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lunes, 21 de mayo de 2012

LAS OLAS DEL MAR (PARTE 4), por Pólux.


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Código de registro de la obra. 








DEDICATORIA: esta historia se la dedico a Lucía, a quien envío un beso desde aquí, y también a los tres niños para quienes hace ya bastantes años fue escrita, Rai, Guillermo y María, a quienes tengo siempre presente.

"LAS OLAS DEL MAR". Parte 4.


                   Eladio seguía frente a la playa, junto al hombre, escuchando aquella música de susurros y sorprendido por el brillo del mar que iba en aumento.
El hombre le dijo:
-  Cierra un momento los ojos y vuélvelos a abrir.
                   Eladio cerró los ojos y en ese mismo instante el sonido de voces enmudeció como si dejara de existir todo lo que estaba sucediendo. Se escuchaba el normal ruido de las olas y de algún que otro animal nocturno del pinar. Esperó unos segundos y volvió a abrir los ojos. Lo que vio y oyó no podrá olvidarlo jamás. El sonido de voces entremezcladas irrumpió de repente, pero esta vez podía distinguir las palabras, "ven", "mírame", "ayúdame", "acércate y libérame", "tócame". De todas, la que más se pronunciaba era "ayúdame". Pero lo que más le impresionó fue lo que vio en las olas. El brillo era más azulado y dejaba entrever los rostros y cuerpos de lo que parecían personas, que arqueaban el cuerpo a la vez que las olas, siguiendo su movimiento, entremezclados unos con otros, como los sonidos. La silueta de los cuerpos se entrecortaba sobre el azul claro brillante de las olas. El brillo no era nítido y claro, sino granuloso y con las formas que la luz hace en el agua. Los cuerpos estiraban los brazos como si suplicaran ayuda a Eladio, que no entendía qué sucedía. Los rostros mostraban dolor y expresiones exageradas para ser humanos, estirando y comprimiendo los rasgos con el movimiento del agua. Los ojos, grandes y negros, transmitían la desesperanza y el dolor de quien sufre sabiendo que no va a obtener ayuda. Ese dolor caló en el corazón de Eladio, que preguntó al hombre qué hacían allí y cómo podía ayudarlos.
- Las sombras los pusieron aquí para siempre. Están atrapados, y sólo si te acercas a una ola y tocas a quien es como tú, podrás sacarle y liberarle.
- Pero ¿qué sombras?, ¿y quién es como yo? - le preguntó Eladio al hombre mirándole, intentando vislumbrar su rostro bajo la capucha.
- Las sombras han vivido aquí siempre. Su fuerza para vivir la roban a quienes atrapan en las olas. Así ha sido siempre y así seguirá siendo.
- Pero esto no puede ser, estas cosas no pasan, no puede ser realidad, no lo creo, no lo creo - gritó Eladio con desesperación.
- Acaso no crees lo que ven tus ojos. Mira delante de ti, ¿ves a aquel joven de tu edad que brilla más intensamente que los demás?, a él debes liberar. De entre todos sólo él es como tú. ¿Te parece eso mentira, irrealidad? Él ha sido quien te ha estado hablando todas estas noches. También eso te parecía irreal al principio, y sin embargo acabaste creyendo que sucedía de verdad. ¿No quieres comprobar si es verdad?, anda acércate y tócale, sólo con eso le liberarás. Es fácil comprobarlo, ¿no?, nada tienes que perder, si todo es irreal nada te sucederá.
                   Al decir esto Eladio vio dos puntos de brillo dentro de la capucha del hombre, lo que debían ser sus ojos. Era un intenso brillo blanco amarillento producido como por un diminuto punto. No dejaba de parecerle extraño. Aquel hombre no era normal. Se atrevió y le preguntó con cierto temor:
- ¿Y quién es usted?
- {Voz tétrica} Ni yo puedo explicártelo ni tú puedes entenderlo. Pero eso no debe preocuparte, tú libera a quien te he dicho y te podrás marchar tranquilamente.
                   Aquella respuesta sonaba algo amenazante, como si liberar a aquel muchacho fuera una condición para que Eladio pudiese salir de aquella situación tan extraña. La verdad era que Eladio no entendía nada de lo que estaba sucediendo. Se sentía atrapado en aquella situación, así que se decidió por fin a hacer lo que aquel hombre le pedía. Comenzó a andar hacia el agua, hacia la figura de aquel muchacho que le pedía ayuda desesperadamente. Andaba lentamente, temeroso de cada paso que daba. Las figuras se veían cada vez más cerca. Ahora sus rostros, más que sufrimiento, denotaban ansia, un fuerte deseo de que les tocara, pero en vez de volverse los rostros más alegres o agradecidos por aquello se volvían más malévolos, como si ocultaran sus verdaderas intenciones. El rostro del muchacho se contorneaba desfigurándose continuamente, mostrando unas veces una cara deseosa de ser liberada y salir de allí y otras la cara de quien te desea el mayor mal. Aquello hizo a Eladio dudar de lo que estaba haciendo y se paró a pocos metros del agua. De forma instintiva se volvió y miró al hombre. Allí estaba, con sus dos puntos de luz bajo la caperuza. De pronto advirtió algo que le puso los pelos de punta. Detrás del hombre estaba el pinar, oscuro, y todo él lleno de pares de puntos luminosos, como los puntos de luz que marcaban los ojos del hombre. Durante unos instantes Eladio no supo qué pensar, hasta que al fin comprendió. Todo era un engaño, un maléfico engaño. El pinar estaba lleno de sombras y el hombre no era más que otra sombra. Y como si le hubiera leído el pensamiento, el hombre se despojó de la capa y la caperuza, mostrando una forma alargada y redondeada que se elevó en el aire y le gritó: "maldito, métete en el agua o lo haré yo". La sombra empezó a moverse hacia él. Recordó cómo antes, al cerrar los ojos, le había parecido que las cosas extrañas dejaban de suceder. Así que cerró los ojos y se dirigió al pinar. Advirtió de momento que al cerrarlos las voces volvían a enmudecer. Anduvo un poco más hacia el pinar y se paró. Tan sólo se escuchaba el ruido del mar con total normalidad. Abrió los ojos temeroso por lo que podría encontrarse. Vio que los puntos de luz, los ojos de las sombras, se arremolinaban envolviendo algo. Salieron del pinar hacia la playa. No estaban muy lejos y pudo ver entre las sombras a Alberto. El corazón le dio un vuelco, otro más, mejor dicho. Le habían atrapado. Le llevaban en volandas, a unos dos o tres metros sobre la arena. Le rodeaban, le levantaban y le arrastraban hacia la orilla del mar. Entonces Eladio comprendió que lo tirarían sobre las olas, y que allí sería de alguna manera "devorado" por las figuras de rostros desfigurados. En realidad era lo mismo que el hombre había intentado con él, que se metiera en el agua y tocara a uno de esos seres. Y si así era, Alberto estaba perdido, a no ser que ...


Continuará.

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