Hoy he vuelto a la atalaya. Lejos de gentío, cabalgatas, Reyes, fiestas, felicitaciones... La fiesta es agradable, diversión y entretenimiento. Pero hay algo aquí dentro que no se deja entretener fácilmente. No reprocho el divertimiento, todo lo contrario, ojalá todos pudieran tenerlo, pero no deja de ser chocante que unos tengan tanto y otros tan poco.
Miro a mi alrededor y nada comprendo, o mejor dicho, con el tiempo y la edad comprendo y acepto mejor que nada comprendo. Pero aquí, en la atalaya, miro a mi alrededor y parece que las cosas no necesitan hacerse comprender. El ausente comportamiento humano elimina esa desazón que produce saberse uno mismo, y la ansiedad por el desconocimiento se reduce aquí, oteando hasta el horizonte, a la pregunta por el origen o el principio de todo.
El hombre es complejo, y lo que es peor, responsable de sí mismo, o al menos eso creemos. Dudo que estemos preparados para aceptar y gestionar esa responsabilidad, no hay que ver más que nuestra continua necesidad de distraernos. Así somos y nada malo hay en ser como se es. Lo difícil es aceptar las consecuencias de ello.
Por Pólux.
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