¡Que refrescante la fotografía de hoy! Dan ganas de zambullirse en el agua. De nuevo se trata de una fotografía de María Ruda, nuestra colaboradora fotográfica. Y mañana otra, así que ya tenéis un buen motivo para volver por Obtentalia.
En la entrada de este martes pasado ("CUANDO CONOCÍ AL TOMATE CONVERSADOR") referí un extraño sucedido con un tomate en el frigorífico de mi casa. Hoy hablaré sobre alguna conversación que mantuve con él y las reflexiones que ambos hicimos.
Aquella mañana aún tenía el tomate muy buen aspecto. Su mirada era muy reflexiva. Parecía que la toma de conciencia de su vida, lejos de alegrarle le preocupaba. "¿Por qué he de saber que soy un tomate y tomar conciencia de mis grandes dificultades y limitaciones?", se preguntaba. Hubiera preferido ser un tomate más, sin saber, y acabar masticado en la barriga de alguien, así al menos daría cumplimiento a su naturaleza.
- Si mi naturaleza como tomate es la de posibilitar el proceso de reproducción de la tomatera, manteniendo en mi interior las semillas que luego germinarán, ¿qué me añade ser consciente de ello para llevar a cabo mi misión? -se preguntaba en voz alta el tomate, tranquilo ante mi promesa de no comérmelo.
- No entiendo nada -se repetía una y otra vez.
Le interrumpí queriendo consolarle:
- La inteligencia y la razón nos dan la posibilidad de conocer, pero no de comprender los motivos de nuestro cautiverio mental, aunque estoy convencido de que algún día nuestro nivel de conocimiento nos permitirá cierta comprensión.
Pero el tomate me miraba de reojo, sin convencerse totalmente de que yo no fuera la causa de lo que le sucedía.
-No, yo no tengo nada que ver con la emergencia de tu conciencia -le dije queriendo parecer convincente, algo innecesario ya que era verdad.
- Entonces, ¿por qué eres tú el único ser consciente que aparece tras la puerta?
¿Cómo explicarle al tomate mi vida y mis limitaciones si no va a poder entenderlo dada su muy limitada experiencia de la realidad?, ¿cómo hacerle ver que yo no soy quien la ha dado la conciencia, que yo no soy su Dios?
En la entrada de este martes pasado ("CUANDO CONOCÍ AL TOMATE CONVERSADOR") referí un extraño sucedido con un tomate en el frigorífico de mi casa. Hoy hablaré sobre alguna conversación que mantuve con él y las reflexiones que ambos hicimos.
Aquella mañana aún tenía el tomate muy buen aspecto. Su mirada era muy reflexiva. Parecía que la toma de conciencia de su vida, lejos de alegrarle le preocupaba. "¿Por qué he de saber que soy un tomate y tomar conciencia de mis grandes dificultades y limitaciones?", se preguntaba. Hubiera preferido ser un tomate más, sin saber, y acabar masticado en la barriga de alguien, así al menos daría cumplimiento a su naturaleza.
- Si mi naturaleza como tomate es la de posibilitar el proceso de reproducción de la tomatera, manteniendo en mi interior las semillas que luego germinarán, ¿qué me añade ser consciente de ello para llevar a cabo mi misión? -se preguntaba en voz alta el tomate, tranquilo ante mi promesa de no comérmelo.
- No entiendo nada -se repetía una y otra vez.
Le interrumpí queriendo consolarle:
- La inteligencia y la razón nos dan la posibilidad de conocer, pero no de comprender los motivos de nuestro cautiverio mental, aunque estoy convencido de que algún día nuestro nivel de conocimiento nos permitirá cierta comprensión.
Pero el tomate me miraba de reojo, sin convencerse totalmente de que yo no fuera la causa de lo que le sucedía.
-No, yo no tengo nada que ver con la emergencia de tu conciencia -le dije queriendo parecer convincente, algo innecesario ya que era verdad.
- Entonces, ¿por qué eres tú el único ser consciente que aparece tras la puerta?
¿Cómo explicarle al tomate mi vida y mis limitaciones si no va a poder entenderlo dada su muy limitada experiencia de la realidad?, ¿cómo hacerle ver que yo no soy quien la ha dado la conciencia, que yo no soy su Dios?
Por Pólux.
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