Llevamos ya varios días, desde la semana pasada, poniendo fotografías del mar y las olas en la cabecera del blog. Y es que en estos días, quienes no podemos ir al mar nos conformamos con verlo en fotos, al menos resulta refrescante, aunque sólo sea mentalmente. Mejor eso que nada.
Sabéis que en verano solemos estar en nuestra atalaya, allá en tierras onubenses, pero en ocasiones tenemos que volver a la ciudad, como ahora, aunque estamos deseando volver.
En nuestra atalaya disfrutamos del paisaje, de la brisa, de la soledad, del mar, de la tranquilidad..., toda una gozada al servicio de nuestra continua e infructuosa búsqueda de la comprensión de este mundo y esta vida.
Y el paisaje de la costa onubense, con sus médanos, pinares y playas se insinúa con descaro y se deja querer. Y nosotros amamos esa tierra que nos adoptó, la que vio nacer al universal poeta Juan Ramón Jiménez, quien tan brillantemente escribiera sobre esos médanos, y el cielo, el mar y la tierra que lo rodean.
En nuestra atalaya disfrutamos del paisaje, de la brisa, de la soledad, del mar, de la tranquilidad..., toda una gozada al servicio de nuestra continua e infructuosa búsqueda de la comprensión de este mundo y esta vida.
Y el paisaje de la costa onubense, con sus médanos, pinares y playas se insinúa con descaro y se deja querer. Y nosotros amamos esa tierra que nos adoptó, la que vio nacer al universal poeta Juan Ramón Jiménez, quien tan brillantemente escribiera sobre esos médanos, y el cielo, el mar y la tierra que lo rodean.
Por Cástor y Pólux.
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