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domingo, 24 de noviembre de 2013

NUEVO ESTILO, PALMERA Y MIEDO A LA OSCURIDAD.

Ayer estrenamos nueva cabecera de Obtentalia y un nuevo estilo para el blog, aunque la estructura básica la seguimos manteniendo igual.

La fotografía de cabecera de hoy es otra de las que nos ha enviado amablemente María Ruda. En este caso vemos una palmera solitaria sobre un fondo rojizo de nubes altas.

¿Qué puede simbolizar esa palmera? La soledad, la individualidad frente a la generalidad, el sentimiento de soledad frente al momento final, la forma de esconder nuestro interior contra lo que nos rodea ...

También puede simbolizar el miedo ante una figura negra sobre un fondo rojizo que pueden representar el muerte, el dolor o el daño y la sangre. Sólo es cuestión de imaginación, ingrediente necesario para muchos miedos, entre ellos el miedo a la oscuridad. ¿Sentís o habéis sentido miedo a la oscuridad? No nos referimos a un poco de reparo a entrar en una habitación totalmente oscura o a atravesar de noche un pasillo sin luz, no, nos referimos a verdadero pavor nada más que pensar en hacerlo, a un sentimiento paralizante que impide pensar y actuar, que sólo da la opción de escapar corriendo.

¿Habrá algo al fondo acechándonos?
El miedo a la oscuridad es un miedo irracional que se alimenta de la imaginación y la fantasía. A mayor fantasía más cosas podemos imaginarnos ocultas en la negrura desconocida.

Ese miedo a la oscuridad es una sensación irrefrenable, que nace de lo más profundo de nuestra mente desde la capacidad de pensar e imaginar, aunque su origen no está en esa capacidad, sino en una neurosis, es decir, no deja de ser un trastorno que distorsiona nuestro pensamiento racional ante un hecho al que no respondemos de forma adecuada. Se desarrolla una conducta más o menos desmedida que no está en consonancia con aquéllo que lo produce, debido a la ansiedad que ocasiona. No vamos a entrar en detalles psicológicos de su origen último, pues para eso están los profesionales que bien saben de ello (o deben saber).

Nosotros nos vamos a referir sólo al sentimiento subjetivo con el que nos atenaza ese miedo. Es irrefrenable y paralizante, pues cuando se siente toda nuestra mente está infestada. Es un miedo que suele desarrollarse en la infancia o incluso antes.

Pero es curioso que el miedo se siente cuando se percibe cierta indefensión ante la oscuridad, y no al revés, cuando nos amparamos en ella. Recordamos por ejemplo cuando éramos niños y jugábamos a escondernos en la enorme casa de nuestros abuelos, llena de habitaciones y pasillos oscuros. Había que pensárselo dos veces antes de pasar por allí. Sin embargo, cuando jugábamos a espiar a una señora mayor que vivía con nosotros nos escondíamos en la oscuridad sin el menor reparo. Tal vez el que fuéramos nosotros entonces los que acecháramos hiciera que no nos sintiéramos acechados a su vez.

Las casas grandes, en las que hemos vivido en nuestra infancia y adolescencia, han sido en ese sentido una verdadera pesadilla para nosotros, al menos en determinados momentos. Y es que hay que estar ahí, escuchando los crujidos del techo, los ruidos del aire en la azotea y las voces de los vecinos filtradas por los muros para entender como la oscuridad convierte todo ello en un mundo inventado pero aterrador.


Por Cástor y Pólux.

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