La gran diferencia o escisión que existe hoy día (y
lleva ya existiendo mucho tiempo) entre las llamadas ciencias y letras sólo
tiene sentido desde el punto de vista práctico, a la hora de aplicar en el
mundo laboral los conocimientos sobre uno y otro campo.
Pero hay muchos más aspectos importante que hacen
impropia, inadecuada e inexistente esa diferencia. El conocimiento es integral,
no entiende de temas; saber utilizar el lenguaje tiene su importancia para
razonar eficientemente supuestos científicos o matemáticos; se puede vivir sin saber
los fundamentos científicos de lo que nos rodea, pero su conocimiento nos dará
una visión y perspectiva más completas de determinados aspectos de la realidad;
una comprensión integral favorece una visión más amplia para afrontar problemas
y encontrar soluciones.
La historia nos muestra multitud de ejemplos en épocas
pasadas, en las que esa diferencia no se contemplaba. Grandes pensadores que
eran grandes científicos y muchos de estos que eran grandes humanistas. De
hecho no se concebía que el verdadero pensador no hiciese uso de su razón para
todo aquello que pudiera abarcar, contrariamente a lo que sucede hoy, que la
delimitamos a campos muy concretos, sin tener en cuenta los demás.
Cierto es que los tiempos son distintos y la
diferenciación temática es una adaptación a ellos, pero hemos de reconocer que
también supone un cierto empobrecimiento. Hay más razones para un conocimiento
integral y no hacer valer la diferencia que para lo contrario, pero hay una de
mucho peso en contra, que el grado de conocimiento que da la especialización no
se conseguiría de otra forma, como referíamos al principio. Y también es cierto
que la sociedad ha avanzado en gran medida gracias a los frutos de esa
especialización.
Como vemos, y como siempre sucede, todo puede verse
desde distintas perspectivas, y no podemos criticar gratuitamente, en este caso
la diferenciación temática, sino hacer ver los distintos aspectos positivos y
negativos que advertimos.
Por Cástor y Pólux.