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sábado, 15 de febrero de 2014

VIVIR "DE PRESTADO".

Bienvenidos al fin de semana.

Hoy os dejamos nuevas sugerencias para la semana. Para buscar antiguos contenidos podéis usar el buscador que está en la pare superior del lateral derecho o las etiquetas del lateral izquierdo.

Para mañana domingo estamos ultimando una nueva colaboración, así que aún no la adelantamos, no sea que se nos quede colgada. Esperamos poder contar con ella.

Recordamos aquéllos dos abuelos ya mayores, repasando una y otra vez sus recuerdos y haciendo balance de sus vidas. Llegaban siempre a la misma conclusión: vivían ya "de prestado" en una época que no era la suya. Él parecí vivir esa sensación más honda que ella.

Que no era su época parecía evidente a la vista de sus cerca de noventa años, aunque la edad no deja de ser algo relativo, pues recordamos como él, unos años mayor que ella, se implicaba en los temas sociales y políticos, dando su opinión mientras escuchaba las noticias en la televisión o en la radio. En ese sentido siempre fue un hombre de su tiempo, pero sólo en ese, pues sentía a esa edad que el final de su vida ya había llegado. Nadie quiere morirse y el abuelo no era menos por más que lo tuviera asumido.

Y que vivían ya de prestado era una obviedad, sobre todo para él. Años atrás había visto como sus amigos y familiares de edad parecida a la suya habían ido muriendo como ley de vida. Poco después no quedaba ya nadie de su edad y comenzaron a fallecer allegados más jóvenes, por lo que decía que estaba en "primera fila". Cada vez se sentía más sólo, pues la diferencia de edad de los que fallecían y la suya era cada vez mayor, y entonces fue cuando comenzó a sentir y decir aquello de que vivía "de prestado".

Estuvieron viviendo "de prestado" algunos años más, con esa sensación de que la vida ya les había pasado, pero aferrándose a ella como lo único cierto que les quedaba. De alguna manera estuvieron condenados a vivir, como nos referíamos el jueves en nuestra reflexión.

Recordamos con cariño aquella abuela y aquel abuelo, tan propios de una época ya ajena para nosotros, la guerra y la postguerra, que transmitían su pasión por sus vivencias como único recurso para recordar sus vidas.

Por Cástor y Pólux.


viernes, 14 de febrero de 2014

LA ATENCIÓN AL PÚBLICO.

La atención al público es una actividad laboral que aún hoy suele valorarse escasamente. Pero así como cada trabajo, por simple que parezca, requiere cierta especialización, la atención al público también la requiere, hasta el punto, diríamos nosotros, de hacerse imprescindible, más que en otros casos.

Quien ha atendido al público sabe cuán difícil es satisfacer las peticiones, en ocasiones excesivas, de los clientes. Pero también es cierto que la mayor dificultad para una buena atención proviene principalmente de la ineptitud y la falta de profesionalidad de la persona que atiende. El talante personal es muy importante.

Pudiera creerse ya desterrada aquella figura de ventanilla del "vuelva usted mañana". Pues no, y ello porque la buena atención al público sigue dependiendo más de la actitud de quien atiende que de los buenos medios de los que se pueda disponer para esa atención. Es penoso encontrarnos aún hoy día con personas que te tratan con la punta del pie, y peor aún a quien más lo necesita (mayores, discapacitados, analfabetos -que aún los hay-...). Volvemos a la falta de ese respeto que tanto valoramos.

En fin, una vergüenza que haya personas que declaren abiertamente estar hartas del público al que deben atender, cuando además tratan a ese público sin respeto ni dignidad, como algo molesto. Ni siquiera son capaces de darse cuenta de que los molestos son ellos, incapaces de asumir su propia frustración, la que torpemente vuelcan sobre ese público que les aguanta a veces estoicamente.

Y es que somos humanos, demasiado humanos.

Hoy repetimos una de las fotografías que más ha gustado de los últimos dos meses, pues un error, advertido en el último momento, en el archivo de la que íbamos a publicar hoy nos ha impedido hacerlo.

Por Cástor y Pólux.


jueves, 13 de febrero de 2014

CONDENADOS A VIVIR.

La muerte nos golpea con crudeza, pero la vida también y más. La muerte es término y el dolor se agota en ella misma, pero la vida es continuación y el dolor perdura incrustado en la carne y en la mente. Morir es, en este sentido, liberación, la vida, condena. ¿Por qué deseamos, pues, vivir por encima de todo?

En primer lugar porque no todo en la vida es dolor (de ser así sería insoportable). Y en segundo lugar, lo más importante, porque tenemos un instinto de supervivencia como individuos y como especie que nos impulsa hacia la vida. Si no fuera así seguramente ya no existiríamos. Ese impulso, innato, es una orden escrita en nuestro interior a la que no podemos sustraernos, es parte del propio código genético que nos determina y por tanto nos obliga.

Mantenerse con vida tiene, pues, tanto mérito como el que la sangre circule por nuestro interior, pero afrontarla es ya otra cosa, eso sí que depende de nosotros. Vivimos porque estamos vivos, pero podemos vivir mejor o peor, con nosotros y con los demás, y ese es el verdadero arte de vivir.

Por Cástor y Pólux.


miércoles, 12 de febrero de 2014

CONTROL, ANTICIPACIÓN Y NORMALIDAD.

Y llegamos al ecuador de la semana. Y al ecuador de la vida. y al ecuador de nuestros propósitos... Parece que todo tiene un ecuador. ¡Ay!, esa costumbre tan humana de ponerle nombres o límites a todo. Es una forma de acotar la realidad que nos rodea y sentirnos más protegidos, más seguros.

Hemos de sentir que controlamos no ya nuestra propia vida, sino, lo que es más importante, aquello que nos es ajeno y por tanto no depende de nosotros. De ahí la anticipación del futuro, que no es más que la necesidad de controlar lo que sentimos que no controlamos. Pero todo tiene su término medio. Cuando el control y la anticipación nos esclaviza comienza a no producir el efecto deseado, el de sentirnos más protegidos y seguros. El exceso de control y anticipación nos produce un estrés y una dependencia de tales actos que nos hace más inseguros y desprotegidos.

La complejidad de la mente humana juega constantemente a favor y en contra, y es difícil sustraerse a ese juego de excesos que la propia mente favorece. La normalidad en psicología es un término muy relativo, pues la línea que separa lo normal de lo que no lo es no sólo es difusa, es también especialmente intrincada, como una línea quebrada que sale y entra de los límites que suponemos normales, como las raíces del pino que centra la fotografía de cabecera de hoy.

Por Cástor y Pólux.


martes, 11 de febrero de 2014

FELICIDADES (ATRASADAS), GUILLERMOS Y GUILLERMINAS.

Ayer fue el santo de los Guillermos y Guillerminas, y resulta que en nuestra familia hay varios miembros así llamados, y en distintas generaciones como suele ser costumbre. Una abuela, tíos, una prima y sobrinos, que recordemos así de momento, han llevado o llevan ese nombre. Así que...



¡¡¡¡ F E L I C I D A D E S !!!!



Vamos con un día de retraso, pero seguro que nos lo perdonan. Y como siempre que felicitamos a alguien, hemos llamado a los monstruitos bailones para que nos amenicen el blog. Y ahí están...


En nuestra tierra siempre ha tenido más tradición el santo que el cumpleaños. Así fue con nuestros abuelos y padres, pero con las generaciones más jóvenes la influencia externa está cambiando las costumbres, como ya está sucediendo (en algunos casos cabría decir que ya ha sucedido), con los Reyes Magos, Halloween, el propio lenguaje y tantas otras cosas. La identidad de los pueblos se va diluyendo con la globalización.

Mantener las tradiciones es una manera de mantener viva la memoria de un pueblo, pero no nos engañamos, sabemos que es una lucha perdida. También es cierto que no somos especialmente tradicionalistas, más bien incluso al contrario, pero entendemos que todo debe tener su lugar y su momento, y concepciones distintas no tienen por qué ser contradictorias.

Pero el devenir de esta cultura globalizada y globalizante que nos empuja es una corriente imparable, para bien o para mal.

Por cierto, de los muchos santos Guillermos que hay a lo largo del año, ayer se celebró el de San Guillermo el Grande, ermitaño de Maleval, Italia, 1157. Si queréis saber más de él os dejamos aquí un enlace a un texto algo extenso pero bastante completo:

San Guillermo el Grande.

Por Cástor y Pólux.


lunes, 10 de febrero de 2014

LA MELANCOLÍA.

La melancolía puede llegar a ser un sentimiento intenso, capaz de producir fuertes emociones.

El diccionario de la Real Academia Española la define como "tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada". Nosotros haríamos hincapié en "tristeza vaga" y en "profunda, sosegada y permanente". Entendemos, pues, que la melancolía es un estado ("permanente") que afecta al ánimo y que no está definido por un hecho concreto ("tristeza vaga").

La melancolía parece la exteriorización de un dolor cuya causa no es consciente, de una desazón o de una falta de aceptación de uno mismo. La melancolía produce un dolor que se vuelve contra uno mismo, por eso parece que pudiera ser la expresión de una culpabilidad.

Pero hay una melancolía vital, existencial, cuyo origen es el hecho mismo de la vida y su implicación con la muerte.

Varias parecen ser las causas de la melancolía, aunque el dolor que produce es el mismo. ¿Cuál es nuestra razón?, ¿de dónde proviene nuestra melancolía? Cierto es que cuando reflexionamos sobre la cuestión se nos abren puertas cerradas y motivaciones inesperadas. Y eso es lo que tiene la consciencia, que no es más que la sala de espera de toda una casa en la oscuridad de nuestro interior, llena de habitaciones por descubrir, la mayoría de las cuales no serán nunca abiertas a la luz.

Por Cástor y Pólux.


domingo, 9 de febrero de 2014

HELENITA, FOTOS Y NUESTRA ATALAYA.

Feliz domingo a todos.

Hoy os presentamos otra historia de Helenita, el personaje de la colaboradora de Obtentalia Helena de Troya, titulada "Técnica para crecer". Sus historias, graciosas a la vez que dramáticas, nos hacen pensar mucho en los niños, su mundo y sus verdaderas necesidades, generalmente tan alejadas de las de los adultos. Y esto es precisamente lo que le sucede a Helenita. Pero leed la historia de esta semana y juzgas por vosotros mismos. La tenéis en la entrada anterior a ésta, en su página y en el enlace que hemos añadido al título antes referido.

Esperamos que os guste la fotografía de hoy de nuestra cabecera, más , si cabe, que la de ayer. En cuanto a ella os remitimos a lo que ya dijimos ayer sobre ese tipo de fotos.

Hoy no podemos extendernos mucho más. Son poco menos de las seis de la mañana de hoy domingo y ya nos tenemos que preparar de salir de nuestra atalaya, pues hoy la obligación nos lleva muy lejos.

Feliz fin de semana.

Por Cástor y Pólux.

"TÉCNICA PARA CRECER", POR HELENA DE TROYA.

“TÉCNICA PARA CRECER”
Por Helena de Troya (09-02-2014)


Una Semana Santa de abril tenía yo catorce años y me enamoré perdidamente de un chico altísimo. Al mes siguiente formalizamos nuestra relación. Al principio me costaba permanecer tanto rato mirando hacia arriba cada vez que hablábamos. Con el tiempo me acostumbré y ya me parece que ni tengo que mirar hacia arriba para hablarnos, pareciera que somos los dos de la misma estatura, ¡ojalá!

Pero como digo, al principio me costaba, me dolía mucho el cuello cuando llegaba la noche, después de haber pasado la tarde con él. Teníamos que aguantar bromas como que nos llamaran “ahí va la una y media”, o que le preguntaran a él “¿qué tiempo hace pro ahí arriba?”.

El caso es que mi padre, por echarme una mano, pensé yo ingenua e inocentemente, me dijo que yo podría crecer un poco más colgándome de una puerta e intentando llegar con los dedos de los pies al suelo. Sin dudarlo un momento, en cuanto tuve ocasión intenté ponerlo en práctica.

Necesitaba un apoyo donde subirme, colocar mis manos en la parte de arriba de la puerta, me bajaba del apoyo, y como podía me quedaba agarrada a la puerta, que tendía a cerrarse. Y con mucho dolor intentaba llegar con la punta de los dedos de los pies al suelo. Aquello era un martirio. Me costaba horrores mantenerme un segundo en esa postura.

Por supuesto lo hacía sin que nadie me viera para evitar chanzas y burlas de mis hermanos. Pero un mal día me pilló mi madre agarrada a la puerta de mi dormitorio como un gato. “¿Pero qué estás haciendo?, ¿tú te has vuelto loca?, ¡cómo descuelgues la puerta del quicio te voy a dar una paliza que te vas a enterar!”. Mi madre no atendía a mis razones ni a mis excusas:

- Me ha dicho papá que así puedo crecer.

Mi padre re reía bien satisfecho cuando mi madre le contó la última ocurrencia de su hija.


Así se me acabaron a mí las ganas de colgarme de la puerta para crecer, que me hacía mucha falta. Y lo que hacíamos mi enamorado y yo era aprovechar los escalones de las aceras y las escaleras, o nos sentábamos en los banco del parque para vernos y hablarnos de cerca.