Quien haya sido educado en libertad y con una visión liberal de la vida tiene un tesoro. No es garantía pero si condición para evitar prejuicios, supersticiones y concepciones intolerantes que atenazarán un verdadero desarrollo en libertad.
Vivir atemorizado por el qué pensarán o esperando una torta como correctivo a una personalidad propia ha sido en nuestra sociedad durante años más común de lo deseado.
Hace algún tiempo una persona cercana nos comentaba algunos problemas que había tenido en su relación de pareja. Finalmente, refiriéndose a cierta cerrazón mental de aquélla en relación a que no le gustaban las salidas con sus amistades y la iniciativa laboral que había emprendido, nuestro amigo nos decía "yo no estoy acostumbrado a esas cosas, en mi casa me enseñaron a tener libertad y a respetar y ser respetado". Nuestro amigo tuvo suerte con lo que supieron enseñarle sus progenitores, tan lejos de la actual permisividad para con los hijos, mal confundida con la libertad.
Y es que ejercer responsablemente como padres, pensando ante todo en los hijos y en sus propias necesidades de desarrollo, es más difícil y complicado de lo que quisiéramos, tal vez por eso se deja con tanta facilidad dejar a los hijos tomar las riendas de la relación. Flaco favor les hacemos. Pero repetimos, es tan difícil ...
Por Cástor y Pólux.
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