"LA PÉRDIDA DE LA FE"
Por Pólux (6 de diciembre de 2016)
¿Por qué se pierde la fe? Normalmente porque no está bien sustentada, porque se advierte no ser sustento sólido para ella lo que se creía ser tal.
La vida nos enseña poco a poco sus principios, y a base de observarla descubrimos realidades que no nos fueron enseñadas como se nos muestran en la vida. Para muchos la fe en Dios o en el hombre resulta engañosa, pues nos muestra una naturaleza de las cosas que no es la que nos enseña la vida y la experiencia de ésta.
No voy a discutir esto con los muchos que creen estar seguros de mi equivocación y de que la verdadera naturaleza de Dios y del hombre es la bondad, por la que además apuestan sus vidas. Pero ese distinto criterio no evita que realmente se pierda la fe en muchos casos.
Me hablan de una falta de valores que traslada la fe a lo material e inmediato, a lo fácil que apenas requiere compromiso, y que produce una radical falta de identidad. Ciertamente son situaciones comprometidas que habrán de reconducirse o aceptarse como una nueva realidad que afrontar, pero que no pueden ser invalidadas o aniquiladas sólo por que atenten contra el sistema establecido, sin reflexionar sobre su origen y consecuencias.
El problema es que casi siempre quien reflexiona sobre tales cosas no es quien adopta la nueva situación, la falta de fe en este caso, que es el verdadero interesado en hacerlo, sino aquél a quien suele perjudicar el cambio, en nuestro caso quien conserva la fe.
Lo preocupante del cambio no es el cambio en sí, sino su realización sin ser consciente de lo que se hace y la transformación que supone. De igual manera la pérdida de fe suele producirse sin una reflexión que la ampare y sostenga, como, por otra parte, sucede con la propia aceptación de la fe, concepto impuesto y de difícil comprensión.
Si se pierde la fe es porque no es un concepto sólido para quien la pierde, y esa falta de solidez, creo, viene dada tanto por una falta de reflexión madura y realista sobre su concepto como por la dificultad de admitir algo de difícil comprensión. No olvidemos que para la teología católica la fe es una (la primera) de las tres virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que podríamos definir como hábitos que Dios hace recaer sobre el hombre para hacerle capaz de obrar conforme a Él. ¿Qué niño puede comprender esto si no lo hacen ni la mayoría de los adultos? Otra cosa es que se acepte como imperativo, pero tampoco ello resuelve nada, más bien queda sujeto a que otro imperativo pueda sustituirlo.
Las virtudes teologales no son enseñanzas directas de Jesús, sino que se infieren a partir de las Sagradas Escrituras con idea de justificar y sustentar la estructura que crea la teología para dar sentido y comprensión a la extraña idea de Dios.
La fe en el hombre sería una versión profana de la fe en Dios, que no resiste mejor las dudas que también suscita.
La pérdida de la fe no es una tragedia cultural, sino consecuencia de un cambio de mentalidad que ya no la favorece. La tragedia es la desunión, la falta de identidad, de respecto, de caridad, de humanidad y de solidaridad para con los demás, calificativos no exclusivos de los religiosos ni residentes exclusivamente en su fe.
La mentalidad es algo mucho más simple que la fe, y su pérdida o cambio produce los mismos síntomas que achacan a la falta de fe.
Por Francisco García Navarro.