, además parecía que le había llamado. Aquella noche lo pasó mal, pues estuvo casi todo el tiempo escuchando cómo aquella voz le llamaba.
                   La tarde siguiente se atrevió a contárselo a Alberto, uno de la pandilla que había conocido, del que se había hecho más amigo. Alberto le escuchó intrigado y le dijo:
- ¿Sabes?, el año pasado tuve un amigo al que también le ocurrió eso.
- ¿Entonces crees que me está pasando de verdad? - le preguntó Eladio esperanzado.
- Pues no sé, tío. Es una cosa muy rara, ¿por qué te va a llamar nadie?. Además, el amigo éste que te he dicho acabó siendo un estúpido, se marchó sin despedirse ni decir nada, y su padre hizo lo mismo. Mi abuelo dice que desaparecieron en el pinar, pero la verdad es que mi abuelo tiene la cabeza medio perdida, a veces dice que habla con su madre que murió hace más de treinta años. No sé, a lo mejor te lo imaginas y te parece que es verdad, o lo sueñas.
- Pero es que lo escucho de verdad, y me llama, y estoy despierto, seguro. De eso se da uno cuenta. Además es lo mismo que te contó tu amigo ese. ¿No te parece mucha coincidencia? A lo mejor desapareció de verdad por alguna razón que no sabemos - le contó Eladio queriendo convencerle.
- Desde luego es una coincidencia extraña - contestó Alberto-, pero ¿y qué?, no podemos hacer nada. También es verdad que tú, igual que ese amigo que te he dicho, venís de la ciudad y no estáis acostumbrados a escuchar el ruido de las olas, que puede ser muy llamativo para quien no está acostumbrado a su sonido.
                   De esa manera quedó zanjada la cuestión. Pero aquella misma noche, lo que le sucedió a Eladio le convenció aún más de que lo que oía en las olas era real.



"LAS OLAS DEL MAR". Parte 2.

    Su hermana, como de costumbre, se quedó dormida al poco de acostarse, "por qué no me dormiré yo igual de pronto", pensaba Eladio. El rumor del mar se oía como cada noche, pero poco a poco parecía que iba aumentando de intensidad. "Se habrá levantado viento y agita más el mar, formando olas grandes que suenan más", se dijo a si mismo. Mientras se decía esto escuchó en un susurro su nombre ..., “Eladio …, Eladio …”. Lo había oído perfectamente dos veces. Acto seguido escuchó:
- Ayúdame. Te necesito. Tengo que escapar o ... – un súbito aumento del ruido de las olas ahogó el final de la frase.
 Le pareció que la voz era la de un muchacho de su edad. Al poco aquella voz le volvió a hablar en susurros:
- Emaduya otrebla, emaduya, yos Ordep. Mañana al anochecer. Ven a la playa del pinar. Las sombras te acecharán. No temas, nada te harán. ! Ahhhhh ... !. Emaduya otrebla ..., yos Ordep, !ahhhhh ... !.
                   Ese último quejido volvió a confundirse con el ruido de las olas. Pero la voz siguió diciendo:
- Ayúdame. Ya no me queda tiempo. Pronto me habré ido para siempre. Mañana será mi última noche. Emaduya otrebla. Dile a tu amigo que no me marché sin despedirme, yos Ordep. Ayúdame, ayúdame, ayúdame ...
                   Poco a poco la voz se fue apagando. Rápidamente Eladio se lanzó hacia su hermana, zarandeándola hasta despertarla.
- ¿Lo has escuchado?, ¿lo has escuchado? - le preguntó mientras se despertaba.
- Déjame dormir, tonto -repuso Isa.
- Pero dime ¿lo has escuchado? - volvió a inquirirle su hermano.
- Pero si estoy dormida, que quieres que escuche - respondió Isa.
- Entonces ahora estamos despiertos, ¿no? - le preguntó Eladio.
- Pues claro que estamos despiertos. Y como no me dejes dormir ahora mismo se lo diré a papá y mamá y te vas a enterar -le dijo su hermana enfadada.
                   Aquello le tranquilizó, pues ya no podrían decir que estaba soñando, su propia hermana le había dicho que estaba despierto. Pero, "¿y si fuera que he soñado que mi hermana se despertaba y en realidad todo sigue siendo un sueño que parece realidad?", se preguntó volviéndose a intranquilizar. "Si mañana Isa recuerda que la desperté entonces será que todo ha sido realidad y no un sueño" se dijo a si mismo. De esta forma, mientras pensaba en todo lo que había escuchado, se durmió. Cuando se despertó a la mañana siguiente su hermana ya se había levantado. La escuchó con sus padres en la cocina. Estaban desayunando. De un salto se levantó y fue hacia ellos. Cuando entró en la cocina lo primero que dijo fue :
- Isa, ¿a que anoche te desperté muy tarde?.
A lo que Isa respondió quejándose :
- Mamá, el tonto de Eladio anoche, cuando era muy tarde, me despertó y me preguntaba tonterías. Quería asustarme diciéndome que había escuchado algo.
- ¡ Vaya con tu hermano !. Además ni nos ha dado los buenos días
-dijo la madre queriéndole quitar importancia.
- Eladio no asustes más a tu hermana - le dijo su padre.
- Pero papá, es que he vuelto a escuchar una voz, y esta vez sé lo que decía. Me llamaba y me pedía ayuda, y llamé a Isa para que viera que yo estaba despierto - le respondió Eladio.
- Pero hijo, no se oyen voces así por las buenas. Te parecerá que son de verdad, pero es tu imaginación la que las crea. Y mientras más te preocupes por esa voz más la oirás - le dijo muy serio su padre.
- Pero papá ...
- No quiero escuchar más lo de esa voz. Cómo sigas así nos tendremos que ir y llevarte al médico - le amenazó su padre.
Eladio se dio cuenta que insistiendo no conseguiría nada. Así que se calló y se marchó.
                   Aquella tarde les refirió a Alberto y a los demás lo que le había sucedido por la noche y la escena en la cocina por la mañana. Todos escucharon, sentados en el suelo, su relato con la boca abierta y muertos de miedo. Cuando terminó varios de sus amigos hablaron :
- A mí me pasa eso y me cago de miedo en la cama, pero que me cago de verdad - dijo uno de ellos.
- ¡ Jo, tío !, ¿no se te ocurrirá ir de noche por ese pinar?, conmigo no cuentes tío, yo no soy tan valiente - dijo otro muy impresionado.
- Y además rodeado de sombras. Yo tú olvidaba todo y me iba a dormir a una habitación que no tenga ventanas para no escuchar el ruido del mar - dijo un tercero.
- ¿Y qué es eso de emaduya no se qué? - preguntó otro.
- Es emaduya otrebla - dijo Eladio -, y no sé que significa.
Cuando todos se callaron Eladio se quedó mirando a Alberto, esperando a que éste dijese algo, pero Alberto estaba completamente blanco. Todos se percataron de que le sucedía algo, pero no hablaba. Eladio le preguntó:
- Alberto, ¿ahora tampoco crees que sea real lo que he escuchado?.
Pero Alberto seguía blanco, sin poder articular palabra. Todos le miraban esperando a que hablara. Por fin dijo:
- Sí que te creo. Ya no me cabe la menor duda. Si estás dispuesto a ir yo voy contigo. Si no, iré sólo.
- Estáis locos, ¿os vais a meter de noche en el pinar? - dijo uno de los amigos.
- ¿Por qué ayer dudabas y ahora de repente crees a ciencia cierta lo que te cuento, Alberto? - le preguntó Eladio-, ¿Acaso tiene algo que ver con lo que me dijo la voz sobre que le dijera a mi amigo que no se marchó sin despedirse?. El día anterior dijiste esas mismas palabras. ¿Por qué ahora no crees que pueda ser mi imaginación?.
- Porque hay algo más.
Todos miraban boquiabiertos a Alberto, ¿qué algo más había?. Alberto miró a Eladio y siguió hablando:
- Yo si sé lo que significa emaduya otrebla. Y sé quién es Ordep. El amigo que te conté que se marchó sin despedirse se llamaba Pedro. Sólo estuvimos juntos dos semanas, pero nos hicimos muy buenos amigos. Cuando estábamos solos teníamos la costumbre de pronunciar nuestros nombres al revés, y cuando había alguien delante y no queríamos que supieran lo que decíamos hablábamos al revés. Pedro se llamaba mi amigo, ¿sabéis cómo se pronuncia Pedro al revés?, es Ordep, y ¿sabéis cómo se pronuncia Alberto al revés?, es Otrebla, y ¿sabéis qué significa emaduya Otrebla?, no tenéis más que leer las palabras al revés, significan ayúdame Alberto.
Todos quedaron sin habla, y Eladio el primero. Después de un silencio que parecía que nunca iba a acabar Eladio dijo:
- A mí todo esto me da miedo. Soy incapaz de meterme de noche en el pinar. No sé qué puedan ser las sombras negras, me aterroriza toparme con una de ellas.
- Tienes razón - dijo uno de los amigos-, lo mejor es olvidarlo todo.
- Yo no puedo olvidarlo - dijo Alberto -. Yo pienso ir aunque sea solo. Pedro necesita ayuda y me la está pidiendo. Yo no voy a dejarle.
Eladio, mirándole a los ojo, le dijo a Alberto.
- Pero algo no me cuadra. Si te está pidiendo ayuda, ¿por qué no te habla a ti, sino a mí?. Ha recurrido a mí, Alberto, no a ti, es posible que tú solo no puedas hacer nada.
- El por qué no lo sé yo ni tú tampoco, por tanto no sé si puedo ayudarle o no, pero si no lo intento seguro que no le ayudaré. Si no quieres venir no vengas, pero no quiero escuchar más hablar de esto. Esta noche hay luna llena. A las diez en punto estaré al final del puerto, donde empieza el pinar. Si alguno estáis allí agradeceré no ir solo, pero si no, iré solo, y os juro que no me importa.
Alberto se levantó, les miró sin decir nada, se dio media vuelta y se marchó. Mientras lo hacía escuchaba a su espalda el murmullo de sus amigos:
- Está loco, le va a pasar algo.
- Yo no voy ni muerto.
- No podemos dejarle ir, habría que avisar a la policía o a sus padres, no sé.
- No seas tonto, avisar a la policía ... . Alberto no irá, eso te lo aseguro, al final se cagará de miedo y ya está. Mañana veremos ...

                                                    


"LAS OLAS DEL MAR". Parte 3.

Alberto estaba de pie, justo al inicio del pinar. Miró el reloj. Marcaba las diez en punto. Y estaba solo, no había aparecido ninguno de sus amigos. Tenía miedo, pero no se iba a echar atrás. Empezó a adentrarse en el pinar, andando despacio, con una linterna encendida. Cogió una pesada piedra que le llenaba toda la mano, así se sentía más seguro. Si algo le atacaba estaba dispuesto a usarla como arma. Las manos le temblaban, y su paso era indeciso, la verdad es que se veía muy mal con la linterna. De pronto notó una mano cogerle el hombro por detrás y tirar de él. Dio un grito asustado y se volvió.
- Maldita sea Eladio, vaya susto que me has dado, me ha faltado poco para chocarte con esto - dijo mientras le enseñaba la dura piedra en su mano.
- Perdona, al final me he decidido a venir. Te vi entrando en el pinar y te he seguido. Lo siento.
- Bien - continuó Alberto -, tenemos que andar un rato hacia adelante y después girar a la derecha, y ya estaremos en la playa, no está muy lejos.
- Apaga tu linterna - le dijo Eladio con seguridad.
- Entonces no vamos a ver nada - le replicó Alberto.
- Hazme caso y apágala.
                   Alberto apagó su linterna. Al principio no veían apenas nada, pero poco a poco, conforme sus ojos se adaptaban a la oscuridad, comenzaron a ver mejor. Al cabo de unos minutos veían mejor que con la linterna, pues la luz de la luna llena se filtraba entre los pinos e iluminaba lo suficiente para poder andar sin tropezar. De pronto Eladio escuchó moverse algo tras de sí. Apenas hizo el gesto de volverse cuando sintió como algo fuerte y frío le sujetaba por su brazo izquierdo y tiró de él. Sólo le dio tiempo a dar un grito fuerte pero entrecortado, pues algo le tapó la boca con violencia. Sintió que aquello le tiraba con fuerza y le arrastraba hacia el interior de los pinos. Alberto, que iba delante, se volvió rápidamente, pero tan sólo le dio tiempo a ver cómo una sombra se metía entre los pinos. Eladio, Eladio - le llamó -, pero Eladio no contestó.
                   Eladio estaba siendo llevado a lo más espeso del pinar. Por el camino, lo que le llevaba, o mejor dicho quien le llevaba, se paró de pronto, le amordazó la boca con un pañuelo y le puso una bolsa de tela sobre la cabeza. Le volvió a coger con fuerza sobre sus hombros y siguió caminando con tanta rapidez como antes. No podría haber dicho cuanto tiempo tardó en volverse a parar quien le llevaba, pero le pareció interminable.
- Conmigo estarás a salvo. Prométeme que no gritarás ni te moverás o no te quitaré la mordaza - dijo su raptor con una voz honda y profunda, con un extraño eco, como salida de una cueva.
                   Eladio asintió con la cabeza muerto de miedo. No sabía las intenciones de aquel hombre. No debían ser nada buenas por la manera en que le había cogido y arrastrado, pero entonces a qué venía ese "conmigo estarás a salvo". Aquel hombre le quitó la bolsa de la cabeza y el pañuelo de la boca. Eladio no podía ver apenas nada, sólo distinguía frente a él la forma poco definida de alguien grande, vestido con una capa oscura y una capucha que le tapaba totalmente la cara.
- Tienes que ayudarme, él está atrapado y tú puedes sacarle - dijo el hombre con su profunda voz.
- ¿Qui…, quién está…, está atrapado? - balbuceó Eladio.
- Tú eres parecido a él, y sólo alguien parecido puede liberarle de su pesadilla.
- ¿Qué puedo hacer…, hacer yo?, además…,  mi amigo…, mi amigo debe estar por aquí…, no puedo dejarle solo – siguió diciendo Eladio inseguro.
- Debes seguirme a la playa y olvidarte de tu amigo, él no puede ayudarle.
                   Eladio salió corriendo sin pensarlo, intentando escapar, pero sin saber cómo aquel hombre le agarró por el cuello con su fría mano y le dijo amenazante:
- No sabes el peligro que corres yendo solo. Las sombras acabarían contigo en un instante. Sólo conmigo estarás a salvo.
                   Eladio creía que las sombras no le harían nada, pero aquello pareció convencerle de que estaría más seguro con aquel hombre. A la vez aumentaba su preocupación por Alberto que andaba solo por el pinar. Caminó junto a aquel hombre unos diez minutos más y al fin vislumbraron la playa tras los pinos que tenían delante. Salieron del pinar y se detuvieron.
- Espera muchacho. No quites tu vista de las olas y escucha atentamente –dijo el hombre encapuchado.
                   Eladio miró temeroso las olas. De lejos, en su cuarto, le habían hecho pasar mucho miedo. Y ahora, de cerca, no quería ni pensar que podría pasar. Pero ya no podía dar marcha atrás, aquel hombre no se lo permitiría. Al principio las olas se sucedían normalmente iluminadas por la luna. Poco a poco le pareció que las olas formaban más espuma, pues se volvieron más blanquecinas, hasta que advirtió que en realidad las olas comenzaban a emitir un brillo blanco azulado por sí mismas. Era como si las olas brillaran al romper. A la vez que comenzaban a brillar empezó a escuchar un murmullo de fondo, algo irreconocible. El sonido fue en aumento hasta que pudo distinguir sin duda que se trataba de la mezcla de multitud de palabras pronunciadas en susurros por distintas voces. Aquel espectáculo era incomprensible. La playa comenzaba a distinguirse más nítidamente a la luz de las olas, y el sonido lo llenaba todo.
"las olas comenzaban a emitir un brillo blanco azulado por sí mismas ..."



                   Alberto escuchó un grito corto y miró hacia atrás, tan sólo le dio tiempo a ver cómo una sombra se metía entre los pinos, ¿dónde estaba Alberto? Había desaparecido, un momentos antes habían apagado las linternas y empezado a caminar y ahora ya no estaba. Le llamó varias veces por si era una broma, después siguió el rastro que le había parecido tomar Eladio y gritó varias veces su nombre. Eladio no aparecía. Alberto comenzó a preocuparse seriamente, ¿les habían estado acechando hasta que se llevaron a Eladio?, "¿me estarán acechando ahora a mí?", se preguntaba muerto de miedo Alberto. Le pareció ver que a pocos metros se abría un pequeño sendero. Venciendo el miedo que tenía y observando todo lo que le rodeaba por si algo se movía lo más mínimo, siguió el sendero unos metros para ver hacia donde podía ir. El sendero giraba y tomaba una dirección que bien podría llegar a la playa. Alberto decidió seguirlo, pues era más fácil seguir de noche y a oscuras un sendero que no ir por entre los pinos arañándose con los matorrales y teniéndolos que rodear a cada momento. Así que asió con fuerza la piedra que llevaba en su mano, dispuesto a usarla si hacía falta, y comenzó a seguir el sendero. Alberto anduvo un rato. A veces le parecía ver como una sombra por el rabillo del ojo, pero cuando se volvía nunca estaba allí. Quería pensar que eran las sombras que los pinos producían al ser iluminados por la Luna, pero en el fondo temía que se tratase de otra cosa, que alguien le estuviese siguiendo, el mismo que podría haberse llevado a Eladio. Ya calculaba que estaría cerca de la playa cuando le pareció notar una cierta luz azulada precisamente en la dirección de la playa. "¿Será Eladio que ha encendido su linterna para señalar dónde está?", pensó Alberto. Caminó ahora más despacio. La luz iba aumentando y cubría toda la franja situada hacia la playa. A Alberto le pareció que aquello no podía producirlo una linterna, así que extremó las precauciones y siguió andando despacio hasta que llegó a los últimos pinos antes de la playa, donde su detuvo.
                   Desde allí pudo ver que lo que realmente brillaba era la orilla, o mejor dicho, las olas al romper cerca de la orilla. Aquello le pareció muy extraño, y en verdad lo era. Entrecortadas entre el brillo de las olas le pareció vislumbrar dos figuras. Fijó la vista todo lo que pudo hasta que le pareció reconocer en la figura más pequeña a Eladio. En un momento en que éste se giró un poco, Alberto le reconoció con total seguridad. ¿Estaría en peligro?. Parecía que el hombre que estaba a su lado le hablaba y Eladio le respondía. No era una situación que pareciera alarmante. Así que se decidió a salir de los pinos al encuentro de Eladio y aclarar qué era lo que estaba sucediendo. En ese momento todo se oscureció. Una profunda negrura envolvió a Alberto. Vio dos puntos de luz blanca amarillenta e intentó dirigirse hacia ellos, pero de repente dos rayos de luz atravesaron sus ojos cegándole totalmente. Escuchó un fuerte zumbido a su alrededor y notó como si le empujaran hacia arriba, comenzó a gritar desesperado, pero el zumbido ahogaba el sonido de sus gritos, y Eladio no estaba lo suficientemente cerca como para oírle. Las fuerzas le faltaron, y ya sólo pudo abandonarse a su suerte.





"LAS OLAS DEL MAR". Parte 4.


                   Eladio seguía frente a la playa, junto al hombre, escuchando aquella música de susurros y sorprendido por el brillo del mar que iba en aumento.
El hombre le dijo:
-  Cierra un momento los ojos y vuélvelos a abrir.
                   Eladio cerró los ojos y en ese mismo instante el sonido de voces enmudeció como si dejara de existir todo lo que estaba sucediendo. Se escuchaba el normal ruido de las olas y de algún que otro animal nocturno del pinar. Esperó unos segundos y volvió a abrir los ojos. Lo que vio y oyó no podrá olvidarlo jamás. El sonido de voces entremezcladas irrumpió de repente, pero esta vez podía distinguir las palabras, "ven", "mírame", "ayúdame", "acércate y libérame", "tócame". De todas, la que más se pronunciaba era "ayúdame". Pero lo que más le impresionó fue lo que vio en las olas. El brillo era más azulado y dejaba entrever los rostros y cuerpos de lo que parecían personas, que arqueaban el cuerpo a la vez que las olas, siguiendo su movimiento, entremezclados unos con otros, como los sonidos. La silueta de los cuerpos se entrecortaba sobre el azul claro brillante de las olas. El brillo no era nítido y claro, sino granuloso y con las formas que la luz hace en el agua. Los cuerpos estiraban los brazos como si suplicaran ayuda a Eladio, que no entendía qué sucedía. Los rostros mostraban dolor y expresiones exageradas para ser humanos, estirando y comprimiendo los rasgos con el movimiento del agua. Los ojos, grandes y negros, transmitían la desesperanza y el dolor de quien sufre sabiendo que no va a obtener ayuda. Ese dolor caló en el corazón de Eladio, que preguntó al hombre qué hacían allí y cómo podía ayudarlos.
- Las sombras los pusieron aquí para siempre. Están atrapados, y sólo si te acercas a una ola y tocas a quien es como tú, podrás sacarle y liberarle.
- Pero ¿qué sombras?, ¿y quién es como yo? - le preguntó Eladio al hombre mirándole, intentando vislumbrar su rostro bajo la capucha.
- Las sombras han vivido aquí siempre. Su fuerza para vivir la roban a quienes atrapan en las olas. Así ha sido siempre y así seguirá siendo.
- Pero esto no puede ser, estas cosas no pasan, no puede ser realidad, no lo creo, no lo creo - gritó Eladio con desesperación.
- Acaso no crees lo que ven tus ojos. Mira delante de ti, ¿ves a aquel joven de tu edad que brilla más intensamente que los demás?, a él debes liberar. De entre todos sólo él es como tú. ¿Te parece eso mentira, irrealidad? Él ha sido quien te ha estado hablando todas estas noches. También eso te parecía irreal al principio, y sin embargo acabaste creyendo que sucedía de verdad. ¿No quieres comprobar si es verdad?, anda acércate y tócale, sólo con eso le liberarás. Es fácil comprobarlo, ¿no?, nada tienes que perder, si todo es irreal nada te sucederá.
                   Al decir esto Eladio vio dos puntos de brillo dentro de la capucha del hombre, lo que debían ser sus ojos. Era un intenso brillo blanco amarillento producido como por un diminuto punto. No dejaba de parecerle extraño. Aquel hombre no era normal. Se atrevió y le preguntó con cierto temor:
- ¿Y quién es usted?
- {Voz tétrica} Ni yo puedo explicártelo ni tú puedes entenderlo. Pero eso no debe preocuparte, tú libera a quien te he dicho y te podrás marchar tranquilamente.
                   Aquella respuesta sonaba algo amenazante, como si liberar a aquel muchacho fuera una condición para que Eladio pudiese salir de aquella situación tan extraña. La verdad era que Eladio no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Se sentía atrapado en aquella situación, así que se decidió por fin a hacer lo que aquel hombre le pedía. Comenzó a andar hacia el agua, hacia la figura de aquel muchacho que le pedía ayuda desesperadamente. Andaba lentamente, temeroso de cada paso que daba. Las figuras se veían cada vez más cerca. Ahora sus rostros, más que sufrimiento, denotaban ansia, un fuerte deseo de que les tocara, pero en vez de volverse los rostros más alegres o agradecidos por aquello se volvían más malévolos, como si ocultaran sus verdaderas intenciones. El rostro del muchacho se contorneaba desfigurándose continuamente, mostrando unas veces una cara deseosa de ser liberada y salir de allí y otras la cara de quien te desea el mayor mal. Aquello hizo a Eladio dudar de lo que estaba haciendo y se paró a pocos metros del agua. De forma instintiva se volvió y miró al hombre. Allí estaba, con sus dos puntos de luz bajo la caperuza. De pronto advirtió algo que le puso los pelos de punta. Detrás del hombre estaba el pinar, oscuro, y todo él lleno de pares de puntos luminosos, como los puntos de luz que marcaban los ojos del hombre. Durante unos instantes Eladio no supo qué pensar, hasta que al fin comprendió. Todo era un engaño, un maléfico engaño. El pinar estaba lleno de sombras y el hombre no era más que otra sombra. Y como si le hubiera leído el pensamiento, el hombre se despojó de la capa y la caperuza, mostrando una forma alargada y redondeada que se elevó en el aire y le gritó: "maldito, métete en el agua o lo haré yo". La sombra empezó a moverse hacia él. Recordó cómo antes, al cerrar los ojos, le había parecido que las cosas extrañas dejaban de suceder. Así que cerró los ojos y se dirigió al pinar. Advirtió de momento que al cerrarlos las voces volvían a enmudecer. Anduvo un poco más hacia el pinar y se paró. Tan sólo se escuchaba el ruido del mar con total normalidad. Abrió los ojos temeroso por lo que podría encontrarse. Vio que los puntos de luz, los ojos de las sombras, se arremolinaban envolviendo algo. Salieron del pinar hacia la playa. No estaban muy lejos y pudo ver entre las sombras a Alberto. El corazón le dio un vuelco, otro más, mejor dicho. Le habían atrapado. Le llevaban en volandas, a unos dos o tres metros sobre la arena. Le rodeaban, le levantaban y le arrastraban hacia la orilla del mar. Entonces Eladio comprendió que lo tirarían sobre las olas, y que allí sería de alguna manera "devorado" por las figuras de rostros desfigurados. En realidad era lo mismo que el hombre había intentado con él, que se metiera en el agua y tocara a uno de esos seres. Y si así era, Alberto estaba perdido, a no ser que ...








"LAS OLAS DEL MAR". Parte 5.

                 Eladio salió corriendo hacia las sombras que llevaban a Alberto y comenzó a gritarle "Alberto, Alberto, cierra los ojos, cierra los ojos", pero Alberto no podía escucharle, las sombras zumbaban a su alrededor como un enjambre de abejas. Eladio seguía corriendo hacia Alberto para acercarse más y que le escuchara. En ese momento Eladio vio todo negro. Era como si todo hubiese desaparecido, "¿qué pasa?" pensó. Vio dos puntos de luz, y de pronto dos rayos de luz atravesaron sus ojos por sorpresa causándole una dolorosa ceguera, dejándole sin fuerza. Quería cerrar los ojos y no podía. Y escuchó "ya eres mío". Se dio cuenta de que el hombre que le había llevado hasta allí, ahora una sombra sin disfraces, le había atrapado. Se llevó las manos a los ojos y se los tapó, pero los rayos de luz seguían penetrando en sus ojos a través de sus manos. Bajó un poco las manos y con la punta de los dedos se cerró los párpados. Ahora la luz dejó de cegarle y volvió a sentir fuerza en sus músculos. Sin abrir los ojos salió corriendo todo lo rápido que pudo. De pronto se acordó de Alberto y se paró en seco. No sabía hacia donde había corrido, si se había acercado o alejado de Alberto. Tenía que avisarle para que cerrara los ojos, pero entonces Eladio tendría que abrir los suyos para saber donde estaba Alberto, y corría el riesgo de que la sombra le atrapara otra vez. Pensó que si había escapado una vez de la sombra podría hacerlo otra vez. Así que abrió los ojos. El grupo de sombras que llevaba a Alberto estaba ahora más lejos de él, pero más cerca de la orilla. Sin saberlo había corrido en la dirección equivocada. Empezó a correr hacia Alberto, que estaba ya cerca del agua rodeado de sombras. Si se apresuraba le daría tiempo casi de alcanzarlo antes de que estuviera sobre el agua. Corría con todas sus fuerzas, como nunca antes lo había hecho. Y de repente, como antes, todo se oscureció. Pero al instante, y antes de ver los puntos de luz, Eladio cerró los ojos mientras seguía corriendo. Esta vez no sucedió nada. Cuando calculó que estaría cerca de Alberto aminoró la marcha y abrió los ojos. Alberto estaba delante suya, sostenido por las sombras. Empezó a gritarle otra vez "Alberto, Alberto, cierra los ojos, cierra los ojos, es la única manera de librarse". Entonces escuchó "socorro Eladio" pronunciado por Alberto. Eladio entonces gritó todo lo fuerte que pudo "Alberto, cierra los ojos", y de repente otra vez todo quedó oscuro. "Sin duda la sombra quiere atraparme otra vez", pensó. Pero Eladio cerró de nuevo los ojos y siguió gritando "Alberto cierra los ojos o te atraparán para siembre. Si no puedes cerrarlos ayúdate con los dedos, pero cierra los ojos, cierra los ojos". Repitió esto lo más fuerte que pudo hasta que escuchó que algo cayó en el agua. "Sería Alberto", pensó, le han debido de echar al agua para que le atrapen, pero no se atrevió a abrir los ojos, sabía que las sombras estaban muy cerca suya, así que siguió gritando "Alberto cierra los ojos, no los abras por nada, estoy aquí, ¿me oyes?".

Sombras en la noche.
                   Alberto se sentía perdido, no sabía donde estaba ni qué estaba pasando, le dolían lo ojos, sólo veía una luz cegadora y sus músculos estaban flojos. Le parecía que flotaba en el aire pero no acababa de creérselo. De pronto le pareció escuchar la voz de Eladio. No la distinguía bien. Siguió escuchado hasta que pudo distinguir su nombre. Sí, sí, Eladio decía su nombre y algo más. Por fin pudo escuchar "cierra los ojos". Pero no podía cerrarlos. Quería gritar y tampoco podía. ¿Qué estaba pasando?, ¿por qué Eladio le pedía que cerrara los ojos?. Seguía escuchando la voz de Eladio, y esta vez oyó: "Alberto cierra los ojos o te atraparán para siembre. Si no puedes cerrarlos ayúdate con los dedos, pero cierra los ojos, cierra los ojos". La voz de Eladio sonaba desesperada y ello le infundió a Alberto más temor todavía. Pensó que tenía que cerrar los ojos como fuera, así que haciendo un doloroso esfuerzo movió sus manos y consiguió cerrar sus párpados con los dedos. Al instante sintió que le volvían las fuerzas, pero a la vez se sintió caer. Y cayó en el agua. Sintió el frescor del agua en su cuerpo, y eso le ayudó a recobrar las fuerzas. No se atrevió a abrir los ojos. Se puso de pié, el agua le llegaba por el pecho. Escuchó la voz de Eladio otra vez. Esta vez era más clara y le decía : "Alberto cierra los ojos, no los abras por nada, estoy aquí, ¿me oyes?". Le sirvió para orientarse. Se dirigió hacia donde escuchó la voz de Eladio. Se paró para reunir algo de fuerza y gritó : "Eladio estoy aquí en el agua, voy hacia ti, tengo los ojos cerrados". Al escuchar Eladio la voz de Alberto y saber que había cerrado los ojos le inundó una gran alegría, y se dirigió hacia donde le había escuchado mientras le decía "Alberto voy hacia ti, no abras los ojos". Eladio sintió el frescor del agua y se detuvo temeroso. Sabía lo que había en el agua. Las sombras ya le habían engañado una vez, ¿por qué no podría ser la voz de Alberto un engaño para que él entrara en el agua y tal vez así atraparle más fácilmente?. Dio algunos pasos atrás y salió del agua. Alberto le dijo "¿dónde estás?, háblame para que pueda encontrarte". Eladio dudó, pero al final le habló. Al poco notó como alguien tropezaba con su cuerpo. "¿Alberto eres tú?", preguntó. Alberto se le abrazó casi llorando y le dijo "Vámonos de aquí, no sé que está pasando, pero vámonos de aquí". Se agarraron de la mano y salieron corriendo hacia donde Eladio calculaba que estaban los pinos. Mientras, Eladio le decía a Alberto: "no abras los ojos o te atraparán otra vez, aunque tropieces y te caigas no me sueltes ni abras los ojos". Al oír crujir las pinochas secas bajo sus pies supieron que ya estaban en el pinar. Al poco de entrar Eladio dio de frente contra un pino y cayó al suelo. Alberto tiró de él para levantarlo. Eladio se sintió mareado pero siguió corriendo. Chocaban, tropezaban, caían, se arañaban con las púas de los matorrales, pero seguían corriendo. Alberto dio de cabeza contra un pino y cayó al suelo, pero esta vez no se levantó, Eladio tiraba de él, pero comprendió que estaría inconsciente. Se dejó caer a su lado, agotado, desfallecido, mareado por el porrazo de antes, y perdió el conocimiento.


                   Ese es el último recuerdo que tenemos los dos de todo lo que pasó. Nos encontró la guardia civil a la mañana, antes de amanecer, inconscientes, llenos de moretones y porrazos. Nuestros padres habían denunciado nuestra desaparición cuando ya de madrugada, preocupados, hablaron con nuestros amigos y les dijeron la intención que tenía Alberto de ir al pinar aquella noche. Nosotros contamos lo que nos había pasado, pero claro, no hubo quien nos creyera. Ante la mofa de nuestros amigos decidimos no hablar nunca más delante de nadie de lo que nos pasó. Entre nosotros sí. Alberto nunca llegó a ver el rostro de las figuras que estaban en el agua, pero yo se lo he contado. El tiempo ha pasado y ya somos mayores, pero seguimos sin saber qué fue lo que pasó, y si pasó realmente. Jamás hemos vuelto a ese pinar. Lo que más curioso me resulta ahora es el hecho de que cerrando los ojos todo desapareciera. Eso es lo único que a veces me hace dudar de que todo sucediera realmente. Nunca he dejado de ver a Alberto, eso nos unió para siempre. Él anda investigando cosas raras, para encontrar una explicación, pero nunca ha encontrado un caso parecido al nuestro. Yo ya no busco explicaciones por que no sé qué creer. La verdad es que en cierta manera me gustaría que pudiera pasarme otra vez. No quisiera pasar otra vez por aquello, pero sí me gustaría, hoy, a mi edad, poder cerrar los ojos y que desaparecieran los problemas.

FIN

Safe Creative #1007080207489
Código de registro de la obra. 

No hay comentarios :

Publicar un comentario