Sin duda el paso del tiempo, por la experiencia vital que acumula, da una perspectiva más amplia y completa de lo que nos rodea, aunque no siempre sabemos hacer un uso positivo de esa experiencia.
Personalmente reconozco que durante un época de mi vida, hace ya tiempo, tenía una cierta esperanza en que la educación y la formación influirían en las nuevas generaciones haciéndolas más libres de prejuicios, con mentes cada vez más flexibles.
Pero después de observar durante años lo que pasa a mi alrededor no puede dejar de sentir cierta tristeza al constatar que no sucede tal cosa (aunque algo de ello puede haber). Creo que el prejuicio está implícito en la estructura mental de nuestro pensamiento, lo que tampoco significa mucho, pero cuando no controlamos las ideas que subyacen en nuestros pensamientos, el prejuicio toma el mando por encima de nuestra voluntad.
La educación y la formación pueden ayudar a controlar nuestras ideas, pero no necesariamente. Y así, el ambiente cultural y, especialmente, la mentalidad, ejercen más influencia en nuestra forma de pensar que la libertad que pueda derivarse de la formación, pues ésta, sin voluntad y autoconsciencia, de poco nos servirá.
Por Pólux.
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