Hoy domingo os presentamos otro comentario de cine de nuestro colaborador Prometeo, en concreto de la película de terror "Insidious. Capítulo 2", estrenada este viernes pasado, segunda entrega de la película "Insidious", del directos Jamer Wan. Podéis leerlo en su página "La película de Prometeo" o en la entrada anterior a ésta.
Ayer os dejamos 8 fotografías de Adonis en la galería de fotos. Podéis echarles un vistazo, así como a las entradas de esta semana de lunes a viernes, por si alguno no ha podido leerlas.
Creemos que las ideas políticas son todas respetables, absolutamente todas, eso sí, siempre que respeten la demás ideas y la convivencia pacífica. Sin embargo algunas actitudes políticas dejan de ser respetables en el momento en que no responden a una ideología o convencimiento personal y sí lo hacen a intereses partidistas.
Cada vez vemos más esta actitud entre políticos y tertulianos televisivos que discuten de política o del gobierno de turno.
¿Se puede estar de acuerdo con la totalidad de directrices y decisiones adoptadas por un partido? Aunque nuestra ideología sea afín a la de una partido político, ¿es tanta la coincidencia que nuestras ideas son un clon de las ideas del partido? Desde luego a nosotros no nos sucede tal cosa y seguramente por eso nos sorprende que a otros sí les ocurra. Hemos visto debates donde señores estudiosos y de renombre, de valía y conocimientos contrastados, justifican hasta las contradicciones del partido al que defienden. La impresión que dan no es la de estar más compatibilizados que un matrimonio bien avenido, sino la de tener que defender las ideas del partido que corresponda antes que admitir que políticamente las ideas de otro partido pueden ser ciertas, o mejores. Simplemente se afirma lo propio, si entrar en su coherencia o validez, frente a lo ajeno, sea o no más coherente o válido.
¡Malas costumbres vamos adquiriendo!, y lo peor es que en muchas ocasiones las adquirimos al identificarlas una y otra vez en personas que son mostradas como supuestos modelos sociales, como esos tertulianos de renombre que vemos en la televisión u oímos en la radio.
Parece que definitivamente el espíritu democrático de concordia y unión que posibilitó nuestra atípica transición de la dictadura a la democracia se ha perdido por completo. Y no creemos en el fácil argumento de culpar a los políticos de todos esos males. Ya hemos hablado en más de una ocasión de nuestro total convencimiento de que la clase política es un reflejo de la sociedad a la que representa. Sería más cómodo echarles a ellos la culpa de todo, pero no creemos que sea así.
Los partidos se convierten en agrupaciones e ideologías proselitistas porque tanto los grandes políticos como los militantes de base actúan como proselitistas. Sólo quieren gente que piense igual y, sobre todo, que no cuestionen las directrices que se les den. Quien acate la máxima de no contradecir la directrices impuestas, o digamos más suavemente acordadas, prosperará dentro de un partido y dentro de un gobierno, y quien lo no la acate acabará expulsado como lo es un cuerpo extraño por nuestro organismo. Así el sistema se retroalimenta y consigue subsistir.
Creemos que eso lo entendemos todos, pero ¿qué necesidad tiene una persona estudiosa y reconocida de ir a un plató y mostrarse intransigente con las ideas ajenas sólo por ser ajenas? ¿Por qué lo hacemos también nosotros mismos? Ahí empieza el proselitismo.
Ayer os dejamos 8 fotografías de Adonis en la galería de fotos. Podéis echarles un vistazo, así como a las entradas de esta semana de lunes a viernes, por si alguno no ha podido leerlas.
Creemos que las ideas políticas son todas respetables, absolutamente todas, eso sí, siempre que respeten la demás ideas y la convivencia pacífica. Sin embargo algunas actitudes políticas dejan de ser respetables en el momento en que no responden a una ideología o convencimiento personal y sí lo hacen a intereses partidistas.
Cada vez vemos más esta actitud entre políticos y tertulianos televisivos que discuten de política o del gobierno de turno.
¿Se puede estar de acuerdo con la totalidad de directrices y decisiones adoptadas por un partido? Aunque nuestra ideología sea afín a la de una partido político, ¿es tanta la coincidencia que nuestras ideas son un clon de las ideas del partido? Desde luego a nosotros no nos sucede tal cosa y seguramente por eso nos sorprende que a otros sí les ocurra. Hemos visto debates donde señores estudiosos y de renombre, de valía y conocimientos contrastados, justifican hasta las contradicciones del partido al que defienden. La impresión que dan no es la de estar más compatibilizados que un matrimonio bien avenido, sino la de tener que defender las ideas del partido que corresponda antes que admitir que políticamente las ideas de otro partido pueden ser ciertas, o mejores. Simplemente se afirma lo propio, si entrar en su coherencia o validez, frente a lo ajeno, sea o no más coherente o válido.
¡Malas costumbres vamos adquiriendo!, y lo peor es que en muchas ocasiones las adquirimos al identificarlas una y otra vez en personas que son mostradas como supuestos modelos sociales, como esos tertulianos de renombre que vemos en la televisión u oímos en la radio.
Parece que definitivamente el espíritu democrático de concordia y unión que posibilitó nuestra atípica transición de la dictadura a la democracia se ha perdido por completo. Y no creemos en el fácil argumento de culpar a los políticos de todos esos males. Ya hemos hablado en más de una ocasión de nuestro total convencimiento de que la clase política es un reflejo de la sociedad a la que representa. Sería más cómodo echarles a ellos la culpa de todo, pero no creemos que sea así.
Los partidos se convierten en agrupaciones e ideologías proselitistas porque tanto los grandes políticos como los militantes de base actúan como proselitistas. Sólo quieren gente que piense igual y, sobre todo, que no cuestionen las directrices que se les den. Quien acate la máxima de no contradecir la directrices impuestas, o digamos más suavemente acordadas, prosperará dentro de un partido y dentro de un gobierno, y quien lo no la acate acabará expulsado como lo es un cuerpo extraño por nuestro organismo. Así el sistema se retroalimenta y consigue subsistir.
Creemos que eso lo entendemos todos, pero ¿qué necesidad tiene una persona estudiosa y reconocida de ir a un plató y mostrarse intransigente con las ideas ajenas sólo por ser ajenas? ¿Por qué lo hacemos también nosotros mismos? Ahí empieza el proselitismo.
Por Cástor y Pólux.
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