DEDICATORIA: esta historia se la
dedico a Lucía, a quien envío un beso desde aquí, y también a los tres niños
para quienes hace ya bastantes años fue escrita, Rai, Guillermo y María, a
quienes tengo siempre presente.
"LAS OLAS DEL MAR". Parte
2.
Su hermana, como de costumbre, se quedó dormida al poco de acostarse,
"por qué no me dormiré yo igual de pronto", pensaba Eladio. El rumor
del mar se oía como cada noche, pero poco a poco parecía que iba aumentando de
intensidad. "Se habrá levantado viento y agita más el mar, formando olas
grandes que suenan más", se dijo a si mismo. Mientras se decía esto
escuchó en un susurro su nombre ..., “Eladio …, Eladio …”. Lo había oído
perfectamente dos veces. Acto seguido escuchó:
- Ayúdame. Te necesito. Tengo que escapar o ... – un súbito aumento del
ruido de las olas ahogó el final de la frase.
Le pareció que la
voz era la de un muchacho de su edad. Al poco aquella voz le volvió a hablar en
susurros:
- Emaduya otrebla, emaduya, yos Ordep. Mañana al anochecer. Ven a la playa
del pinar. Las sombras te acecharán. No temas, nada te harán. ! Ahhhhh ... !.
Emaduya otrebla ..., yos Ordep, !ahhhhh ... !.
Ese último
quejido volvió a confundirse con el ruido de las olas. Pero la voz siguió
diciendo:
- Ayúdame. Ya no me queda tiempo.
Pronto me habré ido para siempre. Mañana será mi última noche. Emaduya otrebla.
Dile a tu amigo que no me marché sin despedirme, yos Ordep. Ayúdame, ayúdame, ayúdame ...
Poco a poco la
voz se fue apagando. Rápidamente Eladio se lanzó hacia su hermana,
zarandeándola hasta despertarla.
- ¿Lo has escuchado?, ¿lo has escuchado? - le preguntó mientras se
despertaba.
- Déjame dormir, tonto -repuso Isa.
- Pero dime ¿lo has escuchado? - volvió a inquirirle su hermano.
- Pero si estoy dormida, que quieres que escuche - respondió Isa.
- Entonces ahora estamos despiertos, ¿no? - le preguntó Eladio.
- Pues claro que estamos despiertos. Y como no me dejes dormir ahora
mismo se lo diré a papá y mamá y te vas a enterar -le dijo su hermana enfadada.
Aquello le tranquilizó,
pues ya no podrían decir que estaba soñando, su propia hermana le había dicho
que estaba despierto. Pero, "¿y si fuera que he soñado que mi hermana se
despertaba y en realidad todo sigue siendo un sueño que parece realidad?",
se preguntó volviéndose a intranquilizar. "Si mañana Isa recuerda que la
desperté entonces será que todo ha sido realidad y no un sueño" se dijo a
si mismo. De esta forma, mientras pensaba en todo lo que había escuchado, se
durmió. Cuando se despertó a la mañana siguiente su hermana ya se había
levantado. La escuchó con sus padres en la cocina. Estaban desayunando. De un
salto se levantó y fue hacia ellos. Cuando entró en la cocina lo primero que
dijo fue :
- Isa, ¿a que anoche te desperté muy tarde?.
A lo que Isa respondió quejándose :
- Mamá, el tonto de Eladio anoche, cuando era muy tarde, me despertó y me
preguntaba tonterías. Quería asustarme diciéndome que había escuchado algo.
- ¡ Vaya con tu hermano !. Además ni nos ha dado los buenos días
-dijo la madre queriéndole quitar importancia.
- Eladio no asustes más a tu hermana - le dijo su padre.
- Pero papá, es que he vuelto a escuchar una voz, y esta vez sé lo que
decía. Me llamaba y me pedía ayuda, y llamé a Isa para que viera que yo estaba
despierto - le respondió Eladio.
- Pero hijo, no se oyen voces así por las buenas. Te parecerá que son de
verdad, pero es tu imaginación la que las crea. Y mientras más te preocupes por
esa voz más la oirás - le dijo muy serio su padre.
- Pero papá ...
- No quiero escuchar más lo de esa voz. Cómo sigas así nos tendremos que
ir y llevarte al médico - le amenazó su padre.
Eladio se dio cuenta que insistiendo no conseguiría nada. Así que se
calló y se marchó.
Aquella tarde les
refirió a Alberto y a los demás lo que le había sucedido por la noche y la
escena en la cocina por la mañana. Todos escucharon, sentados en el suelo, su
relato con la boca abierta y muertos de miedo. Cuando terminó varios de sus
amigos hablaron :
- A mí me pasa eso y me cago de miedo en la cama, pero que me cago de verdad
- dijo uno de ellos.
- ¡ Jo, tío !, ¿no se te ocurrirá ir de noche por ese pinar?, conmigo no
cuentes tío, yo no soy tan valiente - dijo otro muy impresionado.
- Y además rodeado de sombras. Yo tú olvidaba todo y me iba a dormir a
una habitación que no tenga ventanas para no escuchar el ruido del mar - dijo
un tercero.
- ¿Y qué es eso de emaduya no se qué? - preguntó otro.
- Es emaduya otrebla - dijo Eladio -, y no sé que significa.
Cuando todos se callaron Eladio se quedó mirando a Alberto, esperando a
que éste dijese algo, pero Alberto estaba completamente blanco. Todos se
percataron de que le sucedía algo, pero no hablaba. Eladio le preguntó:
- Alberto, ¿ahora tampoco crees que sea real lo que he escuchado?.
Pero Alberto seguía blanco, sin poder articular palabra. Todos le miraban
esperando a que hablara. Por fin dijo:
- Sí que te creo. Ya no me cabe la menor duda. Si estás dispuesto a ir yo
voy contigo. Si no, iré sólo.
- Estáis locos, ¿os vais a meter de noche en el pinar? - dijo uno de los
amigos.
- ¿Por qué ayer dudabas y ahora de repente crees a ciencia cierta lo que
te cuento, Alberto? - le preguntó Eladio-, ¿Acaso tiene algo que ver con lo que
me dijo la voz sobre que le dijera a mi amigo que no se marchó sin despedirse?.
El día anterior dijiste esas mismas palabras. ¿Por qué ahora no crees que pueda
ser mi imaginación?.
- Porque hay algo más.
Todos miraban boquiabiertos a Alberto, ¿qué algo más había?. Alberto miró
a Eladio y siguió hablando:
- Yo si sé lo que significa emaduya otrebla. Y sé quién es Ordep. El
amigo que te conté que se marchó sin despedirse se llamaba Pedro. Sólo
estuvimos juntos dos semanas, pero nos hicimos muy buenos amigos. Cuando
estábamos solos teníamos la costumbre de pronunciar nuestros nombres al revés,
y cuando había alguien delante y no queríamos que supieran lo que decíamos
hablábamos al revés. Pedro se llamaba mi amigo, ¿sabéis cómo se pronuncia Pedro
al revés?, es Ordep, y ¿sabéis cómo se pronuncia Alberto al revés?, es Otrebla,
y ¿sabéis qué significa emaduya Otrebla?, no tenéis más que leer las palabras
al revés, significan ayúdame Alberto.
Todos quedaron sin habla, y Eladio el primero. Después de un silencio que
parecía que nunca iba a acabar Eladio dijo:
- A mí todo esto me da miedo. Soy incapaz de meterme de noche en el
pinar. No sé qué puedan ser las sombras negras, me aterroriza toparme con una
de ellas.
- Tienes razón - dijo uno de los amigos-, lo mejor es olvidarlo todo.
- Yo no puedo olvidarlo - dijo Alberto -. Yo pienso ir aunque sea solo.
Pedro necesita ayuda y me la está pidiendo. Yo no voy a dejarle.
Eladio, mirándole a los ojo, le dijo a Alberto.
- Pero algo no me cuadra. Si te está pidiendo ayuda, ¿por qué no te habla
a ti, sino a mí?. Ha recurrido a mí, Alberto, no a ti, es posible que tú solo
no puedas hacer nada.
- El por qué no lo sé yo ni tú tampoco, por tanto no sé si puedo ayudarle
o no, pero si no lo intento seguro que no le ayudaré. Si no quieres venir no
vengas, pero no quiero escuchar más hablar de esto. Esta noche hay luna llena.
A las diez en punto estaré al final del puerto, donde empieza el pinar. Si
alguno estáis allí agradeceré no ir solo, pero si no, iré solo, y os juro que
no me importa.
Alberto se levantó, les miró sin decir nada, se dio media vuelta y se
marchó. Mientras lo hacía escuchaba a su espalda el murmullo de sus amigos:
- Está loco, le va a pasar algo.
- Yo no voy ni muerto.
- No podemos dejarle ir, habría que avisar a la policía o a sus padres,
no sé.
- No seas tonto, avisar a la policía ... . Alberto no irá, eso te lo
aseguro, al final se cagará de miedo y ya está. Mañana veremos ...
Continuará.