El reconocimiento es una buena práctica que no suele darse en el trabajo. Se da más la confrontación, la presión, pensando que así se rentabiliza más. En algunos casos parece que así es, pero pensamos que es una mala práctica por dos razones.
En primer lugar porque aún funcionando sólo lo hace desde el punto de vista de la rentabilidad laboral, sin tener para nada en cuenta las necesidades personales, es más, generalmente en contra de esas necesidades.
En segundo lugar porque en muchas ocasiones no funciona, con lo que sólo se consigue la infelicidad y el malestar del trabajador. Se convierte en una forma de explotación.
Esa forma de proceder sólo beneficia al empresario o benefactor del trabajo, quien cribará al personal hasta encontrar quien rentabilice el trabajo bajo presión, justificando así que el método funciona. Se premia de esta forma la ambición y la competencia por encima de todo.
El reconocimiento del trabajo bien hecho también puede ser un acicate para la productividad, pero pocos son los empresarios que creen en esta idea.
Por Cástor y Pólux.
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