Siempre andamos esperando de los
demás, creándonos expectativas nada realistas acerca de otros. Y son poco
realistas porque son “nuestras” expectativas, con “nuestros” parámetros, sobre
algo que no es nuestro y no se puede medir con nuestros parámetros. ¿No será,
pues, poco realista y estará equivocada nuestra expectativa?. ¿Por qué nos
empeñamos en esperar de otra persona el comportamiento que sólo nosotros, con
nuestros condicionamientos, creemos que debe tener? A veces los humanos somos
tan cortos de miras... Actuando así sólo conseguiremos sentirnos defraudados
cuando el otro no haga lo que esperamos, es decir, no cumpla nuestras
expectativas. ¡Como si el otro tuviera que vivir mirándose en nosotros, o bajo
nuestros criterios!. ¿Puede haber mayor necedad? (seguro que sí, si indagamos
un poco). ¿Por qué nos empeñamos en meternos en la vida de los demás, cuando
además, generalmente, no nos gusta que se metan en la nuestra? Andamos siempre
utilizando el doble rasero. Pero eso nos da una medida de nosotros mismos.
La mente
humana es una poderosa herramienta, pero lo mismo que la hace poderosa la hace
débil. Es como la actitud inteligente de analizarlo todo y no presuponer nada.
Principalmente ayudará a tener una concepción más clara del mundo y de la
realidad, a conocer los propios límites, a sacar conclusiones más fiables y
operativas, a tener criterio propio, pero en ocasiones retrasará la comprensión
de determinadas circunstancias respecto del ignorante, quien incapaz de una mirada
reflexiva opera de forma inmediata e irreflexiva con su prejuicio pero acierta.
El
prejuicio existe porque es una de las mil maneras en que la mente se vale de
una simplificación de la realidad para ser más operativa. Por la misma razón
que existe el prejuicio somos también capaces de reconocer formas aún estando
incompletas (por ejemplo ver un disco donde sólo hay dos arcos de
circunferencia, una capacidad más valiosa de lo que parece), o de mirar la
realidad sin que un aluvión de estímulos colapse nuestro pensamiento, o de
tener expectativas que nos ayuden a afrontar los posibles peligros futuros con
más seguridad. Creo que la mente “simplifica” dentro de unos límites de
fiabilidad para operar con más rapidez y seguridad. Es como si hubiera llegado
a un cierto equilibrio entre la fiabilidad de interpretar el mundo y la
capacidad de operar con rapidez frente a él, si es muy fiable es menos
operativa (por la cantidad de datos y elaboración de ellos que sería
necesaria), y si es muy operativa empieza a ser poco fiable (por los pocos
datos a tener en cuenta o la poca elaboración de ellos).
El
prejuicio, como la expectativa, además de simplificación es una elaboración
mental en la que se toman elementos pasados de nuestra experiencia para
extrapolarlos al fututo y estar preparados frente a éste. Pero eso cuando sea
necesario, no siempre, que es lo que los hace inútiles. Cuando no tenemos otros
elementos, nos hacemos una idea de otra persona con los elementos que tenemos a
mano (prejuicio, expectativa), pero cuando ya tenemos conocimiento propio
huelgan las proyecciones y las reducciones que suponen dichos prejuicio y
expectativa.
Aceptado
que entendemos que así, fundamentalmente, funciona nuestra mente, tendremos en
cuenta la fabulosa capacidad de autorregulación de ésta, no sólo en los
procesos de los que no somos conscientes, sino también en los conscientes, y
especialmente éstos, porque nos dan la posibilidad de modificar o flexibilizar
algunos parámetros mentales adaptándolos a la funcionalidad que queremos. Es
decir, podemos ejercer la voluntad para modificar determinadas operaciones
mentales que hacemos automáticamente por comodidad pero que se pueden
optimizar. Y una de ellas es el prejuicio. Lo malo de éste no es que exista,
porque hay una razón para ello (el motivo antes referido sobre la operatividad
de la mente), sino que su función se automatice hasta el punto de dejar de ser
operativa. Hay que analizar cada situación y saber cuando un prejuicio puede
ser utilizado para obtener una compensación de la simplificación mental que
supone, pero no usarlo de forma indiscriminada, como manera de conocimiento,
porque sólo conseguiremos ser crueles con otras personas a las que sólo
conoceremos por las etiquetas que les pongamos o les hayan puesto otros.
Con las
expectativas que nos creamos sobre los demás ocurre algo similar a lo que
sucede con los prejuicios.
Sí, nuestra especie es
inteligente, pero también necia desde el momento en que no sabe gestionar su
inteligencia. Lo peor de ser necio es que cuando lo somos no nos damos cuenta, y
si nos damos cuenta de que lo estamos siendo y no cambiamos … entonces ya es
que somos … ¿idiotas sería la palabra?. La mejor actitud frente al necio, la
ignorancia, y frente al idiota, la lejanía.
Creo que nadie querría estar con
gente que nos va a valorar o a querer no por lo que seamos capaces de
demostrar, sino por la idea preconcebida que tengan sobre nosotros. ¿A que así
conocemos a mucha gente y a mucha familia? Pues cuidado, porque a veces esas
personas … somos nosotros mismos.