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jueves, 17 de mayo de 2012

LAS OLAS DEL MAR (PARTE 1), por Pólux


INTRODUCCIÓN.

                   Muchas son las sensaciones que pueden provocar en una persona reacciones intensas e inesperadas, emociones fuertes e incontroladas, de agrado o de temor, reacciones que tal vez antes no experimentó nunca. Pero de entre todas esas posibles sensaciones la más intensa, la que más puede dejar marcada a una persona, es el miedo. El miedo puede ser producido por algo real, que existe de verdad, o por algo imaginario, que nosotros mismos creamos, pero en ambos casos sus efectos pueden ser lo más terrorífico y maligno que exista.
                   Algunas personas creen que pueden evitar el miedo, que son valientes y no temen a nada, pero sólo les tiene que ocurrir alguna de las cosas que voy a relataros para darse cuenta de que una situación de terror puede llevarles hasta la locura, y en algunos casos, incluso más allá …

DEDICATORIA: esta historia se la dedico a Lucía, a quien envío un beso desde aquí, y también a los tres niños para quienes hace ya bastantes años fue escrita, Rai, Guillermo y María, a quienes tengo siempre presente.

"LAS OLAS DEL MAR". Parte 1.

                   Eladio tenía catorce años. Este año el curso no le había ido todo lo bien que le hubiera gustado a sus padres, pero él estaba contento porque las clases ya habían terminado. Y este verano iba a ser especial, él y su hermana Isabel, más pequeña, y sus padres por supuesto, iban a pasar quince días en la playa. Vivía en una gran ciudad, llena de coches y humos, de calles asfaltadas, y del ruido que produce toda gran ciudad. Sus padres habían decidido que ese verano cambiarían los coches por bicicletas, el humo por aire puro, las calles asfaltadas por caminos de tierra en medio del campo, y el ruido por la tranquilidad y el relajante rumor de las olas del mar. ¡ Cuánto se acordaría Eladio el resto de su vida del ruido de las olas !
                   Eladio tenía muchas ganas de hacer nuevos amigos, y si era posible amigas. El primer día de vacaciones estuvo en la playa bañándose, jugó al fútbol y anduvo en bicicleta, mucho para un mismo día, así que por la noche calló rendido en la cama. A pesar del cansancio no lograba conciliar el sueño, el rumor de las olas del mar, al que no estaba acostumbrado, resonaba en su cabeza. Cuando estaba a punto de dormirse le pareció escuchar, confundidas entre el rumor del mar, unas palabras que no llegó a entender. Fue como cuando alguien escucha la voz de un vecino entre las paredes, sabe que ha hablado algo, pero no se le acaba de entender por lo bajo y lejano que se escucha. A Eladio le pareció que había sido su imaginación, pero cuando estaba a punto de volverse a dormir le sucedió lo mismo otra vez, le pareció escuchar palabras mezcladas en el rumor del mar. Isabel, su hermana, Isa, como le solían llamar, dormía en la cama que estaba a su lado, así que pensó que le estaba gastando una broma.
- Isa - le llamó bajito Eladio.
Pero su hermana no contestaba.
- Isa, no te hagas la dormida, quieres asustarme, pero yo no soy tonto.
Isa seguía sin contestar, ¿se estaría haciendo de verdad la dormida?. Para averiguarlo se destapó y se acercó a ella. Su respiración parecía la de una persona dormida. Le tocó suavemente la oreja en la forma en que sabía que le producía unas cosquillas irresistibles, pero no se inmutó. Eso era una prueba de que estaba dormida. Con un movimiento rápido se acercó a la ventada, la cerró y echó del todo la persiana, y más rápido todavía se metió en la cama y se tapó hasta las orejas a pesar del calor que hacía. De esta manera apenas se escuchaba el rumor del mar, y así, sin querer pensar en lo que le había parecido escuchar, se durmió.
                   En los días siguientes aquello volvió a suceder cada noche. Sus padres no le hicieron mucho caso cuando él les dijo que por las noches escuchaba palabras entre el rumor del mar. "¿Qué dicen?", le preguntaban, "No sé, no las entiendo", respondía Eladio, "Pero entonces ¿cómo sabes que son palabras?", le seguían preguntando sus padres cada vez más incrédulos. Pensaron que su hijo no estaba acostumbrado al ruido de las olas, y que por eso le parecían a veces palabras.
                   Durante esos días Eladio conoció a unos muchachos en la playa de los que se hizo amigo, y comenzaron a salir por las noches. Solían ir a una plaza grande, donde había muchos bares, o al paseo marítimo, que, junto al mar, llegaba hasta el puerto, donde había menos gente y solían hacer de las suyas.
                   Una noche, cuando su hermana ya se había dormido y mientras escuchaba el ruido de las olas, le pareció oír una palabra más clara que las demás en el vaivén de las olas. Sus vellos se pusieron de punta. No ..., no ... Pensó que lo había imaginado, pero al instante lo volvió a escuchar, aún más nítidamente, y esta vez fue, lo recuerda aún, el primer momento en el que sintió verdadero miedo. Había escuchado ..., su nombre. Una voz, dulce y tenebrosa a la vez, había pronunciado su nombre. Pero no sólo eso, además parecía que le había llamado. Aquella noche lo pasó mal, pues estuvo casi todo el tiempo escuchando cómo aquella voz le llamaba.
                   La tarde siguiente se atrevió a contárselo a Alberto, uno de la pandilla que había conocido, del que se había hecho más amigo. Alberto le escuchó intrigado y le dijo:
- ¿Sabes?, el año pasado tuve un amigo al que también le ocurrió eso.
- ¿Entonces crees que me está pasando de verdad? - le preguntó Eladio esperanzado.
- Pues no sé, tío. Es una cosa muy rara, ¿por qué te va a llamar nadie?. Además, el amigo éste que te he dicho acabó siendo un estúpido, se marchó sin despedirse ni decir nada, y su padre hizo lo mismo. Mi abuelo dice que desaparecieron en el pinar, pero la verdad es que mi abuelo tiene la cabeza medio perdida, a veces dice que habla con su madre que murió hace más de treinta años. No sé, a lo mejor te lo imaginas y te parece que es verdad, o lo sueñas.
- Pero es que lo escucho de verdad, y me llama, y estoy despierto, seguro. De eso se da uno cuenta. Además es lo mismo que te contó tu amigo ese. ¿No te parece mucha coincidencia? A lo mejor desapareció de verdad por alguna razón que no sabemos - le contó Eladio queriendo convencerle.
- Desde luego es una coincidencia extraña - contestó Alberto-, pero ¿y qué?, no podemos hacer nada. También es verdad que tú, igual que ese amigo que te he dicho, venís de la ciudad y no estáis acostumbrados a escuchar el ruido de las olas, que puede ser muy llamativo para quien no está acostumbrado a su sonido.
                   De esa manera quedó zanjada la cuestión. Pero aquella misma noche, lo que le sucedió a Eladio le convenció aún más de que lo que oía en las olas era real.

Continuará.

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