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domingo, 3 de junio de 2012

PREJUICIOS Y EXPECTATIVAS, por Pólux.


Siempre andamos esperando de los demás, creándonos expectativas nada realistas acerca de otros. Y son poco realistas porque son “nuestras” expectativas, con “nuestros” parámetros, sobre algo que no es nuestro y no se puede medir con nuestros parámetros. ¿No será, pues, poco realista y estará equivocada nuestra expectativa?. ¿Por qué nos empeñamos en esperar de otra persona el comportamiento que sólo nosotros, con nuestros condicionamientos, creemos que debe tener? A veces los humanos somos tan cortos de miras... Actuando así sólo conseguiremos sentirnos defraudados cuando el otro no haga lo que esperamos, es decir, no cumpla nuestras expectativas. ¡Como si el otro tuviera que vivir mirándose en nosotros, o bajo nuestros criterios!. ¿Puede haber mayor necedad? (seguro que sí, si indagamos un poco). ¿Por qué nos empeñamos en meternos en la vida de los demás, cuando además, generalmente, no nos gusta que se metan en la nuestra? Andamos siempre utilizando el doble rasero. Pero eso nos da una medida de nosotros mismos.

            La mente humana es una poderosa herramienta, pero lo mismo que la hace poderosa la hace débil. Es como la actitud inteligente de analizarlo todo y no presuponer nada. Principalmente ayudará a tener una concepción más clara del mundo y de la realidad, a conocer los propios límites, a sacar conclusiones más fiables y operativas, a tener criterio propio, pero en ocasiones retrasará la comprensión de determinadas circunstancias respecto del ignorante, quien incapaz de una mirada reflexiva opera de forma inmediata e irreflexiva con su prejuicio pero acierta.
            El prejuicio existe porque es una de las mil maneras en que la mente se vale de una simplificación de la realidad para ser más operativa. Por la misma razón que existe el prejuicio somos también capaces de reconocer formas aún estando incompletas (por ejemplo ver un disco donde sólo hay dos arcos de circunferencia, una capacidad más valiosa de lo que parece), o de mirar la realidad sin que un aluvión de estímulos colapse nuestro pensamiento, o de tener expectativas que nos ayuden a afrontar los posibles peligros futuros con más seguridad. Creo que la mente “simplifica” dentro de unos límites de fiabilidad para operar con más rapidez y seguridad. Es como si hubiera llegado a un cierto equilibrio entre la fiabilidad de interpretar el mundo y la capacidad de operar con rapidez frente a él, si es muy fiable es menos operativa (por la cantidad de datos y elaboración de ellos que sería necesaria), y si es muy operativa empieza a ser poco fiable (por los pocos datos a tener en cuenta o la poca elaboración de ellos).

            El prejuicio, como la expectativa, además de simplificación es una elaboración mental en la que se toman elementos pasados de nuestra experiencia para extrapolarlos al fututo y estar preparados frente a éste. Pero eso cuando sea necesario, no siempre, que es lo que los hace inútiles. Cuando no tenemos otros elementos, nos hacemos una idea de otra persona con los elementos que tenemos a mano (prejuicio, expectativa), pero cuando ya tenemos conocimiento propio huelgan las proyecciones y las reducciones que suponen dichos prejuicio y expectativa.

            Aceptado que entendemos que así, fundamentalmente, funciona nuestra mente, tendremos en cuenta la fabulosa capacidad de autorregulación de ésta, no sólo en los procesos de los que no somos conscientes, sino también en los conscientes, y especialmente éstos, porque nos dan la posibilidad de modificar o flexibilizar algunos parámetros mentales adaptándolos a la funcionalidad que queremos. Es decir, podemos ejercer la voluntad para modificar determinadas operaciones mentales que hacemos automáticamente por comodidad pero que se pueden optimizar. Y una de ellas es el prejuicio. Lo malo de éste no es que exista, porque hay una razón para ello (el motivo antes referido sobre la operatividad de la mente), sino que su función se automatice hasta el punto de dejar de ser operativa. Hay que analizar cada situación y saber cuando un prejuicio puede ser utilizado para obtener una compensación de la simplificación mental que supone, pero no usarlo de forma indiscriminada, como manera de conocimiento, porque sólo conseguiremos ser crueles con otras personas a las que sólo conoceremos por las etiquetas que les pongamos o les hayan puesto otros.

            Con las expectativas que nos creamos sobre los demás ocurre algo similar a lo que sucede con los prejuicios.

Sí, nuestra especie es inteligente, pero también necia desde el momento en que no sabe gestionar su inteligencia. Lo peor de ser necio es que cuando lo somos no nos damos cuenta, y si nos damos cuenta de que lo estamos siendo y no cambiamos … entonces ya es que somos … ¿idiotas sería la palabra?. La mejor actitud frente al necio, la ignorancia, y frente al idiota, la lejanía.

Creo que nadie querría estar con gente que nos va a valorar o a querer no por lo que seamos capaces de demostrar, sino por la idea preconcebida que tengan sobre nosotros. ¿A que así conocemos a mucha gente y a mucha familia? Pues cuidado, porque a veces esas personas … somos nosotros mismos.

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