Buen fin de semana.
La gaviota de la fotografía de portada de hoy parece mirarnos fijamente, como si la hubiéramos molestado, y es que no hay que olvidar que hace algunos años esa barandilla no estaba y en su lugar la gaviota tenía su hábitat. No es raro, pues, que nos mire recelosa.
Y mañana procuraremos traeros un nuevo artículo de un colaborador. Pero aún hoy lo está ultimando, así, que tendremos que esperar a mañana.
¡Hay tantas cosas que no se pueden decir! La primera censura que lo impide es nuestra propio concepto de lo no aceptado socialmente, la segunda nuestro miedo a la reprobación social, y la tercera la realidad social que efectivamente la ejerce.
Por ejemplo, que una persona de noventa años diga que está cansada, no sólo físicamente sino también cansada de vivir, se admitiría sin problemas, pero que lo diga alguien con 40 años sería reprobable, pues la idea social imperante sería que la vida es algo bueno que hay que aprovechar y disfrutar, por lo tanto resulta chocante que alguien con esa edad diga que está cansado de vivir.
No puede ser, estará enfermo o depresivo. ¡Cuán esclavos somos de nuestros propios prejuicios! El primer gran obstáculo que encontramos para expresarnos no son los demás ni lo social, sino nosotros mismos. Pero por una y otra razón, ¡hay tantas cosas que no se pueden decir! Procuraremos irnos en silencio.
Por Cástor y Pólux.