El realismo psicológico, o capacidad para entender el mundo y lo que sucede sin distorsiones o manipulaciones cognitivas, es una característica fundamental para desenvolverse en el mundo de forma satisfactoria, para comprender lo que sucede en "su justa medida", sin exageraciones al servicio de nuestro ego ni otras motivaciones que la desvirtúan.
Esa "justa medida" no es un término absoluto pero sí puede ser objetivo si determinamos unos parámetros a los que ajustarlo. Mientras menos elaboración mental inconsciente previa a la valoración del hecho, más objetiva será su comprensión. Esta medida, en principio tan poco objetiva, resulta sin embargo ser muy intuitiva, de forma que, a grandes rasgos, acabamos sabiendo quién es o no realista, salvo, evidentemente, quien no lo es. Pero estamos metiéndonos en un terreno pantanoso que no es al que queremos llegar.
No podemos ni debemos tachar de irrealista a nadie, simplemente cada cual tendrá una vida acorde con su forma de ver y estar en el mundo. El estar en el mundo tiene tantos aspectos que uno de ellos por sí sólo, como el realismo psicológico, es insuficiente para una integración satisfactoria, aunque como decíamos al principio lo consideramos fundamental, si bien si sumamos éste y otros aspectos favorables tendremos más probabilidad de conseguirla, obviamente.
Y cada uno de nosotros, ¿cómo nos consideramos?, ¿somos realistas? Cuidado con la respuesta, pues no conocemos a nadie que tengamos por no realista que haya contestado que no lo sea.
Por Cástor y Pólux.
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