Los discos de vinilo fueron siempre discos, sólo discos,
pues el otro soporte musical (de audio en general) que coexistía eran las cintas llamadas de casete, cassette o casset (del francés cassette: cajita). Éstas
daban menos calidad y se deterioraban con el uso y el paso del tiempo. Su vida
útil, digamos que con un mínimo de calidad, era bastante más pequeña que la vida de
un ser humano. Yo aún tengo algunas cintas con más de 30 años y han perdido
mucha calidad, por no decir que suelen atascarse con facilidad y que hay trozos
que se oyen mal, prácticamente irrecuperables.
El disco de vinilo era más resistente, pero también muy
sensible a arañazos y a la suciedad, sobre todo el polvo. El problema del polvo
podía solucionarse, pero los arañazos… Además una aguja mal colocada o en mal
estado podía literalmente dejar estropeado el vinilo. Más de una canción me
cargué por culpa de un tocadiscos que me prestaron que tenía mal la aguja, ¡y cuántas
canciones con el típico “click” cada vez que la aguja pasaba por encima del
arañazo!
Hoy día el soporte digital (CD o DVD) ha superado todos esos
problemas, aunque no están exentos de éstos. Un arañazo profundo o una caída al
suelo pueden acabar con él. Aparte de eso da una pureza de sonido que apenas se
lograba con el vinilo (sólo en equipos muy buenos y en discos nuevos o limpios
que no añadieran cierto ruido al sonido).
Además del soporte (CD o DVD), el formato digital permite
fácilmente la manipulación de los archivos de música, algo que con el vinilo
resultaba prácticamente imposible (solían hacerse copias en casete, pero siempre
de calidad más bien baja).
Hay nostálgicos que siguen diciendo que el sonido del vinilo
era más puro, más real. Yo, sinceramente, soy incapaz de notar esa diferencia,
si es que realmente la hay.
Por Pólux.
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