La ignorancia siempre es osada, pues no sabe de los límites que impone el conocimiento. Conocer es limitar, acotar, delimitar el ámbito de actuación de lo que es objeto de conocimiento. Por ello la falta de límites que impone la ignorancia hace que todo, o casi todo, sea posible.
Pero hay muchos tipos de ignorancia, y una de ellas es la que nos da la falta de experiencia. "Más sabe el diablo por viejo que por diablo" reza el refrán. Otra forma de ignorancia es la de creer saber sin realmente saber. Esta otra forma de ignorancia es más difícil de detectar por quien la padece y lleva implícita una gran falta de humildad. Ambas formas de ignorancia son propias de la juventud, aunque por supuesto no necesariamente.
El primer tipo de ignorancia que hemos señalado es casi ley de vida, pero puede hacerse consciente y suplirse, al menos en parte, con la reflexión y la observación. El segundo tipo nos convierte en esclavos de la propia ignorancia.
La juventud cree tenerlo y saberlo todo. Tamaña ignorancia sólo se alcanza en la juventud, luego va decayendo de forma natural. ¡Qué le vamos a hacer! No puede tenerse todo. A la madurez y la vejez le falta el ímpetu y la osadía de la juventud, y a ésta el conocimiento y la experiencia de aquéllas. Aunque si nos dieran a elegir suponemos que casi todos elegiríamos la juventud, tal vez por la perspectiva de vida. Pero la madurez tampoco está nada mal. A veces, creemos que muchas veces, es la mejor época de la vida. Aunque también creemos que la mejor época de nuestra vida debiera ser la que tenemos en cada momento.
Por Cástor y Pólux.
No hay comentarios :
Publicar un comentario