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domingo, 9 de marzo de 2014

DOMINGO, HELENITA Y DERECHOS SOBRE LA VIDA.

Bienvenidos a este espacio de los domingos que es Obtentalia. Hoy, en la entrada anterior a ésta, tenemos una nueva historia de Helenita escrita por nuestra colaboradora Helena de Troya, titulada "LA MUÑECA". Pobre Helenita, a merced de sus hermanos y con esa madre siempre presta a darle un bofetón, pero con una gran capacidad para se feliz.

Esperamos, como siempre, que os guste la fotografía de cabecera del blog, ese mar enrojecido que parece estar hecho a base de pinceladas, con el brillo del sol atravesándolo.

Ayer sábado os hablábamos de las distintas entradas del blog durante esta semana pasada. Si no habéis seguido el blog toda la semana os recomendamos que veáis la entrada de ayer sábado, os servirá como sugerencias. Esta semana tampoco hemos podido renovar las sugerencias, y es que nuevos y distintos proyectos requieren nuestra atención estos días y no podemos dejarlos. Sólo serán unos días o semanas. Pero ya sabéis cómo buscar contenidos antiguos en el blog.

Y ahora nos haremos una pregunta y reflexionaremos sobre ella, a ver hasta donde nos lleva.

¿Qué derecho tenemos para disponer de la vida? Nos referimos a nuestra vida. Quitar la vida ajena es claro que no es lícito, pero ¿y la propia?

Vamos a rechazar de inicio la respuesta religiosa, dado que es, simplemente, no, por unos motivos especiales sobre los que podríamos discutir más adelante o en otra ocasión. Pero la discusión que pretendemos plantear es otra, de ahí ese rechazo de inicio.

Nuestra vida tiene el valor que le demos nosotros y las personas a las que afecta, pero ¿por qué no puede ser totalmente personal e íntimo disponer de ese valor? Seguramente sería lícito, pero la verdad es que ese caso no se da, pues nadie se suicida por que tras una extensa reflexión quiera disponer de sí mismo hasta ese límite. No, al suicidio se llega por otra vía, por la de la desesperación.

La desesperación resulta ser un motivo real para disponer de la vida propia, pero no se trata de una elección, sino de un impulso al que uno se ve abocado como última salida. Quien se suicida no lo hace porque haya perdido la cabeza, sino porque su percepción de la realidad le produce mayor sufrimiento que perder la propia vida, le produce un sufrimiento tal que sólo se reconoce una salida.

Que esa percepción de la realidad o ese sufrimiento puedan tener otro enfoque es posible, pero no para quien lo está viviendo. Para comprender lo que sucede hemos de entender la situación, hemos de saber que si se toman decisiones de ese calibre debe haber razones para ello. Nada entenderemos diciendo que quien se suicida es porque está fuera de sí y no en sus cabales. Por supuesto que en circunstancias normales nadie se suicida, pero es que en la vida todo no son circunstancias normales, ni todas las personas tienen la misma capacidad de aguante o de sobreponerse.

Con demasiada facilidad negamos la realidad, esa que acaba con la vida de miles (sí, miles, no cientos) de personas todos los años en España, entre los que hay jóvenes y personas de todas las edades. Sólo conociendo la realidad que subyace en ese acto de acabar con la vida, conociendo la psicología, los condicionantes y la respuesta de nuestra mente podremos entender por qué sucede. Pero no miremos para otro lado y digamos "así estaría".



Por Cástor y Pólux.


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