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martes, 22 de mayo de 2012

LAS OLAS DEL MAR (PARTE 5), por Pólux


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Código de registro de la obra. 








DEDICATORIA: esta historia se la dedico a Lucía, a quien envío un beso desde aquí, y también a los tres niños para quienes hace ya bastantes años fue escrita, Rai, Guillermo y María, a quienes tengo siempre presente.


"LAS OLAS DEL MAR". Parte 5.

                 Eladio salió corriendo hacia las sombras que llevaban a Alberto y comenzó a gritarle "Alberto, Alberto, cierra los ojos, cierra los ojos", pero Alberto no podía escucharle, las sombras zumbaban a su alrededor como un enjambre de abejas. Eladio seguía corriendo hacia Alberto para acercarse más y que le escuchara. En ese momento Eladio vio todo negro. Era como si todo hubiese desaparecido, "¿qué pasa?" pensó. Vio dos puntos de luz, y de pronto dos rayos de luz atravesaron sus ojos por sorpresa causándole una dolorosa ceguera, dejándole sin fuerza. Quería cerrar los ojos y no podía. Y escuchó "ya eres mío". Se dio cuenta de que el hombre que le había llevado hasta allí, ahora una sombra sin disfraces, le había atrapado. Se llevó las manos a los ojos y se los tapó, pero los rayos de luz seguían penetrando en sus ojos a través de sus manos. Bajó un poco las manos y con la punta de los dedos se cerró los párpados. Ahora la luz dejó de cegarle y volvió a sentir fuerza en sus músculos. Sin abrir los ojos salió corriendo todo lo rápido que pudo. De pronto se acordó de Alberto y se paró en seco. No sabía hacia donde había corrido, si se había acercado o alejado de Alberto. Tenía que avisarle para que cerrara los ojos, pero entonces Eladio tendría que abrir los suyos para saber donde estaba Alberto, y corría el riesgo de que la sombra le atrapara otra vez. Pensó que si había escapado una vez de la sombra podría hacerlo otra vez. Así que abrió los ojos. El grupo de sombras que llevaba a Alberto estaba ahora más lejos de él, pero más cerca de la orilla. Sin saberlo había corrido en la dirección equivocada. Empezó a correr hacia Alberto, que estaba ya cerca del agua rodeado de sombras. Si se apresuraba le daría tiempo casi de alcanzarlo antes de que estuviera sobre el agua. Corría con todas sus fuerzas, como nunca antes lo había hecho. Y de repente, como antes, todo se oscureció. Pero al instante, y antes de ver los puntos de luz, Eladio cerró los ojos mientras seguía corriendo. Esta vez no sucedió nada. Cuando calculó que estaría cerca de Alberto aminoró la marcha y abrió los ojos. Alberto estaba delante suya, sostenido por las sombras. Empezó a gritarle otra vez "Alberto, Alberto, cierra los ojos, cierra los ojos, es la única manera de librarse". Entonces escuchó "socorro Eladio" pronunciado por Alberto. Eladio entonces gritó todo lo fuerte que pudo "Alberto, cierra los ojos", y de repente otra vez todo quedó oscuro. "Sin duda la sombra quiere atraparme otra vez", pensó. Pero Eladio cerró de nuevo los ojos y siguió gritando "Alberto cierra los ojos o te atraparán para siembre. Si no puedes cerrarlos ayúdate con los dedos, pero cierra los ojos, cierra los ojos". Repitió esto lo más fuerte que pudo hasta que escuchó que algo cayó en el agua. "Sería Alberto", pensó, le han debido de echar al agua para que le atrapen, pero no se atrevió a abrir los ojos, sabía que las sombras estaban muy cerca suya, así que siguió gritando "Alberto cierra los ojos, no los abras por nada, estoy aquí, ¿me oyes?".

Sombras en la noche.
                   Alberto se sentía perdido, no sabía donde estaba ni qué estaba pasando, le dolían lo ojos, sólo veía una luz cegadora y sus músculos estaban flojos. Le parecía que flotaba en el aire pero no acababa de creérselo. De pronto le pareció escuchar la voz de Eladio. No la distinguía bien. Siguió escuchado hasta que pudo distinguir su nombre. Sí, sí, Eladio decía su nombre y algo más. Por fin pudo escuchar "cierra los ojos". Pero no podía cerrarlos. Quería gritar y tampoco podía. ¿Qué estaba pasando?, ¿por qué Eladio le pedía que cerrara los ojos?. Seguía escuchando la voz de Eladio, y esta vez oyó: "Alberto cierra los ojos o te atraparán para siembre. Si no puedes cerrarlos ayúdate con los dedos, pero cierra los ojos, cierra los ojos". La voz de Eladio sonaba desesperada y ello le infundió a Alberto más temor todavía. Pensó que tenía que cerrar los ojos como fuera, así que haciendo un doloroso esfuerzo movió sus manos y consiguió cerrar sus párpados con los dedos. Al instante sintió que le volvían las fuerzas, pero a la vez se sintió caer. Y cayó en el agua. Sintió el frescor del agua en su cuerpo, y eso le ayudó a recobrar las fuerzas. No se atrevió a abrir los ojos. Se puso de pié, el agua le llegaba por el pecho. Escuchó la voz de Eladio otra vez. Esta vez era más clara y le decía : "Alberto cierra los ojos, no los abras por nada, estoy aquí, ¿me oyes?". Le sirvió para orientarse. Se dirigió hacia donde escuchó la voz de Eladio. Se paró para reunir algo de fuerza y gritó : "Eladio estoy aquí en el agua, voy hacia ti, tengo los ojos cerrados". Al escuchar Eladio la voz de Alberto y saber que había cerrado los ojos le inundó una gran alegría, y se dirigió hacia donde le había escuchado mientras le decía "Alberto voy hacia ti, no abras los ojos". Eladio sintió el frescor del agua y se detuvo temeroso. Sabía lo que había en el agua. Las sombras ya le habían engañado una vez, ¿por qué no podría ser la voz de Alberto un engaño para que él entrara en el agua y tal vez así atraparle más fácilmente?. Dio algunos pasos atrás y salió del agua. Alberto le dijo "¿dónde estás?, háblame para que pueda encontrarte". Eladio dudó, pero al final le habló. Al poco notó como alguien tropezaba con su cuerpo. "¿Alberto eres tú?", preguntó. Alberto se le abrazó casi llorando y le dijo "Vámonos de aquí, no sé que está pasando, pero vámonos de aquí". Se agarraron de la mano y salieron corriendo hacia donde Eladio calculaba que estaban los pinos. Mientras, Eladio le decía a Alberto: "no abras los ojos o te atraparán otra vez, aunque tropieces y te caigas no me sueltes ni abras los ojos". Al oír crujir las pinochas secas bajo sus pies supieron que ya estaban en el pinar. Al poco de entrar Eladio dio de frente contra un pino y cayó al suelo. Alberto tiró de él para levantarlo. Eladio se sintió mareado pero siguió corriendo. Chocaban, tropezaban, caían, se arañaban con las púas de los matorrales, pero seguían corriendo. Alberto dio de cabeza contra un pino y cayó al suelo, pero esta vez no se levantó, Eladio tiraba de él, pero comprendió que estaría inconsciente. Se dejó caer a su lado, agotado, desfallecido, mareado por el porrazo de antes, y perdió el conocimiento.


                   Ese es el último recuerdo que tenemos los dos de todo lo que pasó. Nos encontró la guardia civil a la mañana, antes de amanecer, inconscientes, llenos de moretones y porrazos. Nuestros padres habían denunciado nuestra desaparición cuando ya de madrugada, preocupados, hablaron con nuestros amigos y les dijeron la intención que tenía Alberto de ir al pinar aquella noche. Nosotros contamos lo que nos había pasado, pero claro, no hubo quien nos creyera. Ante la mofa de nuestros amigos decidimos no hablar nunca más delante de nadie de lo que nos pasó. Entre nosotros sí. Alberto nunca llegó a ver el rostro de las figuras que estaban en el agua, pero yo se lo he contado. El tiempo ha pasado y ya somos mayores, pero seguimos sin saber qué fue lo que pasó, y si pasó realmente. Jamás hemos vuelto a ese pinar. Lo que más curioso me resulta ahora es el hecho de que cerrando los ojos todo desapareciera. Eso es lo único que a veces me hace dudar de que todo sucediera realmente. Nunca he dejado de ver a Alberto, eso nos unió para siempre. Él anda investigando cosas raras, para encontrar una explicación, pero nunca ha encontrado un caso parecido al nuestro. Yo ya no busco explicaciones por que no sé qué creer. La verdad es que en cierta manera me gustaría que pudiera pasarme otra vez. No quisiera pasar otra vez por aquello, pero sí me gustaría, hoy, a mi edad, poder cerrar los ojos y que desaparecieran los problemas.


FIN

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