El carácter humano es de naturaleza ciclotímica. Muy pocas son las personas cuya estabilidad emocional se puede representar gráficamente con una línea recta paralela al horizonte, y aún así no están exentas de altibajos.
En el estadio depresivo suele confundirse el origen de los problemas. No sabemos si tenemos una visión negativa de los hechos por tener el ánimo bajo, o si es nuestra visión negativa de los hechos la que nos provoca ese ánimo bajo. No acabamos de entender si el ánimo es causa o consecuencia. Una confusión muy habitual.
Hemos de advertir que nosotros no somos psicólogos ni expertos en autoayuda ni nada de eso. No vamos a decir qué hacer en esa situación, ni dar consejos, sólo podemos hablar de nuestra experiencia personal, tanto la que vivimos en personas que nos son cercanas como la que vivimos en nosotros mismos. Y eso es lo único que nos autorizada a hablar como lo vamos a hacer.
Después de haber pasado por esa situación en algunas ocasiones y de haberla observado en personas cercanas llagamos a una conclusión, que sólo aplicamos a nosotros mismos, y que es más una intuición que una conclusión propiamente dicha, y es que el estado de ánimo es causa y no consecuencia.
La misma situación, con los mismos o similares problemas, la aguantamos y sobrellevamos durante meses y de pronto nos venimos abajo. Solemos decirnos: "es que he aguantado hasta que ya no he podido más". En ocasiones puede ser así, pero no es lo que nos sucede a nosotros. El origen de lo que nos sucede (sin descartar que en ocasiones pueda ser de otra forma) lo vemos en el carácter ciclotímico de nuestro ánimo, el hoy llamado estado bipolar.
Este estado se caracteriza porque, independientemente de los problemas que nos acucien, el ánimo pasa por un estadio de euforia (maníaco) y posteriormente por otro de ánimo bajo (depresivo). Una vez se ha entrado en este último la visión de todo cambia. Todo parece negativo y sin sentido, de forma que los problemas parecen ahora más acuciantes, los mismo problemas que en la fase maníaca parecían relativos y superables.
Por supuesto que una nueva situación problemática es por sí más que suficiente para bajarnos el ánimo y entenderla como causa de ese ánimo, pero para quienes tienen el carácter ciclotímico del que estamos hablando la nueva situación problemática lo único que hace es acelerar la entrada en la fase depresiva, y una vez en ella se nos cae el mundo encima.
No es fácil entender la alteración bipolar si no se ha sufrido en alguna ocasión. Pocas, muy pocas son las personas (y alguna hemos conocido y por eso lo creemos posible) capaces de ejercer cierta voluntad en el estado depresivo. El dolor es real, la visión negativa se vuelve real y la voluntad desaparece como si nunca hubiera existido.
¿De qué sirve hablar de todo esto? A nosotros nos sirve para intentar no perder cierta perspectiva del problema. Ya sabemos la causa y sus fases, y por tanto que ha de pasar un tiempo -hemos de recorrer un camino- antes de que todo vuelva a cierta normalidad (hay que intentar evitar, o más bien controlar, en lo posible el estadio eufórico que suele aparecer después, pues estamos ante el mismo caso que en la fase depresiva pero con otros síntimos). Porque la pérdida de la perspectiva y la pérdida de la voluntad son una combinación demasiado explosiva que hemos de evitar a cualquier precio.
Los problemas siempre son relativos, pero el estado químico cerebral que subyace al estado depresivo es real, objetivo y medible. La relación es tan directa como que un aumento del ácido úrico produce un ataque de gota, o que el exceso de sal aumenta la tensión arterial. Pues en esto igual, una determinada concentración de neurotransmisores subyace al estado anímico.
Nuestra naturaleza física nos hace más o menos delgados, más o menos peludos ... o más ciclotímicos.
Seguramente a los especialistas que lean esto pueda parecerles una burda reducción de algo mucho más complejo, y no negaré que no les falta razón, pero la utilidad de lo que hemos expuesto radica en la simplificación (que no reducción) del problema para hacerlo comprensible, para hacer notar que, según nosotros lo entendemos, la confusión causa-consecuencia es sólo aparente, pues la causa, creemos, está casi siempre en el cambio incontrolado de un ánimo que nos subyuga.
Resumiendo. La personalidad del ciclotímico lleva ineludiblemente a una fase depresiva en la que la negatividad y confusión son característicos. Y como forma de defensa de esa confusión a menudo sólo nos queda no perder de vista la idea clara de que lo que sucede es un estado transitorio producido por un estado físico-químico característico. Sólo queda aguantar el tirón, salvo que cierta medicación o psicoterapia sea realmente eficaz. El problema es caer en la desesperación y, peor aún, en la desesperanza. Por eso saber cuál es el verdadero problema puede ayudar algo, aunque la realidad es que la visión negativa suele acapararlo todo.
Ánimo a todos los que pasáis por eso en algún momento. Sabemos lo radical que es el sentimiento negativo y lo difícil que es tratarlo. Sólo queríamos aportar nuestro punto de vista.
Por Cástor y Pólux.
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