“EL PUEBLO Y LOS POLÍTICOS”
Por Pólux (15-12-2012)
Son muchas las ocasiones en las
que he escuchado algún comentario peyorativo sobre la clase política, acusando
a los políticos de quedarse con el dinero público, de corruptos, “chorizos”,
estafadores…, como si la clase política estuviese por ello alejada del pueblo,
no fuera representativa de éste. Y mientras, alguien se golpea el pecho por su
propio honor, como si por decirlo fuera suficiente para ser creíble, clamando
justicia por la actuación de esos políticos que no nos merecemos. Finalmente
tenemos la percepción de que la clase política es corrupta.
Puede haber una clase corrupta, y
de hecho en muchos países la ha habido y la hay, especialmente en los sistemas
totalitarios o en los muy personalistas, donde el control sobre los políticos es
menos efectivo, pues suelen ejercerlo sólo ellos.
Siempre he estado convencido, y
de hecho ya me parece una obviedad, que en el caso de España, y de la mayoría
de los países, la clase política no responde al estereotipo de la corrupción,
sino al reflejo de la sociedad que nutre esa clase política. No quiero con ello
decir que no haya corrupción, pues es evidente que la hay desde el momento en
que se abusa a favor de intereses particulares de un cargo público. Lo que
quiero decir es que esa corrupción creo que no está institucionalizada, sino
que responde a la forma de ser de un pueblo.
Hay muchos principios que operan
en la vida y que solemos aprender por la experiencia, por tanto no a edad
temprana, y es una lástima porque suele ser muy útil tenerlos presentes y
aplicarlos. Veamos uno que vienen al caso: “quien
es capaz de lo menos es capaz de lo más”.
Vamos a ver antes un ejemplo de
la aplicación de ese principio en sentido negativo. Cuando yo tenía ocho o
nueve años aproximadamente, estando en un colegio religioso, un cura nos
preguntaba a una clase entera si seríamos capaces de morir por Dios.
Rápidamente todos respondimos que sí, por supuesto. Entonces el cura nos dijo
algo así como lo siguiente: “Si pecáis constantemente, si sois incapaces de hacer
un pequeño sacrificio por Dios como estar en silencio en misa cuando se os pide,
no pelearos entre vosotros o no desobedecer a vuestros padres, ¿cómo vais a ser
capaces de hacer un sacrificio tan grande como el de dar vuestra vida por Dios?”
Aquello nos dejaba pensativos, y yo, no queriendo dar mi brazo a torcer,
pensaba para mis adentros que ese cura no entendía que frente a lo pequeño
claudicáramos precisamente por ser pequeño y no tener importancia, pero que
frente a lo importante nos pudiésemos mantener firmes precisamente por ser
importante. Pura inocencia la de ese pensamiento mío. La experiencia demuestra que el cura tenía razón, pues, por norma
general, quien no es capaz de lo menos no es capaz de lo más, que es la versión
en negativo del principio antes enunciado.
Pero vamos a ver un caso más
directo. Ayer mismo estaba aparcando en un centro comercial cuando llegaron dos
hombres en su coche y aparcaron en la única plaza reservada para minusválidos,
justo al lado de la puerta de acceso. Ninguno era minusválido, pero se ve que
ni tenían muchas ganas de andar ni ningún respeto por quien hubiera podido
necesitar de verdad esa plaza y por todos los que aparcábamos respetándola. Sí, un pequeños gesto, pero muy revelador. ¿Cuántos engañan a Hacienda
para pagar menos?, casi todos los que podemos. ¿Cuántos engañan sobre su
trabajo para cobrar el paro, o para coger una baja innecesaria?, casi todos lo
que podemos. ¿Cuántos han sisado algún euro a su empresa de una caja olvidada o
en el recibo de una comida de empresa?, casi todos los que podemos. Y digo “casi”
porque quiero creer que hay personas, aunque sean muy pocas, que no se prestan
a esos chanchullos “sin importancia”. Pero si todo un pueblo está acostumbrado
a hacer estas cosas, ¿por qué no va a seguir haciéndolo cuando en vez de estar
en su puesto de trabajo esté en un cargo público?, ¿acaso pensamos
inocentemente que el cargo cambia a las personas? No, el cargo no dignifica a
las personas, son las personas las que han de dignificar el cargo.
Volvemos a decir “quien es capaz de lo menos es capaz de lo
más”. Nuestro pueblo está habituado al engaño y la picaresca, y hará uso de
ello en su vida personal, en su vida laboral y en su vida pública si la tiene,
sólo que a nivel particular le estafaremos a hacienda 100 euros y en un cargo
público estaremos ante la posibilidad de estafar 1.000.000 de euros. ¿Quiénes son
los políticos si no las personas del pueblo que acceden a esos cargos? Los
políticos son el reflejo del pueblo, como lo son otras clases trabajadoras. No
vamos por ejemplo a invalidar a la clase docente porque uno, dos o diez
profesores realicen malas prácticas.
El problema no son las personas, sino
los controles efectivos para que todo ello no suceda, y a seo se ve que no
están dispuesto los políticos, pues es ir contra ellos mismos, pero ése es otro
problema.
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