El interés en la política, al menos en la política moderna, es consustancial a ella. La demagogia no lo es pero se ha convertido en parte del argumentario político.
Estos días hemos escuchado en más de una ocasión, refiriéndose a los problemas políticos y sociales que han tenido y están teniendo lugar estas últimas semanas en Ucrania, que el poder del presidente destituido le fue conferido por las urnas en un proceso electoral legal y válido.
Esa aseveración tiene un doble sentido. Por una parte puede entenderse que se insta a un proceso electoral igualmente legal para restituir el poder. Hasta ahí bien. Pero se antoja harto difícil en las circunstancias actuales. De hecho lo que se está haciendo es iniciar un gobierno interino que tome las riendas del país. Ello no contradice lo anterior, más bien es una fórmula que permita un proceso electoral futuro. Esperemos que así sea.
Por otra parte la aseveración sobre el poder legal del presidente destituido parece tener el sentido demagógico de reafirmar el poder de dicho presidente. ¿Por qué es demagógico? Porque la legalidad se puede perder con la actuación violenta y represiva, que es lo que ha sucedido. ¿Da carta libre para actuar haber obtenido el poder de forma legal? Evidentemente no, pero eso es lo que parece querer decirse. Muchas dictaduras empezaron con un gobierno salido de las urnas. No hay más que mirar hacia América del Sur, por ejemplo.
Una cosa es que un gobierno sea legítimo y otra que eso le de derecho a usar la fuerza y la violencia como en Ucrania. A las razones para la conquista social, se les llama argumento. A la conquista del poder sobre la libertad de los demás se le llama abuso de poder. Y el abuso de poder no es argumento para gobernar.
Por Cástor y Pólux.
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