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domingo, 9 de septiembre de 2012

INTRODUCCIÓN. NUESTRA ATALAYA, EL CAMBIO, FILOSOFÍA O CIENCIA Y EL ARGONAUTA.


Hoy publicamos un artículo de El Argonauta, titulado “¿Leyenda urbana?”. Ayer os lo adelantábamos diciendo que “muestra con toques de humor como algo sucedido hace mucho tiempo reaparece al cabo de los años ante su protagonista como si se tratara de un hecho ajeno convertido en leyenda urbana. Mejor no tratar de explicarlo, pues ya lo hace con la calidad a que nos tiene acostumbrados el propio Argonauta”. Seguro que os gustará. Lo podéis leer tras esta introducción y también en su página.


El cielo que nos muestra la foto de la cabecera del blog hoy es el cielo que nos cubre esta mañana, calmo y fresco, que se tornará caluroso pasadas las primeras horas del día, como viene sucediendo últimamente, pero con el alivio de la brisa que trae el frescor del mar.

Acantilados y playas en el sur del Alentejo, Portugal.

   Aún seguimos en nuestra atalaya, en la costa del sur del Alentejo, en tierras lusas, una tierra tranquila, salpicada de pequeños pueblos en los que se respira una tranquilidad difícil de encontrar. La belleza de sus acantilados mirando al Atlántico, salpicados por playas solitarias, atrapa nuestros sentidos y nos impele a volver una y otra vez en busca de los mismos sentimientos que tuvimos la primera vez que los vimos.


  Ninguna ubicación es definitiva, pues es el cambio la esencia misma de la vida, y nuestra atalaya busca el porqué de la vida, su esencia. Nuestra atalaya es vida misma. Queremos entender la vida para entendernos a nosotros mismos, para entender por qué somos capaces de hacer lo que hacemos, por qué somos capaces de lo mejor y de lo peor, o por qué no somos capaces de otras tantas cosas que quisiéramos. Tal vez el conocimiento de esas cuestiones venga más de la mano de la psicología que de la filosofía.

  La psicología da respuestas usando el método científico con ciertas limitaciones, propias de la dificultad de medir el objeto de su estudio, la mente, y la filosofía propone hipótesis usando un método más cercano al tipo de conocimiento que funda la religión que al método científico, obteniendo con ello verdades subjetivas, cuyo valor es de naturaleza muy distinta al de la verdad científica. La filosofía y la religión sobreviven allí donde la ciencia no alcanza. La verdad más cercana a la idea de un dios no es la que proviene de la filosofía o la religión, sino la que proviene de la ciencia, pues es la única verdad "real" desde el punto de vista físico y material, único ámbito que conocemos y en el que también un dios tiene que expresarse. Las verdades de la filosofía y, más aún de la religión, sólo "existen" en el ámbito mental, pues no están sometidas a su contrastación con la "realidad", no tienen un método objetivo de verificación o falsación, por lo que tarde o temprano deberían ser sustituidas por las verdades de la psicología. Si ello sucederá o no es algo que desconocemos porque depende de más factores. No se trata de que la religión no pueda alcanzar una "verdad", sino de que la naturaleza de esa verdad es esencialmente distinta a la verdad científica, y sólo aporta conocimiento a aquél que previamente la acepta bajo la condición de la fe.

  Pero estábamos hablando de nuestra atalaya y del cambio. No sabemos dónde acabaremos, pero eso tampoco importa mucho.

Buen fin de semana.

Por Cástor y Pólux.

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