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martes, 5 de agosto de 2014

CUANDO CONOCÍ AL TOMATE CONVERSADOR.

Que cosa más rara me pasó el otro día. Abrí el frigorífico para coger algo y me pareció que un tomate salía corriendo a esconderse al fondo. No puede ser. Cerré la puerta, esperé un minuto y volví a abrirla con rapidez. ¡No había duda!, el tomate se había movido para esconderse. Me agaché y, sintiéndome algo ridículo, le pregunté al tomate, "Oye tomate, ¿estás vivo?". Cuál no sería mi sorpresa cuando el tomate se dio la vuelta y mirándome me dijo: "Sí, pero por favor no vaya a comerme".

No daba crédito a lo que estaba sucediendo, pero aquello era real.

- ¿Cómo puede ser que estés vivo, tomate? -le pregunté intrigado.
- No lo sé, me desperté ayer y me di cuenta de que estaba encerrado en esta caja tan fría, y que tras la puerta hay un mundo diferente del que vienes tú para comerte lo que hay dentro -contestó el tomate con voz lastimera.
- Pero, ¿quién te ha dado la vida? -volví a preguntar sin entender nada.
- No lo sé, pensaba que tal vez tú me la diste, pues eres más poderoso que yo, que tengo limitada mi vida a esta caja y a tus deseos de comerme.

Intenté poner en orden mis ideas por un instante. Aquello no podía ser. Así que me volví hacia él y le dije:

- Tú no puedes pensar, no tienes cerebro, ni conciencia, eres un tomate.
- Pues eso mismo digo yo. Sólo quiero ser un tomate, como los demás, pero aquí estoy, hablando contigo.

Por unos instantes nos quedamos en silencio, como si tanto él como yo necesitáramos asimilar aquella situación.

- Si quieres puedo dejarte salir de aquí para que vayas donde quieras -le dije sabiendo que jamás podría comerme un tomate que hablaba y razonaba como yo.
- No conozco ese mundo tuyo y me da miedo, pero gracias.
- No hay de qué, aquí puedes quedarte todo el tiempo que quieras sin peligro a acabar en una ensalada o un gazpacho.

A la tercera semana el tomate estaba tan deteriorado que apenas podía moverse y articular palabra. Hasta que murió. ¿Puede morir un tomate? Y ahora echo de menos el tomate orador con quien mantuve interesantes discusiones a lo largo de casi dos semanas, y cuya misteriosa vida sigo sin entender. Adivino vuestros gestos de incredulidad (estoy acostumbrado), pero os aseguro que aquello sucedió tal como lo he contado.

Por Pólux.

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