Como veréis hemos dado unos retoques a la cabecera del blog, y hemos incluido una pequeña imagen de nuestra atalaya, desde la que hacemos habitualmente Obtentalia.
Por cierto, impresionante la fotografía de hoy de María Ruda, que a la derecha reproducimos.
Y vamos con la entrada de hoy, una confesión que me siento obligado a hacer, aunque no sé bien por qué.
Tengo que confesar algo. Desde hace pocos meses soy adicto a uno de esos productos manipulados cuyo consumo anula por completo la voluntad. Me cuesta reconocerlo, pero así es, y creo que hacerlo público podrá ayudarme a superarlo.
Al principio fue algo inocente, sólo la curiosidad de probar algo nuevo y distinto que ya conocía y había probado mucha gente, y experimentar si realmente aquello me producía sensaciones que no hubiera tenido antes. Y algo así sucedía, me producía una cierta sensación de alivio, muy placentera.
La primera vez que lo probé me cautivó sutilmente, y poco a poco, casi sin darme cuenta, adquirí la necesidad de consumirlo más habitualmente. No se lo conté a nadie porque ni quería reproches ni me sentía orgulloso de mi dependencia. Entonces intenté dejarlo, y fue cuando realmente adquirí conciencia de que estaba "enganchado".
A veces incluso me ha sentado mal, y hasta he vomitado alguna noche, generalmente porque me he excedido en la dosis. Pero al día siguiente vuelvo a sentir una irrefrenable necesidad de tomarlo.
Lo confieso sin más, soy adicto al gazpacho.
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Y vamos con la entrada de hoy, una confesión que me siento obligado a hacer, aunque no sé bien por qué.
Tengo que confesar algo. Desde hace pocos meses soy adicto a uno de esos productos manipulados cuyo consumo anula por completo la voluntad. Me cuesta reconocerlo, pero así es, y creo que hacerlo público podrá ayudarme a superarlo.
Al principio fue algo inocente, sólo la curiosidad de probar algo nuevo y distinto que ya conocía y había probado mucha gente, y experimentar si realmente aquello me producía sensaciones que no hubiera tenido antes. Y algo así sucedía, me producía una cierta sensación de alivio, muy placentera.
La primera vez que lo probé me cautivó sutilmente, y poco a poco, casi sin darme cuenta, adquirí la necesidad de consumirlo más habitualmente. No se lo conté a nadie porque ni quería reproches ni me sentía orgulloso de mi dependencia. Entonces intenté dejarlo, y fue cuando realmente adquirí conciencia de que estaba "enganchado".
A veces incluso me ha sentado mal, y hasta he vomitado alguna noche, generalmente porque me he excedido en la dosis. Pero al día siguiente vuelvo a sentir una irrefrenable necesidad de tomarlo.
Lo confieso sin más, soy adicto al gazpacho.
Por Cástor.
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