La felicidad en la vida depende más de nuestra propia apreciación subjetiva sobre ella que de la situación "real" en la que podamos encontrarnos, entiendo por "real" una medida estándar de aspectos valuables respecto de la totalidad de la población en la que nos encontramos, considerando a su vez como aspectos valuables aquéllos susceptibles de una medida objetiva, como los económicos, físicos, médicos, logros sociales, etc.
Es evidente que la percepción de nuestra realidad tiene más peso que esa realidad misma. No es más feliz quien más tiene o más gana, quien es más admirado o más reconocido, quien más actividades hace, más viaja o más gasta, quien más ayuda a los demás o más bondadoso es, quien es más religioso o más vida espiritual tiene, quien más habla o quien más calla..., no. Es más feliz quien más percibe como feliz su vida, lo que puede tener mucho que ver con los aspectos citados o nada que ver con ellos, dado el carácter subjetivo de nuestra apreciación de lo percibido.
"Seré verdaderamente feliz cuando considere y crea que lo soy", afirmó en una ocasión un buen amigo cuya idea compartimos.
Por Cástor y Pólux.
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