INTRODUCCIÓN.
Muchas son las
sensaciones que pueden provocar en una persona reacciones intensas e
inesperadas, emociones fuertes e incontroladas, de agrado o de temor,
reacciones que tal vez antes no experimentó nunca. Pero de entre todas esas
posibles sensaciones la más intensa, la que más puede dejar marcada a una
persona, es el miedo. El miedo puede ser producido por algo real, que existe de
verdad, o por algo imaginario, que nosotros mismos creamos, pero en ambos casos
sus efectos pueden ser lo más terrorífico y maligno que exista.
Algunas personas
creen que pueden evitar el miedo, que son valientes y no temen a nada, pero
sólo les tiene que ocurrir alguna de las cosas que voy a relataros para darse
cuenta de que una situación de terror puede llevarles hasta la locura, y en
algunos casos, incluso más allá …
DEDICATORIA: esta historia se la
dedico a Lucía, a quien envío un beso desde aquí, y también a los tres niños
para quienes hace ya bastantes años fue escrita, Rai, Guillermo y María, a
quienes tengo siempre presente.
"LAS OLAS DEL MAR". Parte
1.
Eladio tenía
catorce años. Este año el curso no le había ido todo lo bien que le hubiera
gustado a sus padres, pero él estaba contento porque las clases ya habían
terminado. Y este verano iba a ser especial, él y su hermana Isabel, más
pequeña, y sus padres por supuesto, iban a pasar quince días en la playa. Vivía
en una gran ciudad, llena de coches y humos, de calles asfaltadas, y del ruido
que produce toda gran ciudad. Sus padres habían decidido que ese verano
cambiarían los coches por bicicletas, el humo por aire puro, las calles
asfaltadas por caminos de tierra en medio del campo, y el ruido por la
tranquilidad y el relajante rumor de las olas del mar. ¡ Cuánto se acordaría
Eladio el resto de su vida del ruido de las olas !
Eladio tenía
muchas ganas de hacer nuevos amigos, y si era posible amigas. El primer día de
vacaciones estuvo en la playa bañándose, jugó al fútbol y anduvo en bicicleta,
mucho para un mismo día, así que por la noche calló rendido en la cama. A pesar
del cansancio no lograba conciliar el sueño, el rumor de las olas del mar, al
que no estaba acostumbrado, resonaba en su cabeza. Cuando estaba a punto de
dormirse le pareció escuchar, confundidas entre el rumor del mar, unas palabras
que no llegó a entender. Fue como cuando alguien escucha la voz de un vecino
entre las paredes, sabe que ha hablado algo, pero no se le acaba de entender
por lo bajo y lejano que se escucha. A Eladio le pareció que había sido su
imaginación, pero cuando estaba a punto de volverse a dormir le sucedió lo
mismo otra vez, le pareció escuchar palabras mezcladas en el rumor del mar.
Isabel, su hermana, Isa, como le solían llamar, dormía en la cama que estaba a
su lado, así que pensó que le estaba gastando una broma.
- Isa - le llamó bajito Eladio.
Pero su hermana no contestaba.
- Isa, no te hagas la dormida, quieres asustarme, pero yo no soy tonto.
Isa seguía sin contestar, ¿se estaría haciendo de verdad la dormida?.
Para averiguarlo se destapó y se acercó a ella. Su respiración parecía la de
una persona dormida. Le tocó suavemente la oreja en la forma en que sabía que
le producía unas cosquillas irresistibles, pero no se inmutó. Eso era una
prueba de que estaba dormida. Con un movimiento rápido se acercó a la ventada,
la cerró y echó del todo la persiana, y más rápido todavía se metió en la cama
y se tapó hasta las orejas a pesar del calor que hacía. De esta manera apenas
se escuchaba el rumor del mar, y así, sin querer pensar en lo que le había
parecido escuchar, se durmió.
En los días
siguientes aquello volvió a suceder cada noche. Sus padres no le hicieron mucho
caso cuando él les dijo que por las noches escuchaba palabras entre el rumor
del mar. "¿Qué dicen?", le preguntaban, "No sé, no las
entiendo", respondía Eladio, "Pero entonces ¿cómo sabes que son
palabras?", le seguían preguntando sus padres cada vez más incrédulos.
Pensaron que su hijo no estaba acostumbrado al ruido de las olas, y que por eso
le parecían a veces palabras.
Durante esos días
Eladio conoció a unos muchachos en la playa de los que se hizo amigo, y
comenzaron a salir por las noches. Solían ir a una plaza grande, donde había
muchos bares, o al paseo marítimo, que, junto al mar, llegaba hasta el puerto,
donde había menos gente y solían hacer de las suyas.
Una noche, cuando
su hermana ya se había dormido y mientras escuchaba el ruido de las olas, le
pareció oír una palabra más clara que las demás en el vaivén de las olas. Sus
vellos se pusieron de punta. No ..., no ... Pensó que lo había imaginado, pero
al instante lo volvió a escuchar, aún más nítidamente, y esta vez fue, lo
recuerda aún, el primer momento en el que sintió verdadero miedo. Había
escuchado ..., su nombre. Una voz, dulce y tenebrosa a la vez, había
pronunciado su nombre. Pero no sólo eso, además parecía que le había llamado.
Aquella noche lo pasó mal, pues estuvo casi todo el tiempo escuchando cómo
aquella voz le llamaba.
La tarde
siguiente se atrevió a contárselo a Alberto, uno de la pandilla que había
conocido, del que se había hecho más amigo. Alberto le escuchó intrigado y le
dijo:
- ¿Sabes?, el año pasado tuve un amigo al que también le ocurrió eso.
- ¿Entonces crees que me está pasando de verdad? - le preguntó Eladio
esperanzado.
- Pues no sé, tío. Es una cosa muy rara, ¿por qué te va a llamar nadie?.
Además, el amigo éste que te he dicho acabó siendo un estúpido, se marchó sin
despedirse ni decir nada, y su padre hizo lo mismo. Mi abuelo dice que
desaparecieron en el pinar, pero la verdad es que mi abuelo tiene la cabeza
medio perdida, a veces dice que habla con su madre que murió hace más de
treinta años. No sé, a lo mejor te lo imaginas y te parece que es verdad, o lo
sueñas.
- Pero es que lo escucho de verdad, y me llama, y estoy despierto,
seguro. De eso se da uno cuenta. Además es lo mismo que te contó tu amigo ese.
¿No te parece mucha coincidencia? A lo mejor desapareció de verdad por alguna
razón que no sabemos - le contó Eladio queriendo convencerle.
- Desde luego es una coincidencia extraña - contestó Alberto-, pero ¿y
qué?, no podemos hacer nada. También es verdad que tú, igual que ese amigo que
te he dicho, venís de la ciudad y no estáis acostumbrados a escuchar el ruido
de las olas, que puede ser muy llamativo para quien no está acostumbrado a su
sonido.
De esa manera
quedó zanjada la cuestión. Pero aquella misma noche, lo que le sucedió a Eladio
le convenció aún más de que lo que oía en las olas era real.
Continuará.
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