Siempre creí, tal vez porque así me lo enseñaron en un exceso de optimismo, que el conocimiento y la educación harían a las personas más libres y más dueñas de sí mismas, y acabarían con las desigualdades sociales y la manipulación de las clases menos preparadas.
La realidad es bien distinta. Hoy estudian más personas que antes y la educación (el respeto por y hacia los demás) sigue siendo una cuestión pendiente. Lo veo todos los días en la calle, el tren, el tráfico, las colas.... Las desigualdades sociales, cada vez menores a partir de la instauración de la democracia, sobre todo por la extensión de la sociedad de bienestar a una gran mayoría, vuelven a hacerse patentes en época de crisis, como la que ahora vivimos. Y de la manipulación..., ¡qué decir!, es tan evidente la forma en que ha aumentado..., de forma proporcional al del desarrollo del estudio pedagógico y sociológico para servir a intereses fácticos muy por encima de nuestras nimias vidas rutinarias. Nos manipulan desde los políticos hasta los programas televisivos de entretenimiento, pasando por toda una variedad de métodos publicitarios, algunos sutiles y otros francamente toscos.
Me enseñaron con optimismo sí, creyendo que en el año 2000 la vida sería tan diferente..., con el triunfo de la conquista espacial y una tecnología fantástica e increíble al servicio de nuestro bienestar. La década de los setenta del siglo pasado fue convulsa y a la vez esperanzadora, una mezcla que ahora entiendo poco realista y falta de perspectiva. La realidad nos ha vuelto a nuestro sitio, en realidad en el que siempre hemos estado, lo demás han sido vanas ilusiones de soñador.
Tal vez sólo se trate de mi percepción infantil de esa época, aunque sin duda la percepción de un niño es la percepción de su entorno.
Por Pólux.
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