Ayer estrenamos nueva cabecera de Obtentalia y un nuevo estilo para el blog, aunque la estructura básica la seguimos manteniendo igual.
La fotografía de cabecera de hoy es otra de las que nos ha enviado amablemente María Ruda. En este caso vemos una palmera solitaria sobre un fondo rojizo de nubes altas.
¿Qué puede simbolizar esa palmera? La soledad, la individualidad frente a la generalidad, el sentimiento de soledad frente al momento final, la forma de esconder nuestro interior contra lo que nos rodea ...
También puede simbolizar el miedo ante una figura negra sobre un fondo rojizo que pueden representar el muerte, el dolor o el daño y la sangre. Sólo es cuestión de imaginación, ingrediente necesario para muchos miedos, entre ellos el miedo a la oscuridad. ¿Sentís o habéis sentido miedo a la oscuridad? No nos referimos a un poco de reparo a entrar en una habitación totalmente oscura o a atravesar de noche un pasillo sin luz, no, nos referimos a verdadero pavor nada más que pensar en hacerlo, a un sentimiento paralizante que impide pensar y actuar, que sólo da la opción de escapar corriendo.
¿Habrá algo al fondo acechándonos? |
Ese miedo
a la oscuridad es una sensación irrefrenable, que nace de lo más profundo de
nuestra mente desde la capacidad de pensar e imaginar, aunque su origen no está
en esa capacidad, sino en una neurosis, es decir, no deja de ser un trastorno
que distorsiona nuestro pensamiento racional ante un hecho al que no respondemos de forma adecuada. Se desarrolla una conducta más o menos desmedida que no está en
consonancia con aquéllo que lo produce, debido a la ansiedad que ocasiona. No
vamos a entrar en detalles psicológicos de su origen último, pues para eso
están los profesionales que bien saben de ello (o deben saber).
Nosotros
nos vamos a referir sólo al sentimiento subjetivo con el que nos atenaza ese
miedo. Es irrefrenable y paralizante, pues cuando se siente toda nuestra mente
está infestada. Es un miedo que suele desarrollarse en la infancia o incluso
antes.
Pero
es curioso que el miedo se siente cuando se percibe cierta indefensión ante la
oscuridad, y no al revés, cuando nos amparamos en ella. Recordamos por ejemplo
cuando éramos niños y jugábamos a escondernos en la enorme casa de nuestros
abuelos, llena de habitaciones y pasillos oscuros. Había que pensárselo dos
veces antes de pasar por allí. Sin embargo, cuando jugábamos a espiar a una
señora mayor que vivía con nosotros nos escondíamos en la oscuridad sin el
menor reparo. Tal vez el que fuéramos nosotros entonces los que acecháramos
hiciera que no nos sintiéramos acechados a su vez.
Las
casas grandes, en las que hemos vivido en nuestra infancia y adolescencia, han
sido en ese sentido una verdadera pesadilla para nosotros, al menos en
determinados momentos. Y es que hay que estar ahí, escuchando los crujidos del
techo, los ruidos del aire en la azotea y las voces de los vecinos filtradas
por los muros para entender como la oscuridad convierte todo ello en un mundo
inventado pero aterrador.
Por
Cástor y Pólux.
No hay comentarios :
Publicar un comentario