El cerebro es un órgano y una máquina fascinante. Parece que de él emana todo lo que nos hace peculiarmente humanos. Su origen y su desarrollo, como la vida misma, es un misterio.
Una vieja disputa enfrenta las ideas de si en el cerebro reside toda nuestra espiritualidad, o si hay algo más en nosotros, distinto a él, que nos da la consciencia y otras características inmateriales. Proviene la discusión del hecho de considerar posible o no que de un órgano material, en base a células más o menos organizadas, pueda surgir algo distinto a ello mismo, a esa organización y a la perfección de su diseño, como son la consciencia, las ideas trascendentales, el sentimiento del yo o, de forma general, el aspecto espiritual de la persona.
¿Cómo del algo puramente material, por complejo que sea, puede surgir algo que no lo es? Los propios científicos y estudiosos del cerebro está divididos a la hora de dar una respuesta. Nosotros, más que estar seguros, intuimos más plausible la posición más restrictiva de que todo, absolutamente todo, reside en ese órgano fascinante, aún las más altas expresiones de espiritualidad o sentimientos trascendentes. A pesar de ser intuitiva no es gratuita nuestra posición, y la basamos principalmente en la experiencia. No hay que ser un estudioso reconocido para observar lo que sucede con las lesiones cerebrales, cómo pueden llegar a privar a quien las padece de sentimientos, pensamiento e incluso de esa espiritualidad tan alejada de lo puramente material de lo que no parece en principio proceder.
No sabemos cómo, pero ello no impide pensar que todo se reduce o se circunscribe al cerebro. Es la idea que queríamos expresar, pero sin duda hay más razones que creemos que la avalan, como también quienes creen que no todo se reduce al cerebro tienen su razones, que bien se merecerían ser tratadas en otra entrada de nuestro blog.
Por Cástor y Pólux.
No hay comentarios :
Publicar un comentario