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No sé si mirar arriba, adentro o abajo, porque lo que encuentro frente a mí es más de lo mismo, de lo mismo que yo soy quiero decir. ...

sábado, 15 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. REALISMO, SENTIR Y MARÍA, NUESTRA MODELO.

  Bienvenidos otro sábado más a Obtentalia, este espacio particular que compartimos con quien quiera acercarse por aquí.

  ¿Qué os parece nuestra foto de hoy? ¿Qué os hace imaginar o en qué os hace pensar? Si os apetece, decidnos qué os parece.

  Solemos preferir el realismo a la palabra fácil y condescendiente, la dificultad de defender "nuestra" verdad a la idea utópica de creer en "la" verdad, el dolor por una vida que sentimos ajena al camino grácil allanado por las ideas de otros, un poco de más acá con su frialdad a todo el más allá con su eternidad, al experiencia del error propio a la comodidad del acierto ajeno, la posibilidad de estar equivocados a la seguridad de lo que no creemos ...

  Este sentir pudiera interpretarse como un cierto pesimismo vital, y puede que en parte así sea, pero también hay lucha por la superación, ánimo para seguir adelante. Nuestra naturaleza parece imponernos los dos polos, caernos para levantarnos una y otra vez, desfallecer para volver con más esperanza, intentar lo que parece imposible hasta conseguirlo.

  Todo está en nosotros, y nuestras posibilidades son casi infinitas, aunque nuestra capacidad para desarrollarlas no. Todos los días sale el sol, aunque a veces las nubes nos impidan verlo.

  Hoy, tras esta introducción (bajando un poco por la página o en el enlace de los títulos móviles) tenéis unas palabra de agradecimiento de Orfeo.
María, nuestra modelo.

  Mañana, como veníamos anunciando estos días atrás desde los títulos móviles, tendremos un especial sobre nuestra querida, bella y simpática modelo María, que no ha parado de trabajar estos últimos meses. Tendremos muchas fotos de sus desfiles y, si da tiempo, algo más. Un beso, cariño, de Cástor y Pólux, dos de tus fans.

  Os dejamos nuevas sugerencias para esta semana, que esperamos sea buena y productiva.

Por Cástor y Pólux.

INTRODUCCIÓN. AGRADECIMIENTO DE ORFEO.

  Hoy los hermanos Cástor y Pólux me han dejado este espacio para poder agradecer algo.


  Se han recibido muchos correos en relación a las canciones con las que estos últimos meses he colaborado con Obtentalia y especialmente con la última, "Sombras". No deja de reconfortar, aunque no sea ese el fin, ver que a mucha gente le han gustado, y que la aprecian como una música de cierta calidad, aunque en ésto yo soy el primero en reconocer que no es totalmente así (pero a nadie le amarga un dulce, aunque no le corresponda).

  Por supuesto que no a todos los que escuchan mis canciones les gustan, empezando por el estilo, pero eso no sólo es normal, es que tiene que ser así, es consecuencia de la diferente forma de sentir que tenemos las personas y que nos hace únicos. Algunos me indicáis qué cosas no os han gustado de la música. Y eso me importa mucho, porque me ayuda a tener una visión más general de lo que hago, incluso a apreciar cosas que no había tenido en cuenta.

  Por otra parte muchos me habéis pedido si puedo enviaros algunos discos. Mi intención es poder complaceros a todos. Pero eso me llevará algo de tiempo, y así os lo he hecho saber en los correos que os he ido enviando. La razón de la demora es muy sencilla. Los discos los edito yo mismo de forma particular. Las ediciones son muy limitadas y ahora mismo sólo tengo existencias de uno de ellos. Tengo que preparar nuevas ediciones de los demás, lo que me llevará un tiempo del que no siempre dispongo.

  Otros me preguntáis si en internet está disponible toda mi música. Os diré que toda no, pero ya os indicaré uno por uno, a vuestro correo electrónico, cómo acceder a ella.

  Para más información os diré que hasta ahora llevo editados los siguientes cuatro discos (además de otro no editado y material suficiente para al menos dos más):




                      
"GUILLERMO" (2005)






"MAR" (2007)








"MIRADAS" (2009)




"SOMBRAS" (2011)





  Muchas gracias por todos vuestros comentarios y espero seguir colaborando con Obtentalia y seguir recibiendo vuestro correos.

Por Orfeo.

viernes, 14 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. EL REMOLINO DE NUESTRA MENTE.

  ¿Qué podría ser la foto de hoy de cabecera de nuestro blog?, ¿un remolino iluminado por dentro? Si así fuera bien podría ser la radiografía del algunos cerebros, entre ellos los de nosotros. 

  En constante ebullición, las ideas, creencias, prejuicios, emociones, sentimientos, recuerdos y no sabemos cuántos elementos más que pueblan ese órgano desconocido y extraño que es el cerebro, se arremolinan irrefrenablemente en un baile propio que pretende dejarnos al margen, a nosotros, el sujeto que les da "existencia". Pueden ser como esos parásitos que acaban matando a sus víctimas. Mal negocio, pero ahí está.

  ¡Sentimos tantas veces como nuestra mente toma el poder y nos gobierna! Como si fuera algo ajeno. Aparece a veces incluso oponiéndose a la emergencia de nuestro propio Yo, sembrando la duda y el caos, la inseguridad y la desazón.

  Pero ahí estamos nosotros, levantándonos a pesar de todo, cuantas veces haga falta. Y ello nos lo permite la misma mente que nos está volviendo locos con los remolinos que produce. Demasiado enmarañado para entenderlo o siquiera intentarlo. Sólo nos queda aceptar las cosas como son.

Por Cástor y Pólux.

jueves, 13 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. UN CEMENTERIO Y LO EFÍMERO.

  Hoy nuestra foto de cabecera es un cementerio, con sus cipreses, sus nichos con flores y sus paredes desconchadas, todo un monumento a la idiosincrasia popular de estas tierras.

  Tal vez alguien piense que es de mal gusto poner fotos así. Puede ser. Por otra parte es muy propio de este pueblo el eufemismo de tachar de mal gusto aquéllo que nos cuesta mirar de frente por nuestros propios miedos.

  Sea como fuere, la foto de hoy sólo quiere recordarnos la mayor de nuestras limitaciones, el que llegaremos a la nada, a la privación de todo. Todo a lo que aspiraremos durante un tiempo será a llenar de polvo un nicho. Ante esa afirmación dos consideraciones.

  Primero. Podría decirse que uno deja su huella en el mundo, recuerdo en sus seres queridos, hechos que serán recordados. Y así es, pero cuando acabe la memoria de los que nos conocieron acabaremos definitivamente. Eso sí, famosos inventores, creadores, artistas o científicos consiguen que su recuerdo perdure a través del tiempo. Eso sería lo más a lo que podríamos aspirar, pero ése es un consuelo vano y se reduce a una ínfima minoría frente a todas las personas que pueblan este planeta. Poco consuelo para la mayoría aplastante que jamás llegaremos a eso, y que, si aún llegando, nos pareciera un consuelo.

  Segundo. Hay quien piensa que la muerte no se limita a la desaparición total, que tras ella se abre un mundo nuevo, espiritual, distinto, del que nos hablan las religiones. Pero no es un sentir unánime, pues otros piensan que no hay más que querer estar convencido de eso para creerlo, y que no es más que una creencia como otra cualquiera, cuya existencia sólo está en el plano de nuestras emociones.

  Volvemos a la conclusión de siempre, nada hay seguro, claro o definitivo, salvo que acabaremos en uno de esos nichos de la foto, si no en una urna o desparramados por donde quiera que dispusiéramos.

Por Cástor y Pólux.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. LA VENTAJA DE OBSERVAR Y CALLAR.

  ¿Por qué andamos siempre justificando todo lo que hacemos? La mayor de las justificaciones es que somos quienes somos, únicos y distintos, y eso nos da derecho a actuar por nosotros mismos. Sólo habríamos de justificar aquéllo que afecta más o menos directamente a otros. Pero los actos propios que sólo nos afectan a nosotros son sólo nuestros.

  Casi siempre es consecuencia más de la debilidad propia que no de la presión de los demás. Cada acto, por pequeño e insignificante que parezca, denota nuestro carácter, y eso acaba siendo una debilidad en manos de quien sepa y quiera manejar a los demás, pues encontrará, observándonos, nuestros puntos débiles.

  Observar y saber mirar son buenas cualidades para conocer a los demás, y callar y no mostrarse innecesariamente lo son para mantener nuestra intimidad.

Por Cástor y Pólux.

martes, 11 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. RESIDUOS, REFRÁN Y PREGUNTA.


La foto de portada de hoy de nuestro blog muestra un vertedero de aguas residuales de una gran industria. Bien pudiera simbolizar nuestra sociedad, o nuestra ciudad, o nosotros mismos. Parece inherente a la actividad humana la degradación del medio ambiente. Y si no es inherente al menos es una consecuencia tan habitual que lo parece.

A veces se tiene tanto que decir, que es mejor callar. Ya lo dice el refrán: "Por la boca muere el pez".

"Cierro los ojos para no ver lo que veo, pero sigo viendo. Quiero descansar de pensar, de ver, de analizar, de decidir ... Me gustaría desconectarme, pero no puedo. ¿Alguien puede ayudarme?"

Nosotros no podemos, porque nos hacemos la misma pregunta.

Por Cástor y Pólux.

lunes, 10 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. HARTOS Y CANSADOS DE SIEMPRE LO MISMO.

  Estamos hartos y cansados de siempre lo mismo. El ánimo no nos acompaña y hace que ahondemos más en la llaga. ¿Cuál es el color de la verdad? ¿El blanco o el negro?, ¿o el gris?. La verdad no tiene color, eso no es más que una falacia para engañar al ánimo y creer que podemos sobreponernos. La realidad es la que cada uno siente, lo demás es engaño. Hay quien siente en positivo y quien lo hace en negativo. Esa es la realidad de cada uno y hemos de empezar por aceptarla.

  ¿Qué tenemos que aceptar nosotros hoy? Ante todo la soledad. ¿Por qué no gusta la soledad, por qué es tan temida? La soledad nos asusta igual que la muerte, la tememos de igual manera, y ello por una simple razón, porque no la aceptamos. Más difícil que morir es aceptar la muerte, como asimismo sucede con la soledad, pero una vez aceptada acaba formando parte nuestra.

  Vivimos de espaldas a todo aquello que tememos o no queremos, por eso estamos llenos de miedos. No hablamos de comprender, ni de voluntades, ni de nada de eso, sólo de aceptación, simplemente aceptación. Pero qué difícil es, ¿verdad? Pues muy , a vivir con nuestros miedos, nuestras miserias y con nuestras debilidades. Somos nada porque, sin saberlo, nos empeñamos en ser nada. Cerramos los ojos cuando deberíamos abrirlos.

  Sólo aceptamos esta invención de vida que nos lleva sin esfuerzo. Mi casa, mi trabajo, mis vacaciones, mi sueldo, mis amigos, mi confort, mis tardes libres, mis excursiones, ... Sí, eso también forma parte de nuestra vida, pero es la parte más engañosa, más ilusoria, más inventada. Lo demás duele, ¡claro que duele! Ojalá tuviésemos la fuerza hasta para decidir sobre la necesidad de vivir o no, por fuerte que parezca. Somos animales "rarificados" que nos hemos quedado sin lugar en la naturaleza. Somos sombras ausentes.

  Quien quiera entender que entienda, y quien no que no se preocupe, que sigue estando ahí la vida inventada que nos hace creer que vivimos.

Por Cástor y Pólux.

domingo, 9 de diciembre de 2012

INTRODUCCIÓN. MIRADAS, QUÍMICA Y REPASO A LA SEMANA.

  Bienvenidos hoy también a Obtentalia.Como veis la foto de ayer y la de hoy tienen cierto parecido. Ambas están hechas con la misma técnica y en ambas aparecen unos ojos en el fondo, parte de un rostro. ¿Tal vez no habéis visto los ojos en la de hoy? Mirad con cuidado la foto y mantened los ojos a la altura del monitor, mirándolo de frente, para evitar que el ángulo de visión oscurezca el fondo. ¿Lo habéis visto ya?

  Se trata de otra mirada. Bien pudiera representar una mirada sobre la Tierra, esa bola de colores parcialmente visible a la izquierda. ¿Y qué es esa mirada casi oculta? Aunque más bien la pregunta sería, ¿qué es para cada uno de vosotros esa mirada casi oculta? Amor, odio, transgresión, misterio, culpa,  deshumanización, espiritualidad, soledad, desapego, amparo ...

  Hoy os presentamos la segunda y última parte de la historia de Pólux "Una historia con química". Esperamos que sea de vuestro agrado y paséis un rato agradable leyéndola, al menos olvidando por un momento los problemas y sinsabores diarios.

  Antes de seguir una pequeña aclaración. Si usáis los enlaces de los títulos móviles o las páginas, podéis volver a la página principal (la que aparece cuando abrís Obtentalia) pulsando con el ratón en "Pagina principal", que es el primer enlace que hay en el apartado Páginas del lateral izquierdo, con lo que no es necesario usar la flecha hacia la izquierda (<-) del navegador que nos lleva a la página anteriormente visualizada (lo que se hace incómodo cuando se han visitado ya varias páginas distintas del blog).

  Abríamos esta semana con el lunes, hablando de actitudes positivas y negativas, para seguir el martes reflexionando sobre el tránsito por la vida y nuestra compañera la soledad. El miércoles nos referíamos a la ilusión (en un doble sentido) y la realidad de la lotería, ese sorteo que tantos millones mueve ahora en la Navidad. El jueves relatábamos aspectos tristes y felices en la corta vida de un antiguo compañero de juegos, Juani. El viernes hablábamos de pequeña novedades en el blog, de los contenidos para el fin de semana y de pocas cosas más. Y finalmente ayer tuvimos el nuevo comentario de Prometeo sobre la película "Invasor", adelantábamos los contenidos que estábamos preparando para hoy domingo (la historia de Pólux) y disfrutamos de una de las poesías de Juan Ramón Jiménez que más nos gustan, "¡Impenetrable es tu frente, cual un muro!"

  Hemos de coger fuerzas para esta semana, aunque no sabemos bien de donde hacerlo. Que tengáis buena semana.

Por Cástor y Pólux.

ARTÍCULO. "UNA HISTORIA CON QUÍMICA", parte II, por Pólux,.

“UNA HISTORIA CON QUÍMICA”, parte II.
Por Pólux (09-12-2012)


En la primera parte conté mi interés por la química en general y los explosivos en particular, cómo un conocido que trabajaba en los laboratorios de la Universidad me pasó la “desconocida” fórmula de un fulminante, cómo conseguí uno de los dos ingredientes, de difícil acceso, en la farmacia del suegro de mi tío, y como elaboré las primeras muestras del fulminante.

Con lo poco que me dio el farmacéutico del producto aquél y lo mucho que cogí a sus espaldas, comencé por hacer más pruebas. Pronto me di cuenta de que en pequeñas cantidades no era peligroso, ni siquiera si explotaba en mi mano. Una vez seco, el fulminante esa como un polvo granuloso muy fino y de color oscuro, casi negro. Necesitaba a algún conejillo de indias para hacer más pruebas, y seleccioné a tres incautos: mi madre, uno de mis hermanos, con el que compartía cuarto y golferías varias, y una señora ya mayor que vivía con mi familia desde que yo tenía uso de razón (de hecho era parte de la familia).

Compinchado con mi hermano, tiraba desde una ventana del piso superior de la casa un canuto lleno de fulminante, que se precipitaba sobre el suelo de mármol blanco de un patio interior muy arreglado (en el que se comía y veía la televisión en verano). Para darle más “profundidad” al experimento esperábamos a que nuestra madre estuviera cerca para que escuchara la explosión y viera la mancha que dejaba (que desaparecía en poco más de una hora, aunque ella no lo sabía). Así aprendíamos algo de “psicología” viendo el enfado de mi madre y las amenazas que nos hacía. Nosotros encima nos reíamos en su cara. Finalmente la mancha desaparecía y con ella el entuerto que habíamos provocado.

También de acuerdo con mi hermano, espolvoreaba el fulminante aún húmedo por un pasillo que tenía que transitar la mujer mayor que vivía en casa para ir a su cuarto. Esperábamos escondidos en una habitación cercana, con la puerta abierta, y nos partíamos de risa escuchándola decir improperios y palabrotas ante lo que le sucedía. Cuando plantaba un pié al andar se escuchaban como crujidos secos inexplicables para ella. Se quedaba parada diciendo alguna cosa y proseguía, pero al volver a escuchar los crujidos volvía a pararse, así hasta llegar a su cuarto. No nos podíamos imaginar que aquella señora supiera tantas palabrotas, otro descubrimiento gracias a los experimentos.

Finalmente le tocó el turno a mi hermano. Le cogí un par de libros del colegio y mientras pasaba páginas con una mano, con la otra espolvoreaba, como antes hice en el suelo, fulminante húmedo. Pensé que cuando cogiera el libro para llevárselo ya explotaría el fulminante y se descubriría la broma, pero no fue así. La verdad es que se lo tomó bastante bien. Cuando empezó a pasar páginas del libro ya en clase escuchaba crujidos y los compañeros miraban extrañados. Rápidamente se dio cuenta de lo que pasaba, pero ya no podía pararlo. Me dijo: “gracias a Dios que el profesor no se enteró porque estaba lejos dando la explicación, porque si no a ver qué le digo yo”.


Acabé dominando el manejo del fulminante. Ahora tenía que probarlo en combinación con la pólvora, con la que anteriormente había usado otro fulminante no tan sensible como éste para enviar tornillos por doquier, como ya referí. Hacía ya algún tiempo que había empezado con la pólvora. Prácticamente en cualquier sitio se puede encontrar la fórmula de la pólvora común. Pero hay muchos tipos de pólvora, algunas más potentes que otras, y claro, comencé por la más sencilla para ir posteriormente añadiendo los compuestos que le daban más potencia. No es que fuera un experto en pólvoras pero conocía ya la diferencia entre algunas y podía preparar las proporciones de sus componentes con cierta soltura.

Cuando estaba metido en el tema del fulminante ya andaba buscando un fuerte reductor para mi mezcla de pólvora (para aumentar la capacidad explosiva), pero no sabía bien qué compuesto me podría servir. Así que dejé algo parada la investigación en la pólvora para dedicarle más tiempo al fulminante, hasta que llegó el día que éste escaseó. Tenía que buscar un nuevo proveedor, así que echándole cara al asunto empecé a visitar farmacias y a preguntar por el elemento en cuestión. Incluso perdía clases por dedicar ese tiempo a buscar farmacias. Y no fueron pocas la que visité, en algunas me ponían mala cara y en otras me miraban incrédulos, pero aprendí a que no me importara, pues al fin y al cabo era la única manera que tenía de conseguirlo. Y tanta perseverancia finalmente dio su fruto.

Entré en una farmacia y me atendió el farmacéutico, un señor de unos cuarenta y poco años.

-  ¿Qué desea? –me preguntó al instante.
-  Buenas, mire usted, yo soy estudiante de primero de química y estamos haciendo unas prácticas de laboratorio. Me gustaría poderlas hacer también en mi casa, pues las prácticas son muy escasas. Pero para eso necesito los productos, y, claro, los laboratorios tiene lo justo, y me han dicho que preguntara en alguna farmacia por si me lo pudieran facilitar o vender. Porque en las tiendas especializadas resultan muy caro y sólo venden a partir de determinadas cantidades, 500 gr., 1 kg., dependiendo del producto.
-  Ajá –dijo el farmacéutico moviendo la cabeza como si estuviera recapacitando sobre lo que le acababa de decir. Finalmente hizo un gesto de aceptación y me preguntó:
-    ¿Qué es lo que necesitas?
-   Pues **** ******** -le dije esperando su reacción.
-  Es posible que tenga algo, pasa dentro y lo vemos –dijo cordialmente mientras se volvía para que le siguiera.

Entramos al interior de la farmacia, oculto a la vista de los clientes, buscó por unos muebles de madera que tenía al fondo, con el aspecto de no estar ya en uso. Por fin escuché las palabras mágicas: “aquí está”. Amablemente cogió una bolsa y me dijo que me echara lo que necesitara, que me lo daba sin que tuviera que pagárselo. Yo no me lo podía creer. Cogí un poco (no quería abusar para poder repetir más adelante) y me despedí agradecido. Pero justo antes de irme el farmacéutico me paró y me preguntó:

       -¿Hacéis muchos experimentos en el laboratorio? –aún no sabía yo por donde me venía.
-Hasta ahora hemos hecho …-y le relaté someramente algunas prácticas, sin extenderme, que, claro, nada tenían que ver con el producto que me llevaba.

Entonces me espetó directamente:
      - ¿Tú sabes algo sobre explosivos o cómo hacer pólvora? Es que estoy muy interesado en ese tema.

Por un momento me sentí descubierto. No podía ser, tenía que ser casualidad. Y así era. Tampoco era tan raro que alguien se interesase por el tema, yo mismo llevaba ya tiempo con eso. De forma que intenté actuar con normalidad y le contesté:

-  Sí, algo he hecho. Algunas pruebas con pólvora –le dije sintiéndome algo obligado por su amabilidad con mi petición, y entonces entendí el por qué de esa amabilidad. El también me quería pedir algo.
-  Bueno pues ven cuando necesites algo más y si te parece ya hablamos sobre la pólvora y hacemos alguna prueba.

Me fui contento por haber obtenido lo que quería, aunque algo en mi interior me decía que debía andar con cuidado.

Volví a la farmacia diez o doce días después, tras agotar mis reservas. Nuevamente el farmacéutico me dio más sin poner traba alguna, pero esta vez me pidió que le hiciera una muestra de pólvora, que ponía a mi disposición todos los productos de la farmacia para ello. No pude negarme, al fin y al cabo solo se trataba de hacer un poco de la pólvora que ya hacía en mi casa, y quien me lo pedía no era cualquiera, era un farmacéutico que tenía a mano todos los ingredientes. Tarde o temprano lo haría él mismo, yo solo adelantaba un poco los acontecimientos. Así que me puse manos a la obra.

Mientras cogía los productos me llamó la atención algunos otros que tenía y me los apunté para saber qué eran y si me podían servir para algo. Preparé algo de pólvora en un platito. El farmacéutico, emocionado, le tiró una cerilla y aquello prendió y explotó. Menos mal que era poco lo que preparé, porque de momento se llenó todo de humo y un olor a quemado que preocupó a los clientes, pero el farmacéutico salió y les contó una trola para tranquilizarles. Volví a casa con mi producto y con la mosca detrás de la oreja.

La tercera vez dudé si ir o no a por más producto a la farmacia. En contra tenía ese interés del farmacéutico por la pólvora y los explosivos que aún no sabía a qué venían. Pero tenía dos poderosas razones para ir. Una obtener más producto para hacer el fulminante, y otra el “descubrimiento” que hice sobre uno de los elementos que desconocía y que me apunté en la farmacia. Pude saber que uno de ellos, cuyo nombre no daré por motivos de seguridad, era un fuerte reductor, justo lo que andaba buscando para aumentar el poder explosivo de la pólvora. Tan sólo que el producto de la farmacia añadía la palabra pentahidratado, es decir, que contenía cinco moléculas de agua. Pero ya arreglaría ese problemita del agua de alguna forma, por lo pronto necesitaba tenerlo. Así se gestó mi tercera visita al farmacéutico.

Ya en la farmacia me proveí de todo el producto para el fulminante que pude y cogí también lo que pude del elemento pentahidratado. El farmacéutico me pidió más pólvora, quería más cantidad que la última vez. Me puse manos a la obra, sólo iba a hacer un poco más, pues a esas alturas ya no sabía qué pensar. Mientras lo hacía me desveló su misterioso interés. Me contó que tenía un campo por el que pasaba un riachuelo muy bonito, que daba vistosidad al entorno y al que le gustaba ir muy a menudo. Pero un día observó cómo dejó de pasar agua, hasta que se secó. Entonces fue riachuelo arriba hasta que comprobó que el vecino de la parcela por donde también pasaba el riachuelo había improvisado una pequeña presa para su uso personal y para dar de beber a algún ganado que tenía.

- ¡Pero qué se ha creído ése! –me decía queriendo justificar la idea que seguidamente me iba a proponer.
- No es nadie para hacer eso. Yo se lo he dicho, pero ni caso. Así que si no puede ser por las buenas será por las malas. He pensado en ir una noche y volarle la presa con pólvora. Es más he pensado en ir este viernes o esta sábado, ¿cómo te viene a ti? –dijo con toda normalidad, como si me estuviera invitando a tomar una cerveza.
- No lo sé aún, además la verdad es que no quiero mezclarme en eso –dije queriendo parecer lo más sensato posible.
- Venga hombre, si sólo se trata de ir a poner una bombita en la presa de un tío que se lo merece y que es un caradura –siguió diciendo intentando convencerme.
- Ya te lo diré, hoy aún no lo sé.

No me atreví a llevarle la contraria y le di largas de esa forma. Aquéllo encendió por fin la bombillita de alarma en mi cabeza.

Cuando acabé de hacer la pólvora, el farmacéutico tomó el plato que la contenía y, ni corto ni perezoso, salió de la farmacia a la calle y lo puso en plena acera, mientras pasaba la gente, y allí mismo la prendió. Esta vez salió una llamarada de un metro y medio más o menos de altura, lo que a todas luces encantó al farmacéutico. La gente se apartaba asustada, y los clientes de la farmacia miraban incrédulos. Pero no parecía importarle lo más mínimo, estaba absorto en sus pensamientos, imagino que elucubrando cómo realizaría su venganza contra la tropelía de aquel vecino campestre. Aquello ya era demasiado para mí. Me despedí comprometiéndome ante él a que volvería en uno o dos días para concretar la salida nocturna con intenciones casi terroristas. Me fui sabiendo que no volvería nunca. Y así fue. Adiós a mis provisiones.

Desde entonces me refiero a él como el farmacéutico loco. Pero me fui de allí cargado de productos que me abastecerían una buena temporada, lo suficiente para hacer todas las pruebas que quise y dar carpetazo a los explosivos para dedicarme a otra afición.

Por supuesto mandé algunos tornillos más al “espacio” desde la azotea con la ayuda del nuevo fulminante. Incluso intenté apuntarlo a algún objeto, pero tuve que dejarlo, pues nunca sabía donde acabaría el tornillo y me daba miedo de que entrara por la ventana de algún vecino.

Pero aún queda pendiente un tema. Tenía que deshidratar el elemento reductor y probarlo con la pólvora. Pensé, ¿cómo se deshidrata cualquier cosa, cómo se seca? Pues con calor. Era muy simple y lo tenía delante de las narices. Cogí una cucharita y puse un poco de producto, le apliqué fuego por debajo y esperé. El elemento, a pesar de ser sólido, empezó a burbujear, y al poco quedó un polvillo blanco muy fino. ¡Ya estaba deshidratado! ¿Cómo saberlo con seguridad? Probándolo. Tuve la precaución (menos mal que en algo fui precavido) de utilizar cantidades muy pequeñas. Llené el fondo de un vasito de cristal muy pequeño, de esos que se usan para poner chupitos de licores después de las comidas, con un poco de pólvora (la pólvora que estaba elaborando, que era un híbrido entre la pólvora “clásica” casera y la pólvora negra), y le añadí el reductor deshidratado. Para mezclarlo usé el mango de un pequeño destornillador, agarrándolo por el vástago con la mano cerrada, pues dada su forma curva se adaptaba perfectamente al vaso. 

Todo preparado. Empecé a mezclar …, una vuelta …, dos vueltas …, todo iba bien y aumenté un poco la presión del destornillador, tercera vuelta …y ¡PUM!, aquello explotó con todas sus ganas. Mi suerte fue que hice poca mezcla, como antes dije, y que la mano sujetando el destornillador impidió que una llamarada me llegara directamente a la cara. La mano me la quemé, por supuesto, especialmente por el lado donde está el dedo meñique, y la camisa que llevaba estaba salpicada de pequeñas quemaduras. Entonces sólo pensé una cosa, ¡qué inconsciente!, en estas cosas bajar la guardia es una inconsciencia.

La experiencia es la madre de la ciencia, y por eso ahora sé que cuando la pólvora se mezcla con un fuerte reductor lo que aumenta no es la potencia de la explosión, sino la capacidad explosiva de la mezcla, es decir, la facilidad con la que explota.

Por supuesto, a todos los que tengáis una afición como esa, os sugiero que andéis siempre con mucho cuidado y que os informéis en lo posible de lo que estáis haciendo, para evitar lo que me sucedió a mí.