"Los días más especiales siempre fueron aquéllos de los que no esperando nada recibía algo deseado. Así que decidí cambiar los santos, los cumpleaños y toda serie de fiestas y celebraciones marcadas en el calendario por otros días cualquiera.
Así, si bien llegado mi cumpleaños yo no me regalaba nada, cualquier día del año que fuera más propicio y me surgiera algo que deseara de verdad, me lo compraba, convirtiendo ese día en especial, en más especial incluso que siendo mi cumpleaños.
Fui cambiando cada vez más cosas, en un intento vano, aunque entonces no lo creía así, de sentir con más fuerza los momentos importantes y alejarme de la monotonía, el tedio, la insatisfacción y la falta de interés que cada vez más respiraba en mi vida.
Pero poco a poco el umbral de satisfacción volvió a descender, y al final volvía a estar donde al principio. Parecía como si el paso del tiempo, inexorablemente, me produjera una falta de sensibilidad hacia la vida, los placeres y todo en general. No creo que eso se elija, como tampoco la fuerza suficiente para sentir de otra forma. Cada cual tiene sus tesoros y sus penurias, y éstas eran mis penurias.
Tras el cambio intenté la evasión, pero ésta sólo me procuraba pequeños momentos, aunque eso ya era algo. Y así sigo, engañándome ilusamente por momentos y dejando pasar los días..., con el temor y la seguridad de que acabaré por perder la poca frescura que esta vida me regaló."
Por Cástor y Pólux.
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