INMIGRANTES Y REFUGIADOS
Por Polux (6 de septiembre de 2015)
No puedo dejar de comentar, o al menos de hacerme eco, de la corriente de refugiados que la guerra en parte de Oriente Medio y otros países está generando, un verdadero éxodo.
Pasamos las dos grandes guerras europeas y creímos que ya lo habíamos visto todo, que el horror y la barbarie que subsistió en la memoria de todos y de las generaciones posteriores sería suficiente para no repetir las atrocidades y todo el daño causado.
Después llegó la guerra de los Balcanes, o mejor de la antigua Yugoslavia, para diferenciarla de la ocurrida a principios del siglo XX, donde se volvió a repetir la represión y el odio entre etnias.
Y ahora volvemos a lo mismo. Siria, los Yihadistas, Irak, Afganistán, Ucrania,y no sé ya cuantos países africanos... No, la memoria no evita la reincidencia.
Quienes huyen tienen la más poderosa de las razones, la de evitar la muerte o el riesgo real de muerte, la propia y la de sus familias. ¿Cuán no habrá de ser la situación para renunciar a todo, en el país y el pueblo del que son hijos, para aventurarse en un incierto y peligroso viaje abocado al fracaso?
Nuestra visión como países receptores es bien distinta. Parece ser que nuestro problema es como asumir tanta inmigración sin que peligre nuestro estado de bienestar. Opiniones las hay para todos los gustos, muchas de la cuales, según he escuchado, apelan a la resolución del conflicto en origen. Pero creo que esto no es atajar con realismo el problema. Para atajarlo en origen o se termina con la guerra, y a ver si hay alguien que me dice cómo se hace eso, o le levanta un muro de treinta metros de altura con alambre de espino para que no salga nadie de su país. Cualquiera de las dos soluciones no arregla el problema real que se plantea en Europa, el de acoger una avalancha de refugiados. Ese es nuestro problema inmediato, y al que hemos de dar solución independientemente del origen de esta situación.
Una sociedad con recursos y desarrollada no puede dar la espalda a un problema así. Puede que económicamente nos debilite y socialmente nos incomode, pero no podemos hacer otra cosa más que acogerles, pues la otra opción es olvidarlos a su suerte hasta que mueran de alguna enfermedad o inanición. Claro que caben soluciones intermedias, como hacer campos de refugiados, pero sigo diciendo que eso es darles de lado y vivir con la creación de guetos para que no manchen nuestras calles. Es sólo mi opinión y lo que creo.
Por otro lado, una "ola" de solidaridad ha recorrido Ayuntamientos y Municipios de nuestra geografía española, dispuestos a acoger y ayudar a quien haga falta. Por supuesto que eso es lo más honroso, pero que pena que no hayamos sido tan honrosos con la inmigración (también refugiados en muchísimos casos) sudafricana que tanto años lleva inundando nuestras calles y nuestros semáforos, malviviendo en chabolas sin agua corriente ni la más mínima salubridad.
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Campo de refugiados. |
A ver si al final va a pasar como sucede con los Impuestos en España (y perdonen la frivolidad de la comparación), pero si no tienes hijos, ni hipoteca, ni eres menor de veinticinco años, parado o discapacitado y no sé cuántas cosas más, no hay desgravación que valga. Vamos, que si eres soltero, sin hijos y te compraste un pisito, pagas lo que no paga nadie. Pues igual, si eres tal o cual refugiado puede que recibas ayudas, pero si pasaste en patera jugándote la vida para huir de un país africano en guerra, molestas hasta en los semáforos.
La necesidad no es más que una, y la conciencia para ayudar también. Los problemas no se resuelven satisfactoriamente afrontándolos cuando están encima y sus efectos ya hacen daño. Pero qué le vamos a hacer, la memoria, estoy seguro, de nada servirá y tarde o temprano la situación se volverá a producir. Ahora hay que tomar medidas inmediatas y comenzar con medidas preventivas realistas y prácticas, pero dudo que éstas se planteen con la suficiente seriedad.
Acabar con el problema de la inmigración y el éxodo de refugiados es tan difícil como acabar con las propias guerras que los generan, pero al menos hemos de acabar con el problema que tenemos en nuestras puertas, aunque la solidaridad para hacerlo nos cueste más de lo quisiéramos dar. Sólo pienso que un día podía ser yo quien tuviera que huir a una tierra desconocida. Y no es una idea tan descabellada. España ya tuvo su propia guerra civil y sus refugiados.