LA PASTILLA
Por Pólux (02-03-2013)
Imaginemos que se nos ofrece una
pastilla muy particular, capaz de producir durante unas horas una especie de
euforia que mejorase nuestro ánimo y nuestra disposición para con los demás y
para con nosotros mismos, capaz de facilitarnos durante ese tiempo una visión
positiva de los problemas que nos rodean, y por tanto capaz de influir en
nuestra respuesta a esos problemas, haciéndola más acorde a lo que nosotros
mismos siempre hemos deseado. En definitiva, capaz de hacernos sentir mejor.
¿Nos la tomaríamos o tendríamos algún recelo en hacerlo?
Tal recelo podría surgir al
pensar que los efectos producidos por la pastilla fueran en realidad una
manipulación de mi conciencia, como si de una droga se tratara. Pero, dadas sus
connotaciones negativas, olvidemos por un momento la palabra droga.
Yo la tomaría, porque en
principio no parece que los efectos de la pastilla, tal como los he descrito,
produzcan un estado alterado de mi personalidad o conciencia, más bien parecen
el refuerzo de una faceta de tal personalidad o conciencia. ¿Realmente es así?
El reparo que pudiera sentir por el hecho de que se tratara de un estado
alterado vendría dado, al menos en gran parte, porque lo alterado no es un
desarrollo consecuente con lo auténtico, sino un desarrollo desarraigado de lo
auténtico (esta es la connotación de la palabra droga a que antes me refería).
Lo alterado lo entiendo como un estado distinto y distante de lo original. Yo
no quiero dejar de ser yo mismo, por ello no quiero un estado alterado de mí (sólo
lo querría si yo no me gustara y quisiera ser de otra forma). En realidad lo
que quiero es potenciar lo positivo que creo que ya hay en mí pero que no
siempre aflora como me gustaría, es decir, lo que quiero producir en mí con la
pastilla es lo mismo que pretende producir, a grandes rasgos, la psicología
(sólo que ésta requiere esfuerzo y aquélla me lo produce casi sin esfuerzo). Pudiera
parecer una diferencia que la psicología puede producir efectos más o menos
permanentes (en el mejor de los casos) y la pastilla no, pero una toma
continuada de ésta disipa la diferencia. En lo demás ambos procedimientos
(psicología y pastilla) pretenden lo mismo, mejorar aspectos de mi personalidad
y de mi conciencia.
¿Tal vez la pastilla nos parezca
un medio menos “natural”? ¿Por qué? La psicología actúa en nuestra psique
(mente, conciencia) y la pastilla en nuestro cuerpo. Pero, ¿realmente podemos
separar claramente esos dos aspectos (psique y cuerpo) de nuestra persona? Creo
que la única separación justificada entre dichos aspectos es la pedagógica,
aunque no sé hasta qué punto es válida. Son sólo dos manifestaciones de lo
mismo, de forma que afectar uno de esos aspectos es afectar al otro.
Nuestra tradición filosófica nos
ha acostumbrado a pensar en la dicotomía psique-cuerpo porque ha bebido
directamente del Cristianismo. El cuerpo, lo material, lo perecedero, lo
imperfecto, lo vehicular, frente a la psique, lo inmaterial, el alma, lo
imperecedero, lo que nos hace humanos, lo esencial. Esta mera distinción ya
alude y presupone la aceptación de lo trascendente, pero creo que esto puede
entenderse de dos maneras. Una es la concepción de lo trascendente como lo más
allá, algo externo de lo que podemos participar, es decir, la concepción
religiosa de la vida más allá. Otra es la concepción de lo trascendente como lo
que va más allá de lo puramente material pero sin llegar a una idea externa a
nosotros, es decir, lo trascendente sería el propio pensamiento, la psique,
aquello de nosotros que no es puramente material y trasciende a la materia,
pero a la que está íntimamente ligado. La primera concepción distingue
claramente entre cuerpo y alma, y esa distinción en sí misma es parte de su
esencia. La segunda concepción hace una distinción operativa del cuerpo y la
psique, porque nos ayuda a entender y explicar la realidad desde este punto de
vista, pero no es una diferencia real ni esencial, simplemente porque esa
diferencia no existe. No quiero con ello decir que no pueda hablarse como
distintos de lo puramente material y de la representación puramente mental,
pero se integran en una sola y única realidad, la existencia, no pudiendo
concebirse un aspecto sin el otro.
Adoptemos la concepción que
adoptemos nuestra pastilla influye en la parte psíquica de nosotros. Pero no es
éste el momento de desarrollar la discusión mente-cuerpo, que debiera ocupar un
capítulo aparte.
¿Y si tomar la pastilla me
produjera secundariamente algún efecto negativo, digamos de escasa importancia?,
¿la tomaría?
¿Podría llamarse dependencia a la
necesidad de tomar la pastilla de forma continuada para mejorar mi carácter, como
hemos visto, e incluso como profilaxis psicológica? ¿De verdad pondríamos reparos a
tomar la pastilla? Nos llevamos toda la vida queriendo ser quienes deseamos, e
incluso a veces luchamos por ello contra nosotros mismos. Y cuando lo
conseguimos nos sentimos mejor. En el caso de que sintamos algún reparo en
tomar la pastilla, pensemos de verdad, reflexionemos, ¿por qué ese reparo?, ¿acaso
no es el desarrollo humano actual una carrera por mejorar con ayuda de la
técnica?, ¿por qué es menos lícito lo que me produce la pastilla que el
bienestar que me crea una calefacción en invierno?, ¿acaso esa calefacción no
redunda en bienestar físico y psíquico?
Pero no nos engañemos, una
pastilla así no nos va a hacer mejores personas. Podrá sacar lo mejor que haya
en nosotros, y hacerlo más visible, más patente y más continuado, pero jamás
sacará lo que no hay, pues si lo hiciera dejaría de ser una pastilla y se convertiría
en una droga en el más cruel de los sentidos.
Ahora confieso que yo tomo mi
pastilla todos los días dos veces y jamás se me olvida, pues cuando he dejado
de tomarla he vuelto a probar el amargor de lo peor de mí mismo, y no es que
esa faceta desaparezca con la pastilla, pero al menos me ayuda a contenerla. ¿Y
tú?, ¿tomas tu pastilla?, ¿aún no sabes cuál es? Busca, la puedes encontrar en
muchos sitios y de muchas formas, y a lo mejor tienes la suerte que tuve yo,
que la encontré de la forma más cómoda de tomar: un comprimido con un sorbo de agua.