“EL PUEBLO Y LOS POLÍTICOS”
Por Pólux (15-12-2012)

Puede haber una clase corrupta, y
de hecho en muchos países la ha habido y la hay, especialmente en los sistemas
totalitarios o en los muy personalistas, donde el control sobre los políticos es
menos efectivo, pues suelen ejercerlo sólo ellos.

Hay muchos principios que operan
en la vida y que solemos aprender por la experiencia, por tanto no a edad
temprana, y es una lástima porque suele ser muy útil tenerlos presentes y
aplicarlos. Veamos uno que vienen al caso: “quien
es capaz de lo menos es capaz de lo más”.
Vamos a ver antes un ejemplo de
la aplicación de ese principio en sentido negativo. Cuando yo tenía ocho o
nueve años aproximadamente, estando en un colegio religioso, un cura nos
preguntaba a una clase entera si seríamos capaces de morir por Dios.
Rápidamente todos respondimos que sí, por supuesto. Entonces el cura nos dijo
algo así como lo siguiente: “Si pecáis constantemente, si sois incapaces de hacer
un pequeño sacrificio por Dios como estar en silencio en misa cuando se os pide,
no pelearos entre vosotros o no desobedecer a vuestros padres, ¿cómo vais a ser
capaces de hacer un sacrificio tan grande como el de dar vuestra vida por Dios?”
Aquello nos dejaba pensativos, y yo, no queriendo dar mi brazo a torcer,
pensaba para mis adentros que ese cura no entendía que frente a lo pequeño
claudicáramos precisamente por ser pequeño y no tener importancia, pero que
frente a lo importante nos pudiésemos mantener firmes precisamente por ser
importante. Pura inocencia la de ese pensamiento mío. La experiencia demuestra que el cura tenía razón, pues, por norma
general, quien no es capaz de lo menos no es capaz de lo más, que es la versión
en negativo del principio antes enunciado.
Pero vamos a ver un caso más
directo. Ayer mismo estaba aparcando en un centro comercial cuando llegaron dos
hombres en su coche y aparcaron en la única plaza reservada para minusválidos,
justo al lado de la puerta de acceso. Ninguno era minusválido, pero se ve que
ni tenían muchas ganas de andar ni ningún respeto por quien hubiera podido
necesitar de verdad esa plaza y por todos los que aparcábamos respetándola. Sí, un pequeños gesto, pero muy revelador. ¿Cuántos engañan a Hacienda
para pagar menos?, casi todos los que podemos. ¿Cuántos engañan sobre su
trabajo para cobrar el paro, o para coger una baja innecesaria?, casi todos lo
que podemos. ¿Cuántos han sisado algún euro a su empresa de una caja olvidada o
en el recibo de una comida de empresa?, casi todos los que podemos. Y digo “casi”
porque quiero creer que hay personas, aunque sean muy pocas, que no se prestan
a esos chanchullos “sin importancia”. Pero si todo un pueblo está acostumbrado
a hacer estas cosas, ¿por qué no va a seguir haciéndolo cuando en vez de estar
en su puesto de trabajo esté en un cargo público?, ¿acaso pensamos
inocentemente que el cargo cambia a las personas? No, el cargo no dignifica a
las personas, son las personas las que han de dignificar el cargo.

El problema no son las personas, sino
los controles efectivos para que todo ello no suceda, y a seo se ve que no
están dispuesto los políticos, pues es ir contra ellos mismos, pero ése es otro
problema.
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