Hablamos y hablamos. Cada día hacemos lo mismo, hablar y hablar. Pareciera que tenemos mucho que decir, pero en realidad no es así. Tan sólo constatamos hechos y decimos lo que creemos sobre determinadas cosas, de las que cada uno tendrá su opinión. Hasta cuando hablamos de nuestros sentimientos no hacemos más que constatar hechos, los que suceden en nuestro interior, aunque es cierto que esa constatación suele estar mediatizada por la mentalidad y los prejuicios que cada uno tenemos. Pero lo que sucede en nuestro interior es nuestro y eso nos autoriza a hablar si queremos de ello.
Nada más alejado de nuestra intención que moralizar o dar enseñanzas, pero la libertad nos asiste para poder expresar lo que sentimos, creemos y opinamos, aún en el que caso, si lo fuera, de que nuestra intención fuera moralizar.
Es poder ejercer ese derecho tan importante y tan denostado en otros lugares, la libertad, lo que nos alienta a hablar y a hablar. Ya veis, hablamos porque podemos hacerlo, porque la libertad de expresión no tiene precio para nosotros y nos gusta disfrutar de algo tan valioso. ¡Todo un lujo por el que otros están ahora luchando hasta con su vida!
Por Cástor y Pólux.
No hay comentarios :
Publicar un comentario