¡Cuanto ha cambiado la forma en que las personas esperan o pasan el tiempo! La tecnología inunda nuestras vidas, y es que es uno de los pilares de la sociedad de bienestar a la que tanto nos aferramos. Hace años, por ejemplo en el tren, podía verse a las personas leer un libro, hacer crucigramas, conversar...
El panorama de hoy día ha cambiado bastante, a pesar de que siguen viéndose algún que otro libro y algunas conversaciones. Pero en lugar de libros vemos hoy e-books y tablets (parece que los extranjerismos y la tecnología van de la mano), y en lugar de crucigramas, conversaciones o miradas al paisaje vemos smartphones, y no digo teléfonos móviles porque las aplicaciones de las que se puede disfrutar en aquéllos son tan variadas que lo convierten en un utensilio valioso para muchos menesteres, desde ver la predicción del tiempo a configurar la alarma de la casa estando de vacaciones en la otra punta del país, pasando por gestiones bancarias, enviar correos electrónicos, hacer videoconferencias, seguimiento de páginas web y el más puro entretenimiento con juegos, simuladores y prácticamente todo lo imaginable.
Así se entiende que durante el viaje de tren, levante uno sus ojos de su smartphone, mire a su alrededor y vea a más de la mitad de las personas enfrascadas en el manejo de ese artilugio electrónico. A veces hay quien manifiesta abiertamente su malestar por ello, pero la tecnología es imparable y lo mejor creemos que es adaptarse. Al fin y al cabo los productos de la tecnología por sí mismos no son ni buenos ni malos, lo es el uso que les damos, es decir, nosotros somos los responsables.
Un smartphone no vuelve tonto a nadie, pero la incapacidad para sustraerse a sus encantos sí. Si no existieran no seríamos tontos -en caso de serlo- por ese motivo, argumento que a veces se usa en su contra, pero por la misma razón tendríamos entonces que acabar con toda la tecnología, pues por ejemplo un mal uso del automóvil puede causar la muerte, o un explosivo puede usarse para hacer daño a otros.
En fin, nosotros somos fervientes defensores del avance tecnológico, a pesar de sus riesgos.
Por Cástor y Pólux.
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