Los científicos, como los demás mortales, dicen y hacen tonterías de vez en cuando. Pero como tenemos el prejuicio de pensar que un científico es una persona estudiosa, muy preparada, capaz y objetiva, nos cuesta creer que en su trabajo piensen tonterías. A ver, ¿cómo un científico puede llegar a creer e intentar demostrar que hay una relación directa entre volumen cerebral e inteligencia, cuando cualquier niño de 12 años puede demostrar que no es así sólo con los ejemplos que se muestran a su alrededor? Pongámonos en antecedentes.
Los primeros estudios del cráneo de los antropomorfos reveló una clara relación entre volumen craneal y capacidades cognitivas o inteligencia en sentido amplio. Se entiende, por supuesto, que cavidad craneal es sinónimo de volumen del cerebro. Ello llevó a algunos científicos a creer en una relación directa entre volumen del cerebro e inteligencia. Observemos la diferencia entre "clara relación" y "relación directa". La primera expresa que existe una relación de alcance no definido, y la segunda que existe una relación unívoca entre los términos, de forma que una medida determinada del primer término (volumen del cerebro) implica una medida determinada del segundo (inteligencia).
Pero la naturaleza no suele ser tan simple. Que la relación existe es innegable. En la siguiente ilustración se aprecia perfectamente.
Que la relación sea directa, sin embargo, no se sostiene. ¿Acaso nadie tiene un vecino cabezón tonto a más no poder y con menos luces que en un apagón?, ¿o un cuñado de cráneo ancho diciendo sandeces cada vez que abre esa boquita? Hay personas que temen a las cucarachas, las lagartijas y los ratones a pesar de la clara inferioridad de éstos, aún sabiendo que corren asustados cuando nos sienten, y a pesar de la enorme diferencia del tamaño de los cerebros de esos animalillos con respecto al nuestro.
Y mi sobrino, ahí menudito todo, pequeño hasta la exageración, con cara de mono y una cabeza que parece que no está acabada de pequeña que es (hay que reconocer sus defectos aunque se le quiera mucho), y sin embargo maneja "el internet", los móviles y cualquier dispositivo de última generación como si los tuviera implantados en las manos, que ya habla tres idiomas, que se sabía la tabla periódica de los elemento a la misma edad a la que yo estaba aprendiendo las vocales, y que quiere ser ingeriero aeronáutico para ir a Marte. ¡Que le midan el cerebro a mi sobrino!
Y luego la falacia de que un mayor volumen del cráneo significa un mayor volumen del cerebro. Ahí está el estaunidense mundialmente conocido Homer Simpson para demostrar que dicha relación de volúmenes es una falacia. A la derecha tenéis una de las últimas radiografías que se le han hecho a ese señor tan simpático. No hay que ser un experto radiólogo para interpretar la imagen.
Y es que a veces el método científico no se aplica bien y adquirimos ciertas creencias o conocimientos por ciencia infusa, que es la más difusa de las ciencias.